Por más que lo intentase, Mireia no lograba comprender qué sucedió ese día en el jardín, no había explicación posible. También quiso saber, una vez se hubo recuperado un tanto del susto, quién era la tía Maruxa, consiguiendo solo informaciones vagas. Una mujer sin más familia que unos sobrinos que vivían en A Coruña y que ingresaban el dinero de la estancia con toda puntualidad, sin pasado conocido, sin relaciones estrechas con el resto de los residentes, arisca pero nada problemática.
En un par de ocasiones se cruzó con ella por los pasillos. Al pasar, la mujer la miraba a los ojos, indefectiblemente, y esa mirada la retrotraía al día de la tormenta, con toda la carga de angustia y la sensación de que algo antinatural estaba sucediendo y de que la anciana era responsable de ello.
Un día, ya avanzado el mes de julio, la vio frente a la puerta abierta de su despacho, fija en la placa sobre la mesa que indicaba su nombre y cargo. Debía entrar en él pero no quiso molestarla. Para ser más exactos, tuvo miedo de dirigirse a ella, pues para atravesar el umbral debía pedirle que se retirara. Pero la anciana se volvió hacia ella al cabo de unos segundos.
–Mireia Merino Linares –declama el nombre que figura en la placa y su voz suena rasposa y honda mientras clava en ella sus ojos muy abiertos, parcialmente velados por la sombra de las cataratas.
–¿Desea algo...? –inicia, dubitativa.
–Merino Linares –hace hincapié en las dos primeras sílabas de sus apellidos–. Merino Linares. No puedes ocultarte de mí, Myrddin Emrys, Merlín.
Mireia no entiende lo que la mujer está diciendo.
–¿Desea que la acompañe al salón, quiere que avise a un auxiliar?
La anciana se le aproxima, su mirada parece hielo sucio, acerca la palma de su mano a su pecho sin llegar a contactar.
–Te presentía, Merlín, los signos han hablado de ti –Mireia comprende que la interna sufre alguna forma de enfermedad mental, la toma por el hombro, intenta ser empática tal y como ha aprendido en los interminables cursos de liderazgo. Morgana se revuelve, tensa, temblando ahora de rabia–. ¿Llegaste a creer por un instante que me engañarías? –Escupe las palabras– No elegiste regresar bajo tu verdadera forma o como uno de los animales que tanto te gustan. He vigilado cada cuervo, cada mirlo, cada raposo que se me ha cruzado en este lugar de lluvia y moho. Nunca eras tú. Y vuelves en el cuerpo de una mujer… joven… ¡Maldito seas, Merlín!
Morgana siente hervir el odio en su interior. Las facciones armónicas de Mireia, Merlín ante sus ojos obsesionados, le pesan como la condenación a la que se ha visto sometida. Más, más aún, son la burla final de quien se creyó poseedor de la verdad, recto entre los rectos, noble entre los nobles. ¡Maldito hipócrita, maldito, maldito, maldito!
Mireia percibe la agitación en la mujer y siente miedo por lo que pueda llegar a hacer. El recuerdo del viento azotando su piel tensa sus músculos, altera su respiración.
–Si mi vida está ligada a la tuya –grazna Morgana, alejándose un par de pasos hacia atrás, erguida, desafiante. Parece haber recuperado su antigua estatura, su arrogancia, la distinción que hiciera de ella la doncella más atractiva de Ávalon–, seamos libres los dos, Merlín, libérame de este cuerpo muerto en vida, o muramos los dos.
A pesar de la fragilidad de su aspecto, las palabras de la anciana desencadenan el pánico en la directora, que mira a su alrededor en busca de auxilio. El pasillo está desierto, a lo lejos se oyen las pisadas de alguien que se acerca. Grita pidiendo auxilio, intenta echar a correr.
–¡No! –grita Morgana, enfurecida, obcecada, incapaz de ver que la mujer que tiene frente a sí no es su enemigo. Siglos de dolor la ciegan.
