–Niña, tú te acuestas en la cama, que yo me quedo en el sillón.
Apenas alza la voz, pequeña y comedida, como toda ella.
Ochenta y ocho años de discreción, solo un par de ideas le rondan esta noche: que su hija duerma bien, en la cama, y que sus pájaros estén atendidos.
Ingresa de urgencias porque una infección mal curada se ha hecho fuerte en su pecho, pero nadie diría que está enferma, más aún, nadie diría que está en la habitación.
Duerme sin que se la oiga respirar, pide lo que necesita, pero sin estridencias.
Y, por la mañana, insiste en que su hija le coloque una pañoleta anudada bajo el mentón, sobre la que destacan los tubos del dispensador de oxígeno, porque tiene el pelo muy tieso y hay que estar curiosa. Y mantiene las medias negras aunque lleve el camisón ofensivo que unifica a todos los enfermos y se niega a comer la comida porque está desabrida. Y quiere regalarle a la auxiliar los justillos que lleva puestos, que tanto le han llamado la atención, y que ella misma cose porque los sujetadores dañaban su piel delicada.
Aún barre la acera de su casa
y se bandea por sí misma, aunque sus hijos siempre estén al quite, independiente, con el carácter recio de las que sobrevivieron a las calamidades de la guerra y a las obligaciones de una casa de familia sin las comodidades de finales del siglo XX.
Ochenta y ocho años de una vida invisible, como la de tantas mujeres de su generación, que ahora destaca como negro sobre blanco en el mundo estridente y uniformado de la habitación de hospital donde su presencia es una rara y afortunada coincidencia. Tan rara y afortunada como su deseo de pasar la noche sentada para que su hija se sintiera cómoda, que jamás olvidaré.
Texto: Ana Joyanes
Narración: La Voz Silenciosa
Es más que un relato: es la vida misma, la vida de una gran mujer anónima.
ResponderEliminarMe ha emocionado.
Un beso, Ana,
Anabel
Muchas gracias, Anabel.
ResponderEliminarHay tantas mujeres que pasan desapercibidas y que, sin embargo, son tan grandes...
Un abrazo
Amiga AnaJ., cuando tienes tiempo y reparas en los seres invisibles, te percatas de que su vida anónima ha tenido y tiene un sentido: Hacer feliz a los seres que quieren. Y la única recompensan que obtienen en casi todos los casos es la indiferencia y en otros acabar en un geriátrico como los muebles con polilla.
ResponderEliminarEs una maravilla abrir el ordenador a buena hora de la mañana y encontrarse con esta primera lectura del día para unirse definitivamente al mundo, para mirarlo con otros ojos, con los tuyos, Ana, con la mirada que acuna la vida y que se fija en lo que importa.
ResponderEliminar¡Cómo me recuerda esta mujer a tantas mujeres que han vivido tan pendiente de quienes le rodean, que hasta su propia enfermedad no es lo primero en la lista de preocupaciones!
Tengo la fortuna de poder disfrutar de mi abuela, ¡de 94 años!. Con la cabeza fresca y aferrada a la vida. Luchando por arrastrar su rodilla de huesos de metal y controlando todo lo que se mueve a su alrededor con sus ojos chisposos. Quedan pocos. Cada vez menos. Es una raza en extinción. Ahora vemos viejos de 50 vacíos y oscuros vagando en busca de no se qué. Personas como mi abuela, como tu gentil anónima, Ana, son el espejo en que me quiero mirar.
ResponderEliminarQuería felicitarte por este texto no solo por lo que dices sino por lo que eres capaz de ver en las personas que a diario encuentras en tu camino.
No cambies nunca. Un abrazo,
Queria escritora, enhorabuena!!! se me han saltado las lágrimas!! de emoción, eso sí. Y es que esa señora de pañuelo negro, piel blanca, pelo encrespado y tieso (como ella dice) y que usa un vocabulario "singular" es mi entrañable abuelilla... !Qué cosas tiene! ¿verdad? "Que se ponga en la cama...! Ay Dios mío! Me han encantado tus palabras, muchas gracias. Dale un besico fuerte de mi parte, le dices que es de parte de su nieta Luz, que está en Madrid. Está sordilla y mi timbre de voz apenas lo escucha... Tanto es que, el día de mi cumpleaños me llamó para felicitarme. Iba yo por la calle y hablando con ella a grito pelao. !Imagínate!, y me preguntaba ella: "¿Estás guapa?" y yo le respondía -"Sí, estoy guapísima!" !Cualquiera que me oyese diría que no tengo abuela! Ja ja ja... Mi abuelita es muy particular y eso, muy entrañable. Muchas gracias por tus lindas palabras. Me han encantado...
