Había que inscribir a la pequeña en el INSS y para ello se dirigían los tres, madre, padre e hija recién nacida, a las oficinas correspondientes. Él, gafas negras y opacas, bastón blanco en la mano derecha utilizado hábilmente para irse abriendo camino y una manera de hablar pausada que lanzaba las palabras al infinito buscando llegar al interlocutor, hizo su entrada en el despacho con la niña pegada a su pecho, abrazándola con un esmero no exento de temor. De vez en cuando inclinaba su cabeza hacia la cara de la pequeña para rozarla, tal vez escuchar su respiración inaudible o sentir su olor. A pesar de su agilidad y la desenvoltura con la que se movía, era evidente su ceguera. La esposa, delgada –casi invisible- y muy joven, le insinuaba el camino con paso suave, asiéndole tiernamente por el antebrazo.
Ambos sonreían, ella discretamente, él con un gesto beatífico cercano al éxtasis. La niña simplemente dormía y de vez en cuando emitía pequeños gorgoteos de satisfacción.
Ambos sonreían, ella discretamente, él con un gesto beatífico cercano al éxtasis. La niña simplemente dormía y de vez en cuando emitía pequeños gorgoteos de satisfacción.
-Tomen asiento, despacio que no hay prisa –les animó la funcionaria al verles llegar.
-Gracias, muy amable – susurró la mamá, a la vez que los otros dos se acomodaban con parsimonia, sin dejar de ser achuchada la pequeña, ni cambiar el gesto de satisfacción el papá.
-¿Me permiten unas preguntas sencillas para rellenar los formularios? –continuó con su trabajo la persona que les recibió.
-Por supuesto; todo oídos –respondió la pareja casi al unísono. Mientras, el hombre mecía, ahora con los dos brazos, a la personita que le tenía casi en trance.
-El nombre de la pequeña es Milagros ¿verdad?.
-No, no, Milagros no –replicó el padre como una exhalación –Se llama Milagro, sin la ese final. Nuestra hija es... un milagro.
Ella acarició levemente la mejilla de su esposo. Se respiraba armonía. Una luz casi mágica, que la mirada vacía del invidente parecía irradiar, ocupaba la atmósfera del despacho. Nadie habló durante varios segundos. Al cabo de los mismos, visiblemente emocionados, reanudaron la entrevista; en seguida quedó finalizada la tarea que les había llevado hasta allí.
Al terminar, la funcionaría les acompañó hasta la entrada y les despidió con amabilidad. Después, mantuvo cerrada la puerta unos instantes antes de reanudar su trabajo; tenía que absorber la increíble sensación que flotaba en el aire, el pedacito de cielo que se había quedado con ella.
Autora: Ángeles Hernández Encinas.
Me ha sonado a milagro, Ángeles, pero ¿no era que no existían?
ResponderEliminarDelicioso, amiga.
Contra Ángeles ¿Por qué es un milagro la niña? no nos dejes así.
ResponderEliminarEstaba tan metida en la historia que me has dejado con la miel en los labios, por favor necesito la segunda parte.
Un besazo
Inma: Eso fue lo que dijo el padre con cara de extasiado, que la niña había sido un milagro.
ResponderEliminarEstaba tan feliz con su dulce y cariñosa esposa, y con su niña pequeña, que deduzco que el milagro para él, ciego de nacimiento, fue encontrar el amor por partida doble cuando probablemente ya no contaba con ello.
Pero a lo mejor hay otras razones.
A mí me sirvieron las sentí y no me preocupé por averiguar más.
También en la esencia del relato está el que cada uno decida ¿donde está el milagro?.
Besos de madrugada de Á.
Es un relato muy tierno. Muchas veces se pregunta uno el por qué del nombre de una persona. Esta vez sabemos incluso el origen de su historia. un abrazo fuerte.
ResponderEliminarDácil
Una vida nueva siempre es un milagro. En ciertas jornadas, más que en otras, nos hace falta creer en el milagro de la esperanza en un futuro que nos trae la indefensión de una criatura que ha de ser cuidada por un padre invidente.
ResponderEliminarQué belleza, Ángeles.
Tú sabes que me identifico completamente con este texto, que me ha hecho recordar... Debe ser porque su excelente redacción me ha llegado.
ResponderEliminarMaravilloso Ángeles.
ResponderEliminarTú eres un milagro de la vida,queridísima Ángeles...y por ello te admiramos y queremos los tuyos.
ResponderEliminarMil besos J.
Como los ciegos, hemos sentido a Milagro a través de tus palabras que resuenan en nuestra cabeza.
ResponderEliminarNANDO
Una historia maravillosa, emotiva y muy, muy bien contada.
ResponderEliminarLas emociones se pueden palpar, el milagro ya está hecho.
Me ha encantado.
Excelente Ángeles. Muy buena historia. Los milagros, nos los encontramos todos los días. Solo hay que abrir bien los ojos.
ResponderEliminar