¡Poderes de la tierra, venid a mí!
Morgana extiende los brazos, se estremece de rabia.
¡Haceos uno conmigo, entrad en mi cuerpo, yo, Morgana Le Fay, os lo ordeno!
El suelo comienza a temblar con violencia, los cuadros colgados en las paredes caen, las lámparas se bambolean, el estuco de los techos se cuartea y se desploma a grandes trozos, Mireia pierde el equilibrio y resbala, quedando tendida en el suelo. Mira hacia atrás y confirma su horror: la anciana se encuentra en pie en medio del pasillo y dirige sus manos leñosas y su mirada demente hacia ella. Tiembla pero se mantiene erguida, parece a punto de quebrarse pero emana un resplandor que la hace temible. Entonces comienza a suplicar, balbuceante, mientras se arrastra en un intento por escapar de su vista.
Una auxiliar aparece por la esquina, sujetándose para no caer, gritando de miedo, por el otro extremo del pasillo aparece Secundino Gálvez, anadeando, desequilibrado.
–¡Todos fuera! –grita, entrando en el despacho con toda la rapidez de que es capaz– ¡Todos fuera, es un terremoto!
Las paredes continúan con su baile siniestro, las grietas se extienden por ellas. Suena la alarma de incendios, los gritos de los habitantes del centro de mayores, los ruidos de la gente corriendo despavorida y los muebles rodando compiten con ella.
¡Fuego del corazón del mundo, busca tu camino hacia mí, vientos de los cuatro puntos cardinales, conferidme vuestra fuerza!
Los jardines de Rosalía de Castro comienzan a llenarse de todos aquellos que pueden alcanzarlos por sus propios medios y que buscan donde refugiarse, acosados por las columnas y arcos que caen y la tierra que se abre ante ellos. El terremoto no tiene fin.
Un viento huracanado penetra por todos los rincones para arremolinarse en el centro del jardín, arrastrando a su paso cuanto encuentra. Los mayores caen al suelo, entre gemidos, algunos de los más jóvenes intentan abrirse paso hasta ellos para ayudarles, otros corren hacia la verja cerrada, en busca de una escapatoria.
En el interior de la centro de mayores, Morgana resplandece en su éxtasis de destrucción, su cuerpo ruinoso recobra parte de su antigua gloria. Sus brazos, que se agitan con temblores telúricos, ordenan la destrucción a su alrededor, sus cabellos vuelan libres, sus ojos refulgen con destellos de plata. Aspira con potencia de titán y Mireia se ve arrastrada hacia ella por una energía que no puede dominar, gira sobre sí misma, rueda por el suelo, siempre en dirección a la hechicera, grita, intenta asirse a cualquier punto que le pueda proporcionar un apoyo pero todo se escapa de sus manos, absorbido por la fuerza que emana de las fauces de la mujer.
Secun asoma por la puerta del despacho, desencajado. La tierra no ha dejado de temblar, el estruendo del aire que invade el edificio es atronador, el dolor se apodera de sus oídos, los miembros apenas le responden, aturdidos. Todo se mueve sin control, ve cómo la directora lucha por levantarse del suelo sin éxito. Inicia un movimiento de aproximación hasta ella, pugnando por avanzar en contra de los obstáculos que se van interponiendo en su camino, que llegan arrastrados desde todas partes del edificio, sillas, maceteros, cuadros, utensilios de cocina, ropas y papeles, como si el pasillo fuera el vórtice de un tornado.
Sin embargo, la tía Maruxa permanece estática, radiante, luminosa, dominante como una diosa terrible. Gira la cabeza hacia él y, con un movimiento imperativo de su mano, lanza contra él una ráfaga de viento helado que lo aplasta contra la pared. Intenta moverse, pero la fuerza que el aire ejerce sobre él es superior a la suya, deforma sus carnes, le impide respirar. El frío se hace insoportable, congela sus dedos, su nariz, cuartea su piel, la rasga hasta hacerlo sangrar agujas de sangre congelada.
