El calor era sofocante, opresor. La carretera serpenteaba ingenua, camino del horizonte. El asfalto humeaba. El paisaje convertido en un cruel espejismo. El sudor patinaba por mi frente como un río de lava incandescente. El auto ardía. Desperezándome, giré el cuello y sus ojos colisionaron con los míos. El ámbar de sus pupilas ensombreció mi rostro. Cuánta ternura. Esos ojos hablaban, gritaban, implorando auxilio. No estaba sola: ahí hacinada, compartía espacio con otras compañeras. Movía la boca rítmicamente. No podía escucharla. Quería hablarme, decirme algo, tal vez "ayúdame". Mi cuerpo se estremeció. Inmóvil. Tragué saliva. La caravana de vehículos reinició su caminar lánguido, reptando por el pavimento sofocado. La miré por última vez. El camión me avanzó: “Hermanos Contreras. Transporte de Ganado” leí en el lateral. Nunca he olvidado esos ojos. En mis noches más lúgubres, saturadas de congojas, los baladros de esa vaca, camino del matadero, angustian mis oídos.
Texto: Xavier Blanco
Muy bueno. Casi puedo oir yo también a la pobre vaca. Qué destino más cruel...
ResponderEliminarEso no se hace Xavier. Hoy tenía intención de comerme un chuletón y se me acaban de quitar las ganas...
ResponderEliminarA veces una mirada en un instante es suficiente para despertar emociones. Es increíble todo lo que puede salir solo de un hecho casual. Un encuentro en una carretera. Enhorabuena, Xavier.
En tu honor, creo que al final me voy a comer el chuletón, y me acordaré de esa mirada que ha llegado a mi a través de tus palabras.
Estupendo examen de conciencia. Era una vaca e iba al matadero. ¡Ay! si miras los ojos del toro en la plaza, con el estoque en el corazón. Buen relato que me ha llevado a conocido "adiós, cordera" de Clarín.
ResponderEliminarCreo que ya reconozco tu escritura y sorpresas finales. Muy buena tu historia y es cierto, esa mirada bovina que dice sin decir, duele incluso.
ResponderEliminarBesos de verano, jaja (guiño a 7 plumas, pero son para ti, Xavier)
Ja, que inesperado final. Muy bueno Xavier.
ResponderEliminarExcelente y es verdad que la mirada de las vacas es muy llamativa...
ResponderEliminarHubo un momento en que creía que era gente hacinada en una camioneta, es lo que sucede a veces aquí en los Alpes. Pues, ¡a comer carne! sin remordimientos.
Gracias a todos y a todas por los comentarios. Las caravanas veraniegas perniten estos encuentros furtivos, estos amigos efímeros de carretera.
ResponderEliminarUn abrazo y que no os quepa duda la musa de la creación es como el maligno, se manifiesta siempre, en cualquier momento, en cualquier envoltorio, en cualquier morfología...
Buenas vacaciones...
El día que me haga vegetariano, vas y escribes tan maravillosamente sobre el modo en que sufren los pobres pimientos al ser cortados en tiras para formar parte de esa ensaldad de arroz de la que tendré que quitar el jamón york, supongo que los ojos de los cerditos serán parecidos...
ResponderEliminarSorprendente!!
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