ResponderEliminarSe me han saltado las lagrimas y los vellos están como escarpias y, para rematar, las palabras de su nieta. Que cosas tan grandes podemos hacer con unas palabras bien escritas... Te acuerdas: "cambiar el mundo".
ResponderEliminarUn beso Ana eres simplemente grande.
Otra joya de las tuyas, Ana. Es cierto estas mujeres que han sufrido lo indecible y nunca se quejan, viven más que nadie y se ocupan de todos antes que de ellas mismas. Es una generación especial!
ResponderEliminarMuchos besos para esas abuelas y para ti, querida.
Hola de nuevo. Como ha llegado a mis oídos que mi "abuelita" ha recibido mis letras, pues aquí le dejo otras... Y con una foto, !para que me vea! Aunque dirá que no se me ve la cara, pero bueno, para ella, su nieta, siempre está guapa. Un beso enorme para ella y saludos para todos los demás. !Qué paséis un fantástico fin de semana! Y, abuelita, tu ponte bien !qué aún tienes que venir a mi boda!! y hacerme la regalía... Ya me imagino tus risiñas, un fuerte beso! Tu nieta que te quiere, Luz...
ResponderEliminarFranCo, ¡cuánta razón llevas!
ResponderEliminarHemos cambiado la carga de sabiduría y experiencia que suponían los abuelos por el sentimiento de que son una carga.
Afortunadamente, de tanto en tanto aparecen mujeres -y hombres, ¿por qué no?- tan de una pieza como esta señora, y familias que saben apreciarlas como se merecen. Y encontrar eso es muy emocionante.
No sabes cuánto me alegra, Amando, poder haber contribuido a que tu mañana empezara con una visión distinta del mundo y, confío, acogedora y sana. Creo que la vida está compuesta de pequeñas maravillas cotidianas, como la posibilidad de encontrarnos con esta mujer -y otras como ella- que nos recuerdan que aún es posible la generosidad y el amor.
Miguel Ángel: qué suerte tan grande tienes de poder disfrutar aún de tu abuela. Créeme si te digo que te envidio.
ResponderEliminar¿Me permites que me apropie de tu deseo de mirarme en el espejo de mujeres como ellas, todo carácter y corazón?
Muchas gracias por tu comentario. Me has sacado los colores (y me has hecho feliz).
Inma, ahora has sido tú la que me ha puesto los pelos como escarpias.
¿Qué puedo decirte, amiga? Tal vez que, leyendo tu comentario, me reafirmo: cambiemos el mundo.
Isolda, sí que estas mujeres componen una generación especial. Han debido trabajar mucho, sufrir mucho, privarse de mucho y, sin embargo, han sido generosas y han derrochado amor. Ojalá se pueda decir lo mismo de nosotras cuando lleguemos a su edad.
Un montón de abrazos para todos: Anabel, FranCo, Amando, Miguel Ángel, Inma e Isolda.
Querida Luzdluz, no sabes cuánto me ha alegrado que mi pequeño relato te haya gustado.
ResponderEliminarTu abuela es una persona muy especial que me llegó al corazón desde el primer momento en que la vi, silenciosa y dispuesta a pasar una mala noche con tal de que su hija no se incomodara. El resto de los detalles que siguieron me confirmaron la buena pasta de la que está hecha.
Se ha puesto muy contenta con tus comentarios y, como preveías, dice que estás muy guapa. Y que, si llega viva a tu boda (no me queda la menor duda de que lo hará), te hará tu regalía.
Ha sido todo un privilegio conocerla y, de paso, conocer a tu familia.
Eres muy afortunada.
Un abrazo
Una maravillosa historia y muy bien contada. He disfrutado y me he emocionado. Un beso, querida Ana.
ResponderEliminarUn hermoso homenaje a nuestras mujeres anónimas: aquellas que lloraron y sufrieron el silencio de la noche más larga, la guerra , el hambre, la intolerancia, el olvido. Y siguieron después de derramar tanta vida y tantas fuerzas "sentada, allí, toda la noche para que estuviésemos cómodos".
