Los comentarios que suscitó el pequeño vendaval que atravesó los jardines de la Centro de Mayores Rosalía de Castro duraron poco más que lo que tardó la siguiente noticia en nacer. Una rareza más del clima, que está loco de un tiempo a esta parte, concluían unos y otros cada vez que salía el tema. La misma Mireia habría estado de acuerdo con ellos de no haber visto lo que vio, de no haber sentido lo que sintió, de no ser tan visibles las marcas en su cuerpo golpeado.
Tardó unos días en recuperarse de la impresión y bastantes más en poder soportar el dolor de las costillas fracturadas. Durante ese tiempo, la mera idea de intentar averiguar qué le había sucedido a la anciana conseguía que se le revolviera el estómago. Había salido indemne, le habían informado sin que preguntase, todos los residentes habían salido indemnes, afortunadamente.
Los desperfectos fueron arreglados con celeridad, de forma que pronto no quedó rastro de lo sucedido, como pareció borrarse su recuerdo en las mentes de todos, menos en la suya.
Morgana traga la rabia que inunda su garganta.
No se ha levantado de la cama desde hace días, enferma de decepción y agotamiento. Merlín sigue siendo fuerte y permanece escondido en su nueva envoltura.
El esfuerzo que realizó ha dejado estragado el cuerpo que la contiene y le recuerda
una y otra vez, machacona, insistentemente, que se encuentra a merced de su enemigo, recluida en su mazmorra de decrepitud.
una y otra vez, machacona, insistentemente, que se encuentra a merced de su enemigo, recluida en su mazmorra de decrepitud.
Los astros se lo anunciaron, el vuelo de los pájaros: Merlín se encontraba cerca.
Durante meses escudriñó cada signo, observó a cada persona o animal que se le aproximaba.
Júpiter hacía oposición con Plutón y el Sol, la Luna, cuadratura con Marte, un mirlo cantó toda la noche junto a su ventana, cobijado por las ramas del castaño y una lluvia de estrellas fulguró en el norte celeste. Solo había un significado posible para tal conjunción de eventos, su enemigo había roto el encantamiento con que lo encerrara en el bloque de hielo, había llegado el momento de enfrentarse a él. Por fin podría revertir la maldición que pronunciara contra ella momentos antes de quedar petrificado.
Por el anatema de Merlín, envejecería pero no podría morir ni recuperar su perdida juventud, no hasta que el hechicero fuera libre. Fue condenada a transitar centurias revestida de carnes ancianas, ignorada por todos, temida por algunos de los que lograban atisbar su poder, solitaria y amarga.
Morgana gira el rostro hacia la pared alicatada de la habitación, azulejos tan blancos y pulcros que el sol del mediodía que penetra por la ventana refleja en ellos su imagen. Cierra los ojos para no ver su derrota, pero es más fuerte el deseo de recordar y los abre, grandes, brillantes, los ojos de la mujer joven que lucha por eclosionar. Y los recuerdos acuden, pujantes, a su llamada.
En el interior de la cueva, en el bosque de Brocelianda, sentada en un trono tallado en piedra, aguarda la llegada de Merlín.
Sabe que no podrá resistirse a su cita, el pobre Merlín, tan sabio, tan bien intencionado, tan poderoso.
Se ha vestido con los ropajes sencillos de maga, poco más que una túnica parda, una toca lisa cubriendo sus cabellos recogidos en dos grandes trenzas y su anillo de rubí. En la tierra, junto a sus pies, el báculo de cabeza de carnero aguarda el momento en de ser utilizado.
Quiere sellar la paz con su maestro, eso le comunicó, quiere volver a ser su discípula, recorrer con él el camino de la justicia. Y él la creyó.
Solo que cuando entra en la cueva está en alerta. Morgana se levanta del trono en gesto de bienvenida, inquieta porque intuye que Merlín no se fía. Sabe que debería avanzar hasta él pero no quiere dejar su cetro atrás y él no se aproxima.
Con un gesto, Merlín ilumina la cueva en un repentino fogonazo. Hablemos, dice, quiero saber si tus intenciones son las que pretendes que sean.
Inician el diálogo, los dos monólogos que se suceden uno a otro sin posibilidad de entendimiento. La cueva, desnuda y agreste, va cambiando según cambian las palabras de uno y otro, se contrae, se ensancha, tiembla y se agrieta, respira y solloza lágrimas calcáreas. El calor de los infiernos, el frío de la estepa, el sonido de las olas del mar lejano, el murmullo de los animales de la noche al cruzar los bosques, el graznar del cuervo, el olor de la sangre recién derramada, de las flores sobre los catafalcos y en las guirnaldas para recibir al rey, la risa de un niño, los gritos de guerra, la cueva es un ser vivo, Morgana la siente bullir en sus venas, palpitar con su corazón.