Mireia se desliza hasta Morgana, que alza su pie y lo posa sobre su cabeza, exultante. La joven se resiste, con un gran esfuerzo levanta la cabeza bajo la presión del pie, la mira con los ojos inundados, el gesto descompuesto.
–Por favor…
–¡Deshaz tu maldición! –le conmina con voz de tormenta– ¡Libérame!
–¡No puedo! ¡No sé qué quieres de mí!
–¡Libérame o morirás conmigo!
–¡Por favor, déjame ir, dime lo que tengo que hacer, no sé lo que tengo que hacer! –las palabras brotan con dificultad, entrecortadas por el pánico. La presión del pie es cada vez más intensa, el rugido de la tierra y el viento la hacen casi inaudible.
–No me engañas, Myrddin Emrys, no puedes confundirme con tu aspecto. Los signos fueron inequívocos, las conjunciones, los prodigios, tu presencia bajo mi ventana. Y te presentas ante mí al día siguiente… –no baja la guardia, más bien al contrario, mientras enumera sus razones hunde más su talón contra el cráneo, aplasta la cara de la joven contra el suelo, mantiene en feroz movimiento aire y tierra– La nueva directora, la señora Merino Linares… ¿Creías que te burlabas de mí con tu juego, Merlín? ¿Escapaste de tu prisión para mofarte de mi desgracia?
La casa se remueve en sus cimientos, los gritos arrecian, algunos internos han sido abatidos por los objetos que se han desplazado de sus lugares, otros se acurrucan en rincones, aterrorizados e impotentes, hostigados por la fuerza del viento, las brechas que laceran la tierra se han tragado a otros.
–¡Libérame, Myrddin Emrys, sácame de esta prisión!
Alza su pie, se aparta un paso, la señala con el dedo en un gesto ascendente y el viento la empuja hacia arriba hasta dejarla en pie, rodeada, incapaz de moverse, como si una ligadura gigante e invisible la constriñera.
–¡Por favor!
Morgana la contempla, enfurecida, decepcionada. Sus ojos se vuelven de acero, su piel, blanca como el hielo que siente crecer en su corazón desengañado. Merlín no va a ceder, quiere apelar a su misericordia, agazapado tras las formas de esa mujer patética y suplicante.
–¡No! –ruge– ¡No! Si ésa es tu voluntad, si persistes en prolongar mi sufrimiento, el dolor que me ha afligido por siglos, morirás conmigo. He de romper estas ataduras que me asfixian.
¡Frío del Norte, hielos de la tundra polar, agua y nieve, hielo estelar, uníos a mí!
Que el helor de la muerte nos envuelva por siempre jamás.
El aire se satura de nieve, cristales de hielo se depositan en los cabellos de ambas mujeres, en sus ropas, entre los pliegues de sus arrugas, tan marcadas en una, apenas unos hilos en la otra. Sus carnes se hielan, sus huesos son columnas de cristal, todo a su alrededor se vuelve blanco.
Mireia grita de espanto y dolor, se trueca en estatua, retorcida en su último esfuerzo por escapar a un destino que no le pertenece, Morgana aúlla su amarga victoria.
Cuanto las rodea se cubre de nieve que de inmediato se convierte en hielo translúcido, los objetos y personas semejan insectos prehistóricos atrapados en ámbar azul, la hechicera se transforma en una roca helada, los brazos congelados en el que será su eterno gesto de poder sobre los elementos, el brillo blanco de sus ojos, para siempre fijos en la pétrea Mireia, compite con el del hielo que será su ataúd.
El viento ha cesado, la tierra está en reposo.
En el centro de la cueva del bosque de Brocelianda, Merlín añade una lágrima helada a las muchas que ha derramado en su cautiverio, únicas, insignificantes muestras de su antiguo poder.
El interior del Centro de Mayores Rosalía de Castro es ahora una cueva de hielo que acoge los cuerpos de cuantos no lograron escapar a la ira de la hechicera, sus jardines, terreno devastado, testigo de una guerra sobrenatural.
