12 junio, 2011

El candidato


En el bullicioso mercado, las burbujas escapaban por el patio central como pompas de jabón. Eran burbujas de colores y de un fuerte olor a especias que se mezclaba ncon el griterío: las carcajadas de las mujeres por las ocurrencias del tendero, el enfado del carnicero que reñía a su joven y despistado discípulo, las correrías por la galería entre carros cargados de cajas de frutas y verduras. Un sin fin de colores de todos los matices se realzaban en los puestos con luceros, mientras en los pasillos oscuros los azulejos escondían sus vivos colores como si se reservaran en la cruenta batalla.
            Las miradas se revolvían buscando a los personajes con máscaras, sus sonrisas se dibujaban estáticas sobre la superficie de sus caretas similares a la de los payasos, aunque adoptando gestos solemnes y exagerados. Su verborrea emborrachaba al gentío que se empalagaba de la dulzura excesiva de sus palabras, provocando desconfianza ante tanta adulación. No dejaban
de ser unos vendedores más de la plaza, verdaderos profesionales de la política, vendedores de sueños y de remedios milagrosos frente a todos los males económicos y todas las deficiencias de la ciudad.
            A veces se les notaban nerviosos cuando se acercaba demasiado otro charlatán de distinto color, como si se repeliesen, y entonces comenzaban a hablar más deprisa y más alto de lo normal, emborronándose su sonrisa.
            El calor y la luz parecían aumentar a medida que pasaban las horas de la mañana y el bullicio se volvía ensordecedor, pero, de repente, el griterío se fue apagando y un silencio se fue extendiendo desde la entrada principal. La marea humana se fue calmando, formando lentos remolinos hasta que se fue abriendo un pasillo, como una grieta amenazante que fue creciendo hasta alcanzar la trasera del edificio. A lo lejos se vio avanzar, con paso firme y decidido, una figura alta y negra, trajeada, de botines brillantes y sombrero de bombín. Su abundante y cuidada barba, oscurecía su rostro que se mostraba frío y de mirada penetrante. El silencio helado sacudió sin piedad a todos que, inmóviles y boquiabiertos, siguieron los pasos del candidato, y como una procesión desfilaron disciplinados y devotos tras aquel ser magnético hasta el edificio institucional.
Cuando subió al estrado, hierático y de mirada fulminante, contempló a cada uno de los sumisos ciudadanos, que percibían con resignación como eran violadas sus conciencias. Respiró profundamente ante la expectación del vecindario y lo dijo, concluyente, con una sonoridad incuestionable, su palabra atronó provocando un eco que se repite hasta la saciedad: ¡YO! Entonces los ciudadanos rompieron el silencio llenando el espacio de gritos, vítores, silbidos… mientras  que el candidato con su gesto asentía.

Narración: La Voz Silenciosa

15 comentarios:

  1. Como ya dije en "Tinta entre papeles", me parece un retrato soberbio de lo que tenemos encima, de lo que en estos días se ha escenificado en gran cantidad de municipios españoles.
    En el fondo sería la cruz de la escena de Bienvenido Mr. Marshall en la que el señor alcalde (Pepe Isbert) subido al balcón del consistorio se dirige al pueblo con ese discurso en el que no dice nada.
    En fin, un gran relato, propio de tu pluma que tanto se acerca a lo mágico. Un relato a la vez de una realidad rabiosa y que por otra parte -y por desgracia- trasciende las épocas y los lugares.

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  2. Cierto, Amando, estos hechiceros de las distintas tribus, que nos idiotizan con sus simple mirada, y que parecen que mejoran su cotización cuando hacen de las suyas, parace que nos están acostumbrando a entender la democracia a su manera. Pero lo peor es que tienen toda la razón:¡somos idiotas!

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  3. Actual, oportuno, revelador,... Has sabido pintar muy bien la triste realidad de este último capítulo de elecciones que hemos vivido. Excelente, Marcos.

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  4. Marcos, me encanta leer tus escritos, vuelves fuerte con tu estilo peculiar que ya estaba echando de menos. Esta vez con un retrato soberbio, como bien lo define Amando, con un retrato universal, desgraciadamente real de los políticos y su aureola ficticia, teatral.
    Abrazos

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  5. ¿Será algún día capaz, la bullanguera y alegre marabunta de la plaza, hacer oidos sordos a la voz del candidato?

    Empezamos, luego continuemos.

    Un abrazo Marcos de Á

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  6. Estampa real...Consecuencia de lo cual, a la postre, existe tanta abstención.

    Un abrazo Marcos.

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  7. Estampa mil veces vivida y otras tantas esperando un giro a semejante idiotez. Decididamente, nada cambia, se repiten los patrones. Me ha gustado eso de la cruz de Pepe Isbert, Amando, tal parece. Marcos y Flamenco tenéis razón: la culpa es nuestra y así nos va.
    Pero que no falte el humor ácido de este texto estupendo.
    Besos auténticos, no de campaña jaja.

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  8. Idiotas, eso es como nos sentimos por dentro cuando caemos en la cuenta de la manipulación de esta saga de políticos en los que un día confiamos nuestro futuro y que se están convirtiendo en sanguijuelas de nuestras ilusiones.
    Gran relato de la realidad palpable, Marcos.

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  9. Gracias, Miguel Ángel. Cuánto inspira la realidad y los acontecimientos que nos invaden.

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  10. Tienes razón, Dácil, es injusto criticar a "esos" políticos cuando deberíamos felicitarlos por sus grandiosas obras teatrales.

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  11. Ágeles, eso mismo es lo que hubiese preferido los parlamentarios catalanes, pasar desapercibidos ante los indignados.

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  12. Sí, Flamenco, lo peor de una Democracia formal y anquilosada.

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  13. Gracias Isolda por esos besos apolíticos. Me ha entrado enormes ganas de volver a ver la película porque no recuerdo lo del cristo.

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  14. Coincido contigo, Inma, es que somos una sociedad de pardillos entre tanto timo político, publicitario, televisivo, etc

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  15. Qué bueno!!! Cómo nos dejamos "violar las conciencias". Estupendo!

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