No hay posible reconciliación, ella jamás se pondrá al servicio de ningún rey, de ningún hombre. Las razones de Merlín son ridículas, como ridículo es tener el poder y anonadarlo bajo capas de humildad y rectitud. Su amado hijo, Mordred, ha muerto a manos de su propio padre. Arturo, el rey por quien Merlín daría la vida, ensartó dos vidas con su espada, ahora ya no hay nada que pueda aplacar su odio.
La furia se encarna en ella, hace resplandecer sus cabellos con brillo de fuego.
Con un movimiento de la mano, hace ascender el báculo hasta que queda atrapado en su puño, garra blanca y azul. Merlín prepara un conjuro que lo proteja pero la fuerza de Morgana reverbera en las paredes de la cueva, sus palabras se repiten en mil ecos y lo envuelven como la crisálida encierra a la larva.
Hielo estelar, humo de cuerno de macho cabrío requemado, sangre de dragón, esquirlas de acero, polvo de las rocas de Ávalon, viento polar, que la vida abandone tu cuerpo, que tu alma no tenga descanso, que tu sufrimiento sea eterno, como mi gloria.
Merlín siente cómo sus miembros se paralizan. Su mente grita, les ordena que se muevan, pero una presión de roca los atenaza. El aire de la cueva, que brilla con destellos de fuego, se vuelve gélido y penetra en todas las fibras de su cuerpo, que comienza a cuartearse, invadido por el hielo.
Que el hielo sea tu prisión, la prisión de mis enemigos, que mi reino no tenga límites…
Merlín permanece rígido, congelado en la última postura que le fue permitida, señalando a Morgana con los dedos índice y corazón de la mano izquierda.
Espinas de rosal, cantárida y mandrágora, que la juventud ilumine mi cuerpo para siempre…
La voluntad de Merlín ruge desde las profundidades del bloque de hielo que conforma ahora su cuerpo.
Sus labios no se mueven, su cuerpo permanece yerto, pero el sonido potente de la voz del mago retumba en la cueva.
Yo, Myrddin Emrys, te maldigo, Morgana Le Fay. Que tu juventud se marchite, que tu cuerpo no alcance el reposo por siglos sin fin, que tu destino esté ligado al mío por toda la eternidad. Que mi prisión sea la tuya.
La cueva queda en la oscuridad, el silencio invade el aire.
Morgana crea la luz con un chasquido de sus dedos. El frío se ha apoderado de ella, tiembla como poseída por fiebres. La voz de Merlín resuena en su corazón. El hechicero es ahora una estatua helada, está indefenso ante su poder. Palpa sus brazos, se pasa la mano por la cara y los pechos. Sigue siendo joven, será joven por siempre.
Una nube cubre el sol y el dormitorio queda súbitamente en la penumbra. El reflejo desaparece de los azulejos blancos junto a su cama, la joven Morgana se diluye, se convierte en una sombra y solo queda el cascarón al que llaman tía Maruxa que, de pronto, derrama lágrimas que le queman la piel y empapan el almohadón.
Continuará…
IMPRESIONANTE!!!! que forma de describir los hechos que han llevado a Morgana y Merlín a ese fatídico desenlace.
ResponderEliminarMe tienes enganchada con esta historia.
Soy atrapada también, encantada por esta cueva viva, por sus sonidos, sus olores y sus temperaturas, por toda la luz y las fórmulas mágicas.
ResponderEliminarMaravillosamente inquietante. Al final uno comprende que ni los malos suelen serlo porque sí, sin más, ni los buenos son tan inocentes, al menos fueron ciegos.
ResponderEliminarEl poder del misterio puesto al servicio del bien, quedó congelado en una cueva, pero el poder del odio quedó embebido en un cuerpo decrépito que no se corresponde con la juventud de ese espíritu.
Y la última razón de ese enfrentamiento que continuará en una residencia gallega, se debe a un acto de ceguera (¿voluntario?), a una venganza de un corazón que únicamente puede ser vengativo, a pesar de su extrema belleza.
Fantástico, Ana.
Ahora mismo lo que más me intriga es cómo será el momento en que Mireia sepa que en realidad es Arturo, o está ocupada por Arturo.
Fascinante
Me alegro mucho de que te haya gustado esta parte, Inma. Es clave para comprender la historia y, sobre todo, como comenta Amando, para comprender qué ha llevado a cada uno a proceder de la forma en que lo hace. Espero que sigas enganchada hasta el final.