Más allá de los muros de la institución, el sol de julio brilla con calor de verano.
Fin
¡Frío del Norte, hielos de la tundra polar, agua y nieve, hielo estelar, uníos a mí! Y que vuela Mireia. que no no deje huérfanos sin sus aventuras.
ResponderEliminar¡¡¡IMPRESIONANTE MAESTRA!!! Maravilloso, se me ha hecho muy corto, quería seguir y seguir leyendo, pero se acabó, mucho antes de lo que yo quería.
ResponderEliminarMagnífica historia.
También se me ha hecho muy corto.
ResponderEliminarMe ha recordado en cuanto al juego del nombre, a "La importancia de llamarse Ernesto", de Wilde.
He sentido pena por Mireia, a pesar de que ya habías anticipado algo.
Una mente como la de Morgana, no puede ser acosada por una pista tan tremenda Mer... Lin...
Y como siempre, Ana, la magia de tu pluma, dominadora de situaciones límite, esa fuerza, eso modo de transmitir ambientes y sentimientos, esa capacidad para volar en el tiempo y en el espacio...
Y al final has conseguido que Merlin (el verdadero) me deje de caer tan bien como me caía.
¿Puede la sed de venganza, ser tan grande, que no nos importe perecer, si con ello arrastramos a nuestro enemigo?.
ResponderEliminarQuerida Ana, fantástico relato, no he hecho comentarios antes, hasta haberlo leído completo, me ha gustado mucho y como a todos, me ha parecido corto.
Felicidades y a ver cuando nos deleitas con otra historia tuya.
Besicos.
Confieso que hubo un momento en que me perdí en tu fantasía, Ana, pero ahora lo he visto claro. Muchas M para todos los nombres, salvo para Secundino, que para eso es secundario.
ResponderEliminarEnvidio tu imaginación y además has descrito de maravilla el momento del caos, se podía sentir.
Mil besos, estos de verdad.
Enhorabuena Ana, un relato soberbio, como magnífica esa puesta en escena, en la que podemos oír el ensordecedor ruido de la paredes crujiendo y agrietándose y cayendo al vacío, el viento huracanado, los cuerpos retorcidos y horrorizados hasta que llega esa paz inmensa y helada. Creo que no podré ver a Morgana ya de otra manera que no sea a esa que encarna la tía Maruxa.
ResponderEliminarDespués del comentario de Marco y tu propio relato no voy a describir nada yo. Lo que noto es que la primera vez la tormenta estaba localizada alrededor de Mireia y de la anciana y que la secunda vez, cuando la tía Maruxa se equivoca creyendo que esta Mireia es Mer...Lin... (estupenda idea), y la equivocación ya es un signo de decrepitud, todo se vuelve caos en todas partes y todos acaban congelados, todo acaba helado en esta cueva del título. Así se acabó la leyenda.
ResponderEliminarEnhorabuena, Ana.C'est parfait comme ça. Esperamos otro. Un beso.
Muchísimas gracias, chicos.
ResponderEliminarHoy ha sido otro día loco y estoy hecha gofio. Mañana os respondo como merecéis.
Un abrazo de todo corazón a cada uno y a los que quedan por ahí
Hola Ana. Ya en Tenerife... Me has dejado igual de helado que las dos protagonistas. No he podido escapar y he quedado allí, en la Cueva de Hielo.
ResponderEliminarSin duda, por encima de la Historia que ha sido intrigante, con escenas muy llenas de sensaciones, destacan las dos protagonistas con esas personalidades tan antagónicas y marcadas, bajo la atenta mirada de un Merlin, siempre presente a la vez que ausente, que termina llorando una vez más desde su tumba de hielo. Y por encima de ellas, mi querida Ana, destaca tu manera de escribir, tan llena de imágenes y fuerza. Gracias por haberme llevado estas semanas por este viaje tan excitante. Un fuerte abrazo.