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchísimas gracias Ana. Lo cierto es que sí, soy afortunada. Y tu también, no lo dudes. Afortunada por saber poner las letras tal como las pones y transmitir cosas bonitas que llenen de emoción a quién las lee. Y afortunada, seguro, por otras tantas muchas cosas. Mi abuelita es muy especial. Por mucho que el tiempo pase y la vida cambie, ella se quedó con lo que vivió. Y sí, nadie mejor que ella sabe la vida que ha tenido. Criar a sus hijos sola, pues enviudó siendo joven y sacarlos a todos adelante en aquéllos tiempos. Ahora le llenan de orgullo sus nietos y bisnietos, que también los tiene! Todo un amor!!! te mando un beso con mucho cariño, Ana.
ResponderEliminar¡Qué desborde de generosidad!, de las que no se llevan en estos tiempos. Ana, tu texto me ha aguado los ojos, será que en mi recién estrenada nueva andadura profesional me estoy encontrando a todos los abuelos de los que nunca pude disfrutar. Gracias por repartir ese amor sereno de la buena vejez.
ResponderEliminarUn beso
Querida Pilar, me alegro de haber tocado tu corazón como la protagonista tocó el mío. Un abrazo grande, maña.
ResponderEliminarMarcos, solo puedo suscribir tus palabras. No podría expresarlo mejor.
Un abrazote, desde enfrente.
Ángeles mía, cómo te entiendo! El contacto con tantas personas mayores, maravillosas personas mayores, día a día, tantas veces en circunstancias difíciles, nos permite tener experiencias únicas y riquísimas, de las que ponen los pelos de punta y el corazón en un puño y nos hacen sentir muy pequeñitas. Tenemos mucha suerte, Ángeles. Un beso grande.
Querida Luzdluz, muchísimas gracias por tus palabras.
Recibe un abrazo muy especial, de todo corazón.
Querida Ana:
ResponderEliminarMe has tocado con la historia de la enferma que, ni siquiera estando mala, se da importancia a sí misma para seguir cuidando de los otros.
Te has fijado en la persona invisible que ,como tantos otros, están en hospitales y residencias, a la que todos llamamos: "Abuela", unificando con una palabra diferentes experiencias, diversas maneras de ser y de estar, y negandoles el protagonismo que ellas mismas nunca han querido tener para dárselo a sus hijos y nietos.
"Yo me siento en la silla": la generosidad de quien es feliz dando.
Gracias Ana por tu relato y por la sensibilidad al captar detalles que nos abren a otros los ojos.
Un abrazo Á.
Gracias a ti, Ángeles, por estar siempre con los ojos muy abiertos y por tus palabras, tan hábiles para traducir la realidad.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande, amiga
Qué tesoro de mujer, qué tesoro de relato. Una mujer de la vieja escuela, aquella escuela que enseñaba que los demás estaban antes que uno, y los años las convertían en sabias y maestras de la sencillez y la humildad. Bellísimo...
ResponderEliminarFelicidades Ana por ester texto lleno de emoción, por ese klenguaje alk quite del personaje, por tu vivencia. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Isabel Mª. Me alegra haber podido compartir contigo emociones.
ResponderEliminarUn abrazo
Querida Dácil, no sé cómo se me escurrió tu comentario entre el resto.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tus apreciaciones. Fue todo un privilegio conocer a una mujer como ella.
Un abrazo enorme
¡Qué suerte que la Voz nos cuente hoy esta vida invisible! que me había perdido.
ResponderEliminarTú Ana, a pesar del camisón supiste destacar los detalles que hacen que esta mujer representa todas las de su generación. Necesitamos médicos que vean a pesar del camisón con quien hablan.
Es un retrato muy cariñoso, Ana, bien en tu estilo. Y los mensajes de su nieta suman aún más vida y cariño a tu texto.
Un beso escritora-médico atenta.
José Francisco, mil gracias por dar vida a este relato.
ResponderEliminarFue muy emotivo todo cuanto lo rodeó en su momento y tu voz me trae de nuevo todos los sentimientos que se movieron en torno a él.
A veces me he preguntado cómo seguirá su protagonista y deseo que esté bien y gozando con su familia.
Fue una persona especial en un momento especial.
Gracias por traerlo de nuevo al presente.
Querida Catherine,
ResponderEliminarcómo echaba de menos tu visión acerca de lo que escribo y lo que me mueve!
Qué alegría tenerte cerca, de nuevo!
Un abrazo enorme