Viene aterido por la aspereza de la tarde. Llega empapado por la lluvia racheada, ante la que su paraguas ha actuado como estorbo y no como escudo. Intuye que el teléfono va a sonar, pero llegará tarde. No alzará en un primer momento el auricular, ni va oír al otro lado su voz de seda cálida, ahora muy asustada y dolorida. Sus piernas, cansadas después de una inútil caminata, no responden con la celeridad que le reclama el corazón que, antes que sus oídos, ha escuchado los dedos de ella a cientos de kilómetros tecleando los dígitos del número que conoce de memoria desde hace unos meses. Al abrir el portal, ha tardado unos segundos más de lo necesario, porque uno de los extremos de la arandela donde apresa sus llaves ha ensartado un hilo suelto de su chaqueta que hace tiempo debería haber arrojado a la basura. Aunque sus latidos y una extraña sensación de vacío le acucian, ha subido con morosidad los escalones que separan la entrada del edificio de la puerta de su vivienda, hoy silenciosa como un mausoleo. Quizá a un rincón lejano su cerebro haya llegado el eco tenue del último timbrazo, pero ha pensado que sonaba en otro domicilio, o que eran imaginaciones, aunque algo le decía que el sonido agudo había jugado como una pelota con las paredes del salón. Después de entrar, y mientras contempla con recelo el silencio que sucede al reverbero, recuerda que ha olvidado el móvil. Tres llamadas perdidas gritan una impaciencia desmesurada. Algo se resquebraja en su conciencia. Responde y nadie contesta. Con más nervios de los que desea reconocer, ahora es él quien teclea el número de ella que desde hace unos meses han memorizado sus dedos, del mismo modo que memorizaron el paisaje de su piel. Un zumbido lejano de tonos largos y rítmicos martillea su cerebro. Aún no sabe que ella ya no puede escuchar su impaciencia.
Nos ofrece, Amando, este rico texto lleno de matices y detalles, musicalidad y poesía. La tensión llena el texto con ese ambiente de "tarde y lluvia racheada" hasta convertirse en angustia. El protagonista nos decepciona por su "morosidad al subir las escaleras" y nos transmite su desesperación por no llegar a la llamada esperada de la mujer ¿deseada? de la que ha "memorizado el paisaje de su piel" desde hace pocos meses, sin saber que "ni va oír al otro lado su voz de seda cálida, ahora muy asustada y dolorida" y que finalmente " ya no puede escuchar su impaciencia" a pesar de las insistentes llamadas. Muy bueno, Amando.
ResponderEliminar¡Vaya análisis que haces, Marcos!
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras.
Aunque ya te lo comenté en Pavesas no quiero dejar pasar la oportunidad de hacerlo aquí de nuevo.
ResponderEliminarEn la línea de tus micros Amando…que nos atrapa para dejarnos después con la miel en los labios…y la posibilidad de que nosotros escribamos el final que más nos apetezca.
Un abrazo.
Siempre es un placer leerte, amigo..
ResponderEliminar"Cuando la mirada y el silencio se encuentran, se abrazan, quieren hacer el instante eterno, y detienen el tiempo... está naciendo el amor"
Te dejo un fuerte abrazo y mi más ferviente deseo de que pases un óptima semana..
Alexander♥
Ay, así me has dejado.
ResponderEliminarEstupenda forma de transmitir la prisa, la angustia, obstáculos tan insalvables como el hilo de un bolsillo, los escalones...
Mantener la tensión, le ritmo y dejarnos ¡ay¡: maneras de un buen escritor.
Saludos
Flamenco: Un montón de gracias por tus palabras, siempre tan cariñosas.
ResponderEliminarAlexander Camelot: Lo mismo digo, es un placer leerte.
Anabel: Es lo que se pretendía, mantener la tensión en tan pocas líneas.
Sigo aprendiendo.
Inquietante relato Amando, que nos pone los pelos de punta ante lo azaroso del destino, ante ese pequeño cúmulo de circunstancias que cambian una vida...
ResponderEliminarEs un buen ejemplo de Teoría del Caos, si señor...
Gracias, Yandros por tus palabras.
ResponderEliminarNo creí que llegara a tanto como a la teoría del caos. En fin, más sabéis los ingenieros sobre este asunto.
Une qualité
ResponderEliminarPerfecto, angustiosamente perfecto.
ResponderEliminarFranCo e Inma: gracias por vuestras palabras.
ResponderEliminarSentí la angustia de los sueños, cuando quieres correr y no puedes; el temor por consumar el deseo. Estupendo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ángeles. Sé que es un poco cruel, pero algo así pretendía. ^_^
ResponderEliminarMAGNÍFICO!
ResponderEliminarPor su progresión, por cuanto sugiere, por esa forma de mantener el interés y la expectación.
Espléndido, Amando
Muchas gracias, Ana. Es una suerte contar con vuestros comentarios y vuestros ánimos
ResponderEliminarLo sigo releyendo y me doy cuenta de que hay que hacerlo velozmente, casi sin pausa.
ResponderEliminarMe ha encantado Amando. Gracias