FranCo, nunca pude imaginar que quisieras una segunda parte pero aún menos con Mireia.
ResponderEliminarEn cualquier caso, me halaga que te apetezca que vuelva un personaje mío. Me has hecho pensar en ello. No sé, tal vez algún día, aunque yo prefiero traer de vuelta a Morgana o a Merlín, o a los dos. Pero si tú prefieres a la chica, veré qué puedo hacer.
Querida Inma, me encanta que te haya sabido a poco, pero el formato de este relato debía ajustarse, más o menos, a este tamaño. A mí también me habría gustado hacer algo más largo, ya me conoces. En fin, mejor que sepa a poco a que empalague. Vamos, digo yo.
Amando, Mireia olía a muerto desde el principio. Era necesario que muriera para que la ceguera de Morgana, que tan bien supiste identificar, tuviera una víctima. Aunque no lo creas, me pensé mucho si matarla o dejar que escapara de alguna manera, pero esta es una historia trágica –muchas lo son– y no quise hacer concesiones. Morgana no solo es engañada por la pista del nombre sino por la conjunción de hechos que ella interpreta mal, después de siglos de esperar que Merlín rompiera su maldición y fuera por ella. No es solo un síntoma de senectud, es más la consecuencia lógica de su obsesión.
Lo que no entiendo es por qué Merlín te ha caído mal. ¿Por ser incapaz de escapar de su prisión? ¿por llorar?
Querida María, estaba segura de que esperarías hasta el final para comentar. ¡Y de qué forma! Has dado en el clavo. El deseo de venganza que puede cegarnos y hacer que cometamos las mayores barbaridades contra los demás e, incluso, contra nosotros mismos.
La ceguera que causa la obcecación, que materializo en forma de cataratas, y la necesidad patológica de venganza, son las claves de este relato, al menos, para mí.
Sigo...
Isolda, has captado bien el juego de “M”, aunque confieso que lo hice porque me resultaba musical el nombre de “Mireia Merino”, y me he reído mucho con lo de “Secundino–secundario”. Un montón.
ResponderEliminarCreo que este relato debería haberlo publicado completo, para poder leerlo de un tirón, y así habría resultado menos liante, pero no quise hacerlo por miedo a espantar al personal con tanta página.
Respecto al caos, me encanta el caos, imaginarlo, contarlo. Supongo que eso se nota.
Ay, Marcos, si tú describes el cataclismo que causa Morgana mejor que yo!!! No sabes cómo me alegra ver que te ha gustado y, más aún, que ahora identifiques a la magnífica Morgana Le Fay con la tía Maruxa. Eso sí que me parece un auténtico éxito.
Catherine, es cierto, son muchos los siglos que Morgana lleva rumiando su odio y, quieras que no, sus reflejos no son los mismos. De lo que no estoy tan segura es de que con la tormenta de hielo se acabe la leyenda: Merlín y Morgana son unos arquetipos tan fantásticos con tantas interpretaciones como se pueda imaginar. Al menos, eso espero.
Sigo...
Querido Miguel Ángel, gracias a ti por haber llevado contigo a mi Morgana y a Merlín, metidos en un cachito de hielo.
ResponderEliminarCreo que has sido capaz de sentir esa mirada constante de Merlín, el cautivo que solo es capaz de llorar por su eterna desgracia, impotente para escapar.
Muchísimas gracias a todos, FranCo, Inma, Amando, María, Isolda, Marcos, Catherine, Miguel Ángel, por haber leído En la cueva de hielo. Ha sido algo muy importante para mí poder compartirla con vosotros.
Te mandaría besos en francés, Catherine, pero siempre me ha confundido la forma de hacerlo (y he buscado unas expresiones que nos dijiste un día y que ahora no recuerdo), creo que sería “je t’embrasse, Catherine”, pero tengo miedo de meter muuuuuuuucho la pata.
