La vida me ha devuelto a tu altura, mi pequeña saltarina de ojitos juguetones.
El único privilegio de estar en este nivel, es verte la cara de cerca, saberte siempre porque te encuentro en mi nuevo dominio. Tu espacio, desconocido en el tiempo, ha subido para mostrarme tu cara de felicidad, devolviéndome la ilusión.
La mayor alegría en este mundo de ruedas es sentarte en mis piernas inmóviles y notar tu quietud para evitar el daño imperceptible. Llevarte al colegio, girar tu diminuto cuerpo y rodearme con esos brazos que ya no les cuesta llegar a mí.
Paralítico, ciego de silencios, así se construye la realidad, a golpes de mazos que te hacen caer alturas de vértigo.
Inválido de hecho, cuando comprendemos la crueldad, es cuando abrimos los ojos de la ignorancia y despejamos la evidencia de lo realmente importante.
Ilustración: Inma Vinuesa
Me encanta tu texto, Inma, pero se me ocurre esta reflexión: nunca caer paralíticos para enrasar con la altura de alguien que habita más abajo, si acaso que el de abajo crezca.
ResponderEliminarSaber encontrar el sentido a todo lo que te sucede. Un sentido auténtico, no un consuelo superficial.
ResponderEliminarA veces, las peores circunstancias traen los mejores descubrimientos.
Me ha estremecido, Inma. Muy buen texto.
Acabo de escribirlo en un mail, por otro motivo, pero creo que viene al pelo: cuando los niños son pequeñines y se les enseña a caminar, hay muchos balbuceos, se caen, lloran, tenemos que alzarlos... Luego ya nos podemos despreocupar: caminan, corren, saltan...
ResponderEliminarHasta que llega el día en que son ellos quienes nos llevan... Ojalá que si me sucede alguna vez, tenga la suficiente madurez de aceptar ese momento y, como bien decís, sacar la parte positiva del asunto, que seguro que alguna habrá.
Me ha encantado, como siempre.
Un relato conmovedor, pero triste, porque a veces para abrazar a un hijo o que el te abrace con facilidad, no es necesario llegar a esa situación, basta sólo con agacharte y ponerte a su altura. Aunque sea bueno aceptar las cosas, tal y como vienen.
ResponderEliminarUn abrazo Inma.
Cuando la vida nos golpea duramente, es cuando nos deshacemos de todas las corazas que nuestra lucha en la vida pone entre nosotros y nuestros seres queridos y nos quedamos completamente desnudos aprendiendo, otra vez, a disfrutar de las cosas realmente importantes de la vida, pero esta vez de manera natural, sin esfuerzos. Es una pena, pero es así de duro. Lo has descrito perfectamente, como siempre Inma. Me ha encantado
ResponderEliminarPrecioso Inma, la realidad es dura, pero la felicidad de tener a una niña o a quien sea a la misma altura, para abrazarse, no se paga con nada. No importa quien debe agacharse o alzarse. El hombre sabio, conoce y acepta sus limitaciones, así disfruta doblemente de sus habilidades.
ResponderEliminarBesos face to face.
Estremecedor, entrañable, cariñoso, inolvidable...
ResponderEliminarBesos.
La vida suele equilibrar las cosas. No sabemos bién por qué motivo, pero en ocasiones hace que los altos no sean tal altos y los bajitos no lo sean tanto. Muchas de esas veces, lo hace de una forma dura y cruel. Inma, no tengo palabras. Me ha emocionado.
ResponderEliminarBuen punto de vista de un problema que no tiene un punto bueno por donde cogerlo.
ResponderEliminarSupongo que tu trabajo te hará vivir escenas de este tipo.