Entre su compañía y el café de las tres, no sabría que elegir. Reconozco que soy adicto al café pero tampoco soy un tipo tan solitario como parezco a primera vista. Las apariencias engañan, o eso dicen. En fin, que el café me encanta, no lo puedo negar, pero verlo ahí sentado mientras revuelvo el azúcar y saboreo el primer trago de mi dulce y negro elixir, me produce una sensación agradable. En realidad la mezcla de los dos es una especie de exaltación en todos los sentidos, es algo difícil de explicar.
A las 14.20 empieza mi ritual, es algo importante para mí, por eso me da pena que él no participe. Ni siquiera me acompaña. No es capaz de sentarse en la cocina mientras yo comienzo con mi rutina cafetera. A veces incluso me enfado con él. Él, de vez en cuando, también se irrita conmigo porque disfruto moliendo el café en el viejo molinillo de mi padre. Y me divierto esperando a que el agua empiece a hervir en el puchero. Y justo antes, solo antes de que empiece la ebullición de burbujas, la aparto del fuego y la vierto en mi viejo recipiente de porcelana donde esperan los pequeños granos ya molidos, entonces huelo el aire, y el aire huele a él.
A las 14.20 empieza mi ritual, es algo importante para mí, por eso me da pena que él no participe. Ni siquiera me acompaña. No es capaz de sentarse en la cocina mientras yo comienzo con mi rutina cafetera. A veces incluso me enfado con él. Él, de vez en cuando, también se irrita conmigo porque disfruto moliendo el café en el viejo molinillo de mi padre. Y me divierto esperando a que el agua empiece a hervir en el puchero. Y justo antes, solo antes de que empiece la ebullición de burbujas, la aparto del fuego y la vierto en mi viejo recipiente de porcelana donde esperan los pequeños granos ya molidos, entonces huelo el aire, y el aire huele a él.
Texto: Iria López Fernández
Dos visiones del mismo escenario, de un mismo lugar y momento. Nos movemos en un mundo de percepciones. Excelente parábola de la condición humana. Un buen café para empezar el día, Inma.
ResponderEliminarMiguel, creo que te has confundido, este texto es de Iría, a la que felicito por la imagen, el olor y las sensaciones despertadas con este texto.
ResponderEliminarFelicidades Iría, gracias por compartir tus escritos con la esfera.
upsss. Mil perdones Iría. Sabía que empezaba por I, pero... Sabía que tenía que tomarme el café antes de escribir... Perdón a ambas por el lapsus
ResponderEliminarMuchas gracias, soy la susodicha, que está encantada de poder participar en el blog, y más encantada todavía de que os gustara mi texto! Abrazos virtuales. Iria L.
ResponderEliminarCómo entiendo al protagonista, yo que también soy casi adicto al café... Pero para mí, siempre mejor sin azúcar. Solo y oscuro, amargo, aromático...
ResponderEliminarUn ritual, que empieza con la petición del cerebro y donde intervienen los cinco sentidos.
ResponderEliminarLo tocas al molerlo y llenar la cafetera, en ese momento lo miras y lo hueles en su primer estado. Luego escuchas el silbidito que hace en la cafetera y lo vuelves a oler en un nuevo estado y deleitas tu mirada cuando brota y por último lo saboreas y aplaca la orden y el deseo de tu cerebro que te lo reclama. Más, más... Cinco sentidos satisfechos.
Un texto para oler, una descripción perfecta de uno de los rituales civiles más sagrados, no entiendo por qué las ditintas religiones no lo han incluido en sus cultos. El texto nos plantea una mirada tierna al pasado, esos olores que nos transportan o nos traen los recuerdos. Muy bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marcos. La cierto es que la memoria olfativa parece increíble. Tiene la capacidad de transportar al pasado o simplemente a un recuerdo. Gracias por tu comentario! Un saludo!
ResponderEliminarSólo leerlo me ha trasportado a la infancia que me han contado que hubiese tenido con mi abuela.
ResponderEliminarLa memoria olfativa tan interrelacionada con el alma...
Gracias por dejarme leer tus textos, Iria! B.
Muchas gracias, B. Me alegro de que te guste y sobre todo me emociona que te trslades a una infacia tan lejana pero a la vez tan real.
ResponderEliminarIria L.
La sensualidad de los olores, de los sabores que nos ligan a nuestra historia, el verdadero placer solitario.
ResponderEliminarClaro que, como en todo, hay gustos: yo prefiero los helados.
Muy buen texto.
Bienvenida a La Esfera, Iria
Gracia Ana, me alegro mucho de que te haya gustado. Encantada de estar aquí y compartir estos ratitos con vosotros! Iria L.
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