Tengo una particular relación con el color violeta. La visión de ese color me repercute en la memoria. Yo tenía un coche violeta por un lado y rojo por el otro. Hace muchos años. Tantos que ni me acuerdo. De todos mis juguetes, ese se me ha quedado en la memoria como mi favorito. Recuerdo otros juguetes, pocos. Pero sólo ese ha tenido el honor de ser el favorito. Pese a que únicamente me recuerdo jugando con él en un lugar de la casa de mi abuela, probablemente un solo día. En ningún otro sitio. Solo allí, ese instante. En un pasillo a cielo descubierto. No tengo ningún recuerdo de juguetes en mi casa de las Palmas, a pesar de que en ella vivíamos la mayor parte del tiempo. Los fines de semana y las vacaciones, es decir, cuando éramos libres, los pasábamos en la casa de mi abuela. Por eso casi todos los recuerdos de mi infancia son de casa de mi abuela. Todas las aventuras de infancia las viví allí, con mis hermanos, y con los vecinos: Paquito y Martín. Si recuerdo algún amanecer de gallos, es en el patio de la casa, y a mi madre, rodeada de gallinas, explicándonos lo que decían los gallos: “Cristo ya está aquiiii”, “Cristo, ya llegooo”. Y ¿qué sería de mi adolescencia sin mis primas, que vivían en las proximidades?
El día de Reyes lo pasábamos en la casa de mi abuela. Los Reyes Magos nunca se equivocaban porque mis padres se iban a Las Palmas para avisarlos. Las emociones también se recuerdan y también se olvidan. Las mías casi se han apagado ya, los nervios de la noche anterior, el ansia por acostarnos pero la imposibilidad física de quedarnos quietos y dormir. El despertarnos a oscuras y avisarnos unos a otros para ir juntos en busca de los zapatos. Todo eso que me limito a mencionar, ya no lo recuerdo más que con la mente. Nunca, en todo el año, madrugábamos tanto como en día de reyes. Mi padre se levantaba enfadado con una zapatilla en la mano y nos pastoreaba de vuelta a las habitaciones. Pero nos volvíamos a levantar y nos arrastrábamos por el suelo y gritábamos susurrando y robábamos los juguetes y nos volvíamos, cada uno el suyo, con ellos a la cama, a esperar que el maldito sol se levantara de una vez. Y cantaba el gallo, despistado, a las cuatro de la mañana y allí que saltábamos gritando y mi padre volvía a levantarse. Años después, era él el primero que se despertaba y abría la puerta de la habitación y gritaba “Día de Reyeees”, y éramos nosotros los que le gritábamos que se callara y le lanzábamos la zapatilla por haber encendido la luz. Después nos levantábamos por pena de él que echaba de menos aquellos viejos tiempos. Pero ya no era igual aquella reunión entorno a los zapatos, las sonrisas cohibidas desenvolviendo los regalos, casi indiferentes. Nosotros también echábamos de menos los viejos tiempos. Cuando cualquier cosa ilusionaba, aunque nunca coincidiera con lo escrito en la carta.
Un año apareció ese coche. Violeta por un lado y rojo por el otro. En la parte de delante tenía un mecanismo que le permitía, al chocar contra un obstáculo, levantarse, empujado por las voluminosas ruedas traseras, hasta ponerse casi vertical, y luego caer por el otro lado y seguir andando alejándose. Era un coche con dos caras, ahora rojo, ahora violeta. Me maravillaba verlo moverse de pared a pared. Incansable: ahora violeta, ahora rojo. Y vuelta otra vez. ¡Qué estupidez! Con qué cosas se entretienen los niños. Me fascinaba aquel color violeta. Tanto que se me quedó en la memoria. Y me entra melancolía cuando veo ese color en cualquier parte, en una pared, en un libro, en un coche de juguete.
Texto Ricardo J. Pérez García
¿Por qué estupidez...?
ResponderEliminarLa magia siempre nos llama la atención. Y hay tantas cosas que parecen magia. Lo malo del asusnto es cuando descubrimos que todo se debe a un simple mecanismo, y desaparece la magia. Pero ese momento de magia...
Muy hermoso recuerdo de una época que aunque pasó, permanece en nuetra memoria.
Seguramente el color violeta, se ha quedado grabado en tu mente, ya que tiene un gran efecto sobre ella, aporta paz y tranquilidad, encauza las energías positivas,es relajante, tiene que ver con la espiritualidad. Es un color que aporta cosas buenas.
ResponderEliminarSaludos.
Me has puesto melancólica, violeta. ¿Por qué los recuerdos se fijan a algo que puede parecer intrascendente?
ResponderEliminarHas hecho un buen trabajo trayéndonos las sensaciones de una época que pasó en el tiempo pero que no se borra de nuestros corazones.
Un abrazo, Ricardo
A mi también, Ricardo, me quedan en la memoria los recuerdos de sensaciones de nudo en el estómago ante el despertar del día de Reyes. Y siempre hay un juguete que queda grabado no sabemos exactamente porqué. A mi me pasó con un castillo, de esos de armar. Nunca lo pude olvidar. Tampoco esa emoción. Me ha gustado cómo lo has plasmado en el texto Ricardo.
ResponderEliminarEn los cuentos que me inventaba a los 4 años tenía un coche, un Ford Vedette como el de mi tío, con ruedas en el techo. No me acuerdo del color, lo inventé después de un accidente cerca de la casa. Ya ves que me traes recuerdos también a mí que vive en un país en el que el día de los Reyes sólo hay une pastel con una haba que designa el que se pondrá la corona de papel dorado.
ResponderEliminarMe traes también recuerdos de la Noche buena, el día parecido aquí a vuestro noche de Reyes con este texto melancólico. es verdad que sin niños pequeños en casa el día mágico se vuelve diferente.
Me alegra que el texto haya despertado estas emociones. Gracias por leerlo.
ResponderEliminarEste texto me ha transportado a mi infancia. He recordado los nervios y la emoción de ese día. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo. Iria L.
En estas fechas en las que ripia ver colgados los adornos de navidad, y aún huelen a nuevas la zapatillas dejadas por los Reyes magos, me emociona leer este entrañable texto.
ResponderEliminar