Con esa palabra, se podría acabar un comentario que, tal vez, no hiciera ninguna falta. Pero, perdonadme el atrevimiento, voy a comentar la novela de Ana Joyanes Romo, Sandre y fuego.
Engancha.
Verbo principal. Desde la primera línea, pues el hecho de abrir la acción en Vallecas, 1994 y, dos páginas después, encontrarnos en el castro de Albing, 175 d.C. ya da una sensación vertiginosa, una necesidad de saber cómo y por qué. Ana sabe manejar estos interrogantes, juega con ellos, con nuestra curiosidad y nos arrastra por el tiempo y la historia para descubrirnos hasta dónde puede llegar el amor, mejor dicho, la pasión. Sin límites, sin reglas… Todo vale si de pasión hablamos.
Sin prejuicios.
Mientras la leía (tengo la manía de llevar conmigo siempre el libro que estoy leyendo en ese momento) un compañerome dijo que una novela de vampiros (antes le había comentado de qué trataba) era siempre lo mismo. Fui muy diplomática al contestarle que dependía. Por supuesto que depende. Si
el autor imita a Bram Stoker o a Anne Rice o a los vampiros adolescentes sí puede resultar una novela trillada, manida, con los mismos tópicos de siempre. Pero Ana sólo utiliza estas referencias como antecedentes, elige los ingredientes –para que la trama sea vampírica, por supuesto- para cocinar su propia receta, como la cuada, como la bruja. Y construye un vampiro nuevo, diferente, tan distinto que, al final, resulta ser un ingenuo a pesar de su bestialidad. Sin miedo a que la encasillen, Ana se lanza a explicarnos qué hay más allá de la muerte, qué es lo único que perdura después de que el corazón deje de latir.
el autor imita a Bram Stoker o a Anne Rice o a los vampiros adolescentes sí puede resultar una novela trillada, manida, con los mismos tópicos de siempre. Pero Ana sólo utiliza estas referencias como antecedentes, elige los ingredientes –para que la trama sea vampírica, por supuesto- para cocinar su propia receta, como la cuada, como la bruja. Y construye un vampiro nuevo, diferente, tan distinto que, al final, resulta ser un ingenuo a pesar de su bestialidad. Sin miedo a que la encasillen, Ana se lanza a explicarnos qué hay más allá de la muerte, qué es lo único que perdura después de que el corazón deje de latir.
Me atrevo a decir que en estas dos cuestiones (ingenuidad en la bestialidad y lo que hay más allá de la muerte) radica el secreto de esta novela, de esta historia de pasión sin límites, pasión que necesita otra dimensión.
Dejaros llevar por el ritmo trepidante de esta historia, por sus momentos de furia, de desenfreno, por el punto gore, por las entrañas y el alma siempre a flor de piel. Por la sensibilidad, que hay mucha, mucha.
Hacedme caso.
Así se dice, Anabel, claro y conciso y atractivo. A quien no la haya leído que no se la pierda. Lo lamentaréis.
ResponderEliminarYo también lo he leído. Coincido hasta la última coma en lo que expones Anabel. En mi caso, el resultado de leerlo claramente ha superado las expectativas que tenía cuando lo abrí y decidí sumergirme en sus páginas. Muy recomendable. Mucho.
ResponderEliminarPero qué sorpresa tan estupendísima, Anabel!
ResponderEliminarNo me esperaba encontrar tu comentario, tan positivo, tan certero.
Como bien señalas, siempre digo que aunque el protagonista de Sangre y fuego sea un vampiro, esta no es una historia de vampiros. Al menos, no como se suelen concebir.
La ingenuidad en la bestialidad. Perfecta definición de una de las claves de la historia de Marco Tuccio. Esa ingenuidad y esa pasión es lo que me hizo enamorarme de él y no sabes cuánto me emociona que hayas sido capaz de sentirlas y de transmitirlas ahora.
Y lo que hay después de la muerte. Otra diana de tu crítica. Supongo que todos nos sentimos inclinados a querer saber qué hay más allá de la muerte, es más, qué sería ser inmortal. Es el ansia de inmortalidad que todos llevamos dentro lo que hace tan atrayente la figura del vampiro.
Muchísimas gracias, Anabel. Primero, por leer Sangre y fuego. Después, por hacerme saber que te ha llegado y, por supuestísimo, por compartirlo en voz alta y contagiar con tu entusiasmo.
Un abrazo muy grande, amiga.
Muchísimas gracias, Amando y Miguel Ángel.
ResponderEliminarCómo me alegra y estimula saber que Sangre y fuego os ha gustado.
Es un extra el saber que en tu caso, Amando, jugaba en su contra tu aversión por los monstruos.
Y que haya superado tus expectativas, Miguel, es fantástico.
Un abrazo muy grande a los dos.
No quiero ser repetitiva porque ya lo he dicho muchas veces: ME PARECE UNA OBRA MAESTRA.
ResponderEliminarGracias Anabel por seguir contribuyendo a que esta joya se conozca, los lectores tienen que conocer esta NOVELA CON MAYÚSCULAS.
Es un honor poder hacer comentarios de obras tan buenas y que, además, sean de amigos.
ResponderEliminarTengo mucha suerte.
Besos,
Anabel
Me habéis pillado un poco fuera de bolos porque estoy algo baja, pero no puedo dejar escapar esta ocasión para comentar cómo "sangre y fuego" me fue secuestrando a medida que iba entrando en ella, haasta el punto de que acabé devorándola ( nunca mejor dicho).
ResponderEliminarReconozco un cierto rechazo al mundo vampiril, sobre todo por miedo desde niña. A pesar de ello, el amor -ese que dicen que solo aparece una vez el que según J. Marías debilita- las ocntradiciones de supervivencia versus generosidad, los ambientes historicamente muy atractivos, la ternura en unos, camaradería en otros y competitividad en los últimos, junto con una prosa impoluta y una acción in crescendo me hicieron felicitar a Ana J. en su día en privado y ahora ( con poca gracia confieso) no puedo menos que hacerlo en público.
Enhorabuena compeona.
Besos a todos de Á.