Estoy en la cama, o en la mesa de trabajo, estoy en la oficina, estoy en mi salón, en mi calle que no es mía, estoy y escucho el aullido de la historia.
Entonces, yo que pertenezco a casi todos, a mi familia, al banco y a los organismos, a los que se benefician con mi trabajo y a los que me leen, a quien me paga cada mes, a los visitantes y a los que visito, presto atención al aullido y tomo asiento, y pongo mi pómulo ligeramente orientado hacia el lugar donde proviene la vida. Y es que procuro tener fe.
Hoy no he abierto el libro, ni el frigorífico, ni siquiera los ojos. Reconozco que procuro tener fe, y tiendo a confiar a que se mantenga.
Soy está piel y las legañas que se agarran a mis ojos, y la vírgula que nace en mi sien y se dilata en la mejilla, descendiendo hasta la mandíbula y que cada vez que se mueve rebana la atmósfera.
Soy zapatillas blancas, pies y sustancia completa, y aquella camiseta desgastada de color infausto, soy y , me inclino a creer que soy este temblor frío, misericordioso, que escucha el aullido de la historia, y me miro las manos raramente, asombrado, de que alguien pueda tomar mi vida y relatarla como si fuera un aullido.
Entonces, yo que pertenezco a casi todos, a mi familia, al banco y a los organismos, a los que se benefician con mi trabajo y a los que me leen, a quien me paga cada mes, a los visitantes y a los que visito, presto atención al aullido y tomo asiento, y pongo mi pómulo ligeramente orientado hacia el lugar donde proviene la vida. Y es que procuro tener fe.
Hoy no he abierto el libro, ni el frigorífico, ni siquiera los ojos. Reconozco que procuro tener fe, y tiendo a confiar a que se mantenga.
Soy está piel y las legañas que se agarran a mis ojos, y la vírgula que nace en mi sien y se dilata en la mejilla, descendiendo hasta la mandíbula y que cada vez que se mueve rebana la atmósfera.
Soy zapatillas blancas, pies y sustancia completa, y aquella camiseta desgastada de color infausto, soy y , me inclino a creer que soy este temblor frío, misericordioso, que escucha el aullido de la historia, y me miro las manos raramente, asombrado, de que alguien pueda tomar mi vida y relatarla como si fuera un aullido.
Texto: Michel Manuel Canet
Voz: José Francisco Díaz-Salado Suárez
Voz: José Francisco Díaz-Salado Suárez
Un aullido existencialista , como el "Grito" expresionista de E. Munch. Un texto que respira poesía y suspira reflexión. Muy bueno.
ResponderEliminarEste un texto que me atrae pero que me resulta muy difícil de captar por su abstracción.
ResponderEliminarBelleza no figurativa, emociones, entrecruzamiento de simbolismos con realidades que culminan probablemente en el aullido. O empiezan con él.
Un saludo Á.
Estoy con Ángeles. Me gustan las imágenes, aunque me he perdido un poco. De entrada creí entender que hablabas del proceso de creación, de cuando se siente la idea, poderosa y dominante.
ResponderEliminarDespués me ha parecido que eres (bueno, el que escribe) un personaje que está siendo escrito.
O lo mismo se trata de alguien que escribe su diario, como un aullido.
Ta vez sea ese aliento poético que domina la narración lo que impide que sea un relato claro.
O tal vez sea yo.
Me parece un texto magnífico que, como dice Marcos, está lleno de poesía... Una poesía casi desesperada.
ResponderEliminarEl ser humano ante la mugre de la vida que lo zarandea, un ser humano que es un títere que sólo sirve para tener fe, o intentarlo.
Me ha encantado, la verdad.
Puede que lo entienda...puede que lo comparta, puede que lo sienta, por cercano, por sentirme mecida por las olas en ese mar de inquietante tranquilidad...puede.
ResponderEliminarMe gusta...
No hace falta entenderlo todo, ni siquiera algo.
ResponderEliminarEs bello y atrapa el alma, como al protagonista le ha atrapado el aullido.
Anabel
Gracias a todos una vez más. Me gusta ver desde mi azotea como afiláis cada uno de los párrafos. Son gritos mudos, bramidos desesperados que lamentablemente debemos tragarnos. Aunque una vez plasmados uno se siente mas sosegado.
ResponderEliminarUn abrazo a todos camaradas del nuevo versar.
Michel
Lo he vuelto a leer, y sigo opinando igual que la primera vez, ha sido un aullido entrañable, cercano, familiar...
ResponderEliminarHe vuelto a tener contacto con este relato y, haciendo caso a los comentarios de los demás, me he dejado llevar por sus imágenes, aún más poderosas en la Voz de José Francisco.
ResponderEliminarEnhorabuena a los dos
Ya dije que me había gustado mucho. HOy, ahora, dejándome llevar por esta Voz, todavía me encanta más.
ResponderEliminarno sé si escucharlo o leerlo, ambas formulas son aceptables, pero la voz de José Fco te atrapa sin esperarlo. Enhorabuena al escritor y al narrador.
ResponderEliminarGUILLERMO. F
Hoy quiero escribir,
ResponderEliminarcontar aquello
que por mi mente
fluye, quiero escribir
esas palabras
que en mis manos
dan forma
a lo que siento.
Quiero escribirte
como tantas veces,
como en tantos momentos,
como siempre.
Por que en mis manos
esas palabras,
que durante tanto tiempo
en mis labios
han quedado atrapadas
por un temor
a veces absurdo,
ahora, en el papel
se anudan y entrelazan
espontáneamente,
libres, sin temores,
sin obstáculos,
sin labios torpes
que las escondan.
Hoy quiero escribir,
por que escribir,
es la única forma
que ahora tengo
de verte, de hacerte
tan visible,
como si estuvieras a mi lado,
liberarte de mi memoria
y, de nuevo, contemplarte.
Quiero escribir,
dibujarte con palabras
haciendo de cada recuerdo
un trazo, trazo que suave
y preciso va esbozando
los más bellos perfiles
de todo lo que he amado.
Quiero escribir,
pues en mis palabras
no hay tiempo,
que se agote
ni distancias,
que nos separen.,
que en mis escritos,
tú y yo, los dos,
como antes,
como siempre,
somos uno.
Quiero escribir
y por eso escribo
por que,
con estas palabras
expreso lo que no digo,
y por eso te escribo,
por que escribiendo
te siento conmigo.
Jesús bendito, Mar!
ResponderEliminarEso son ganas de escribir!
no sabes de quien es eso que te escribi?
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