ResponderEliminarCatherine, la cueva es un personaje más, es el trasunto de los sentimientos y el poder de Morgana. Me encanta que haya captado tu atención porque, aunque pudiera pasar desapercibido, es muy importante, al menos para mí.
Amando, ¡qué buen análisis has hecho! Los motivos de la venganza de Morgana son múltiples, tan amargos como los que la llevaron a maldecir a Merlín en un primer momento, multiplicados en progresión geométrica por el horror de verse eternamente condenada.
Muy acertado tu comentario sobre su "ceguera". Es clave, clave.
Solo una cosa, aun a riesgo de dar pistas sobre el final: Mireia no es Arturo.
Muchísimas gracias a los tres y un abrazo enorme y bien cálido.
La historia de Morgana y Merlín me acompaña por toda España. Ahora desde Valencia leo el capítulo 5: GENIAL y clave. Me gusta cómo reflejas tan claramente esa sensación de Morgana atrapada, con toda su fuerza juvenil contenida y añeja, en ese cuerpo eternamente decrépito. Y ese enfrentamiento en La Cueva: no llevaba Holter puesto para comprobarlo, pero te aseguro que subieron mis pulsasiones y mi presión según avanzaba en la lectura. Esperaremos al jueves para la siguiente entrega... en Valencia otra vez.
ResponderEliminarEs una historia interesante porque muestra claramente, además de los cantidad de símbolos y matices que no debemos perder de vista, que los magos a pesar de su poder mental, siguen presentando las mismas debilidades en los sentimientos de odio, envidia y venganza.
ResponderEliminarBs
Nada menos que en Valencia! No sabes cuánta ilusión me hace que sigas leyendo a pesar de estar de viaje. Misión cumplida, si el enfrentamiento en la cueva te removió y sentiste la frustración de Morgana, atrapada en ese cuerpo.
ResponderEliminarTómate un agua de Valencia de mi parte, ¿vale?
Dácil, llevas razón: magos o no, todos tenemos las mismas miserias. Solo que las de Morgana y Merlín son un poco más peligrosas...
Muchísimas gracias a los dos por vuestros comentarios y un montón de abrazos
Esa Morgana, decrépita Morgana (una de tus palabras favoritas AnaJ.), me acompaña durante días. Y he de confesarte que pudiendo acceder a los siguientes capítulos me he comportado como un caballero y no he caído en la tentación.
ResponderEliminarEs cierto: eres un caballero. Tal vez por eso la decrépita (sí que me gusta esta palabreja, lo confieso) Morgana no se te despega. Me alegro mucho de que la tengas cerca. Gracias.
ResponderEliminarUn abrazo grande
Mireia no sale de su asombro pues sabe que no es el "cambio climático" sino un fenómeno extraordinario que no entiende, lo que la ha dañado. Aún no sabe que ella es Merlín que se está descongelando y acercándose a su rival.
ResponderEliminarLa pelea entre ambos es sin igual, magnífica:
La cueva que vive, las palabras de cada uno de los magos, la descripción de como Merlín se va paralizando y helando, las emociones contradictorias; emociones de encuentro al principio, pero no hay entrega, ni en Morgana que no se levanta a saludar ni en su maestro que no se acaba de fíar; sentimientos que progresan hasta los deseos de poder y al fin de guerra sin cuartel. Teoricamente son amigos -maestro y discípula- pero Merlín es el protector de Arturo y Morgana ya ha renegado de su hermano/amante a favor de su hijo...
Complejo y frágil mundo el de las emociones que al fin es el que todo lo domina, a veces incluso en contra de la intención inicial.
Me gusta mucho,Ana. No quiero parecer pelotillera pero estás consiguiendo un relato en el que magia, historia, descripciones, intriga, realidad y ficción se mezclan de una hábil manera y con un extenso y rico vocabulario.
Ahora sí que me toca esperar, un día por lo menos. Estaré pendiente, como todos.
Besos de Á.
Me dejas sin palabras, Ángeles.
ResponderEliminarY la forma en que haces el compendio de lo que ha sido la confrontación entre Morgana y Merlín es perfecta, un análisis genial.
Muchísimas gracias, no sé ni cómo corresponder a tanta generosidad.
Por cierto, el desenlace está a la vuelta de la esquina.
Un montón de abrazos
Impresionante capítulo en el que la historia nos va envolviendo para convertir en real lo irreal. Fabulosas descripciones con un riquísimo vocabulario y acertadas expresiones que aportan dramatismo a esa lucha colosal entre Morgana y Merlín, personajes que muestras esa fuerza y dureza tan característica.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Marcos. Me sacas los colores, de verdad. Que apuntes que la historia "convierte en real lo irreal" es cuanto puedo pedir.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, real.