La mujer que me llevó a la cama tenía treinta años. Me acorraló, me tomó por asalto. Con desparpajo, me hizo guiso. Desabotonó mi camisa fucsia de mangas cortas, boca a boca deslizó su chicle dietético, bajó el cierre de mi pantalón de pana y tanteó. Su olor, su inconmensurabilidad, me pudieron. Hasta entonces me habían bastado el ajedrez, mi empleo en la empresa de mis tíos, el físico-culturismo, la religión, Héctor, o Luis, tostarme. Me logró calentar lo justo, lo imprescindible. Y la monté..., mamá.
Texto: Rolando Revagliatti
Que relato más raro.Empieza estupendamente, muy prometedor y luego languidece letra a letra...
ResponderEliminarMe imagino la cara que puso la madre cuando se lo contó...
ResponderEliminarUn abrazo
¡Oh, Dios mío! Olvidó pedirle permiso a la madre y ahora tiene que confesarse... terrorífico, siniestro. Estupendo.
ResponderEliminarEstupendo relato. ¿Supera la culpas de sus inconsciente? Ha superado, por fin, los prejuicios inculcados por su madre, la religión...?
ResponderEliminarCoincido con PilarA.
ResponderEliminarTexto que "Promete" hasta que "mete".
Me alegra ver que este texto ha despertado opiniones dispares. Ya era hora.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con FranCo y con Pilar: creo que un final más elaborado subiría mucho la calidad de un texto que empieza con muy buen pie.
Saludos,
Anabel
Mi puntual agradecimiento a quienes opinaron sobre el microrrelato. Y un gran saludo a todos los que hasta aquí lleguen, desde Flores, barrio de la ciudad de Buenos Aires, la Argentina.
ResponderEliminarhttp://rolandorevagliatti.blogspot.com
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