Un montón de abrazos, besicos y besos desde el sur y para el norte, para todos
IMPRESIONANTE... El que se queda helado soy yo. Enhorabuena, has conseguido que parte de mi se quede con las dos protagonistas en esa cueva de hielo. Mi reconocimiento, sin duda, se queda contigo. Me quito el sombrero, ESCRITORA (en mayúsculas)
ResponderEliminarTu francés es perfecto, Ana. Los besos han llegado hasta un pueblo de montaña en Oisans, en los Alpes; pues me voy a Saboya, los Alpes todavìa.
ResponderEliminarHasta luego, pero antés te mando una palabra con ^: la forêt, el bosque (de Brocéliande).
Je vous embrasse tous.
Muchas gracias, Carlos. Tus palabras me han emocionado. Solo el hecho de que hayas leído el relato y haber podido contar con tus comentarios significan mucho para mí.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, Carlos
Catherine, mi francés era aceptable, pero ahora solo quedan los restos. Sin embargo, me proporciona la posibilidad de tener un punto extra de conexión contigo. Qué suerte poder estar en Los Alpes! Gracias por esa hermosa palabra para la que aún sigo sin poder encontrar la forma de escribir el acento circunflejo. Je vous embrasse encore.
Me he retrasado tanto para comentar con calma el relato simar que lei hace dos días que ya no me queda nada por decir. Nuestros queridos comentaristas han sido muy sensibles a lo que querías expresar.
ResponderEliminarHabía subrayado las frases de este capítulo que en mi opinión reflejan el espíritu de la historia y que ya todos han comentado. No me resigno a no ponerlas:
"¡No! –grita Morgana, enfurecida, obcecada, incapaz de ver que la mujer que tiene frente a sí no es su enemigo. Siglos de dolor la ciegan.Sus ojos se vuelven de acero, su piel, blanca como el hielo que siente crecer en su corazón desengañado. Merlín no va a ceder, quiere apelar a su misericordia, agazapado tras las formas de esa mujer patética y suplicante.–¡No! –ruge– ¡No! Si ésa es tu voluntad, si persistes en prolongar mi sufrimiento, el dolor que me ha afligido por siglos, morirás conmigo. He de romper estas ataduras que me asfixian.Sus carnes se hielan, sus huesos son columnas de cristal, todo a su alrededor se vuelve blanco.Mireia grita de espanto y dolor, se trueca en estatua, retorcida en su último esfuerzo por escapar a un destino que no le pertenece la hechicera se transforma en una roca helada, los brazos congelados en el que será su eterno gesto de poder sobre los elementos, el brillo blanco de sus ojos, para siempre fijos en la pétrea Mireia, compite con el del hielo que será su ataúd."
"En el centro de la cueva del bosque de Brocelianda, Merlín añade una lágrima helada a las muchas que ha derramado en su cautiverio, únicas, insignificantes muestras de su antiguo poder"
Un abrazo Á.
Desbrozando repaso todos los aciertos de esta historia magnífica y singular
ResponderEliminar1)El núcleo: Morgana no puede seguir viviendo en este cuerpo y necesita encontrar a Merlín. Su odio la confunde y destruye inocentes, o no tanto?
2) La recreación presente/pasado, con todo tipo de detalles del Mito/leyenda de los dos Magos, en el que destacan la descripción magnífica de lugares (Palacios de oro, cuevas que tienen vida) y emociones ambivalentes.
3) Los conjuros. El lenguaje de Maruxa tienen una fuerza inmensa de la que son responsables a la limón el estilo grandioso, la gran imaginación y el riquísimo vocabulario que utilizas.
4) Los ancianos, el lugar, la visita de la directora a los internos, Secundino...todo tan triste, tan gris, tan convencionalmente marchito.
5) Las catástrofes descritas de tal manera que hacen que el lector se vea inmerso en el huracán , en el terremoto y en el bloque de hielo. He visto volar las hojas,caer los cuadros, salir sapos y culebras de la boca de Morgana ,elevarse por los aires a Mireia y me ha dolido su cabeza aprisionada contra el suelo.
