23 agosto, 2011

El viejo del perrito


Mira sin ver al frente con ojos blancos, opacos de matidez pétrea. No se desvía, siempre en línea recta hacia ninguna parte, el caminar perpetuo de ida sin vuelta. Sus pupilas muertas le apagaron el mundo para instalarlo entre nieblas confusas. Ya solo alcanza a guiarse por su pequeño lázaro, de andares tan viejos como los suyos, de mirada anciana apenas menos viscosa.
Los pasos arrastrados le mantienen sobre la tierra, aferrado a la vida por pura obstinación, vagando cansino de pura obsesión. Lo único que lo conecta a la realidad, la única referencia, por eso no despega los pies del suelo, por miedo a desaparecerse en sí mismo, atrapado entre las sombras espectrales de los jirones de sus recuerdos.
Aislado por una cortina espesa, se inventó sus grietas hasta que
el delirio lo invadió por dentro, hasta que dentro y fuera se hicieron una sola cosa, o ninguna cosa. Denso bloqueo de entradas y salidas para separarse de lo vivo y entregarse a un no vivir inmortal, imposible de pensar. No pensar, caminar, musitar palabras sin oyentes, entre dientes, sin dientes.
El pelo cano, casposo, el del hombre y el del perro. Las miradas perdidas olvidados los porqués. El perro también arrastra el caminar acompasándose al andar del viejo, imitándolo en incondicional simbiosis.
Y así cada día, todos los días deambulan por las calles de la ciudad siempre desconocida. Qué rayo de luz lo cegaría, ¿tan potente fue lo que iluminó que no pudo soportarlo?
Texto: Ángeles Jiménez
Narración: La Voz Silenciosa

9 comentarios:

  1. Preciosa descripción de una vida dolorosa, pero que sigue siendo vida, a pesar de la ceguera, la vejez, el sinsentido...
    Me pregunto si esa ceguera, no será también una ceguera muy común, aunque los ojos de la cara no posean esa matidez pétrea.

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  2. Que texto tan descriptivo. Me ha encantado. Hace años trabajé con ancianos y efectivamente, es así como veía en ocasiones a muchos de ellos; personas arrastrando su dolor en un mundo que se desdibuja, desorientados en la antesala de la muerte, aferrados hasta lo inimaginable unos, entregados a su destino otros. Lo recuerdo como una época muy triste en la que aprendí mucho de la vida, de todos ellos. Me pregunto si cuando nos cruzamos con nuestros mayores, con y sin perrito, no seremos nosotros los que "miramos sin ver al frente con ojos blancos...".
    Enhorabuena.

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  3. Llega al corazón, Ángeles. Creo que estos viejitos viven para sus perros y los canes para sus amos. En este caso, tratándose de un ciego, más que nunca. La frase final es poesía pura.
    Besos, mientras vemos la vida. (¡afortunados nosotros!)

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  4. Ángeles, te vuelvo a dar las felicitaciones por este texto, pero siempre queda una pregunta, será cierto lo imaginado, o imaginamos por no querer saber la verdadera realidad.
    Sea lo que sea sigue imaginando y contándolo, que yo te seguiré leyendo.

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  5. Gracias a todos, esféricos incondicionales. Sí que es un texto desesperanzado, del que ya no le queda otra que esperar la oscuridad final,pero también se me antoja algo intrigante, ¿qué habrá podido hacer o dejar de hacer una persona para llegar a tremendo desamparo?
    Besos

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  6. Una descripción poética de la imagen de un viejo ciego, que invita a reflexionar sobre el poder del destino. Me ha gustado.

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  7. Este texto me encanta, bueno, ya te lo dije la primera vez que lo leí, ahora me ratifico.
    Es estupendo.

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  8. Perro y viejito, una dupla inseparable. Por mi barrio también suele vagar un viejo y su perrito. Y un vagabundo con muchísimos perritos que lo siguen, comparten lo poco que consiguen para comer y duermen juntitos en la estación del tren.

    Me gustó mucho tu relato.

    Saludos!!

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  9. Gracias, amigas, me alegro de que hayan disfrutado mi texto.
    Un beso

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