6)Las emociones: de Morgana retadora en la cueva, desesperada en el geriátrico. De Mireia que,encerrada en su huída, no entiende nada; a su mente cuadriculada y utilitaria solo le interesa un lugar para reponerse y olvidar. De Merlin
que se autocastiga por no perder y sigue castigado en el bloque de hielo, aunque después de tantos siglos con su lágrima expresa un punto de flaqueza.
Esta enumeración es mi manera de decirte, cada uno se expresa como puede, que en "La cueva de Hielo" hay una escritora.
Una escritora capaz de moverse con agilidad por terrenos literarios muy diferentes y con la sabiduría y madurez de montar una historia compleja, partiendo del mundo de la fantasía que maneja como nadie.
Me ha gustado mucho. Quiero más.
Y a ti. Un abrazo Á.
Ana, en mi teclado el acento ^^^^^, está a la derecha de la tecla "P", y tienes que pulsar la tecla para las mayúsculas a la vez.
ResponderEliminar^^^^^Besicos^^^^^^
Querida Ángeles, ¿qué puedo decir ante esta maravillosa disección de la historia que me has regalado?
ResponderEliminarQue me has dejado muy emocionada y feliz.
Has sabido captar a la perfección todos los detalles que quise reflejar. Bueno, para ser justa, debo decir que todos habéis sido muy generosos con vuestros comentarios. Todo un premio.
Tú, Ángeles, además, has conseguido estructurar los puntos clave del relato en una síntesis estupenda.
Muchísimas gracias por todo. Por tus palabras, por tu entusiasmo, por tu cariño.
Un abrazo de oso, con todo mi corazón.
Querida María: mi problema es que soy una caprichosilla que se compró un Mac portátil y el teclado no se usa de la misma forma que con los pc y, aunque tengo el acento circunflejo donde indicas, no he sido aún capaz de encontrar la combinación de teclas que lo activa.
En cualquier modo, muchas gracias por el consejo. Eres un sol.
Muchos besicos, circunflejos, graves y agudos, de todas clases.
Ana, cuando uno imagina, falseamos y nos distanciamos de la realidad.
ResponderEliminarFelicidades.
Muchas gracias, FranCo. Ya sabes que yo suelo andar bastante distanciada de la realidad, siempre que la vida me lo permite.
ResponderEliminarUn abrazo bien fuerte
Mâría, Câtherîne: lô êncôntré!!!!!
ResponderEliminarY era lo más fácil de todo. Aún no me puedo creer lo torpe que he sido, estaba delante de mis narices...
Gracias, chicas, por vuestros acentos circunflejos, y por tantas otras cosas.
Abrazos y besicos
"...sangrar agujas de sangre congelada". ¡Genial, estruendoso! ¿Y no se podrá deshelar el hechizo? La pobre Mireia, ella solo iba a trabajar y tuvo que tropezarse con la rencorosa bruja miope. Yo creo que habría que darle otra oportunidad, ¿no? A lo mejor podrían hacerse amigas al final y buscar juntas al malvado Merlin, o, más al uso, podrían reunirse todos en "europeo" aquellarre para limar asperezas, no sé, ambientarlo en Estrasburgo o así. Es que destrozar de esa manera una residencia de ancianos que tenía tan buena pinta, con lo mal que está el asunto... Bueno, Anita, ya sabes, que como ahora nos ha dado por cambiar los finales, pues me he lanzado. Es que me has hecho coger unos nervios...
ResponderEliminarAy, Ángeles! Me encantaría ese europeo aquelarre. Solo necesitamos un buen microondas.
ResponderEliminarLo bueno que tiene la magia es que puede cambiar el orden supuestamente natural de las cosas así que, quién sabe.
Voy a tener que plantearme seriamente sacar a Morgana de este atolladero.
Muchas gracias por tus palabras.
Un montón de abrazos, muy europeos