Al llegar a la obra en la que trabajaba, una mañana hacía tres años, le dieron la carta de despido. Demasiados edificios. No había personas para ocuparlos, ni mucho menos adquirirlos. Arimado Gutiérrez lo esperaba desde el día en que estalló la burbuja inmobiliaria. Se implantaron otros gustos. Distintas necesidades. Los diarios durante meses no hablaron sobre otro tema. Otros se habían hecho con el control. En todos los sentidos.
Ahora, reciclado después de un curso gratuito, enseña habitáculos.
-Éste me interesa, comenta el cliente en la entrada. Lo compro.
Arimado suspira aliviado. Percibirá su comisión. Con ello podrá subsistir dos meses. Anota la venta en la agenda y se gira justo en el instante en que la larga cola de la rata gris desaparece por la oquedad.
¡Otros se habían hecho con el control! Fantástico, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarEnhorabuena, Paloma.
Escueto, cercano y directo.
ResponderEliminarPaloma tenemos que llamar a una empresa de desratizaciones. O tal vez respetar a los nuevos inquilinos. También tienen sus derechos.
Siempre los empleados bailamos al son de los "otros que se hacen con el control". Enhorabuena, Paloma. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarÁcido, tristemente ácido.
ResponderEliminarMe ha encantado
Bien este relato indignado. Me ha gustado el nombre Arimado. Lo que me ha extrañado es el final, encontrarme con esa rata gris, pues siempre he pensado que son las que se han quedado con los pisos hipotecados, sin necesidad de verlos
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios!!!! Os invito a pasar por mi blog.
ResponderEliminarSaludos y gracias a La Esfera por su inclusión.
Paloma, que lindo que la han seleccionado para este espacio!!!
ResponderEliminarSaludos!
.. muy bien escrito, te esperas todo menos ese final sorprendente.. felicidades!..
ResponderEliminarEspero que no sea premonitorio este relato tan bien llevado.
ResponderEliminarBuenísimo, Paloma, una belleza en pocas líneas!!
ResponderEliminarYa veo que publicas fuera de tus fronteras de tinta violeta.
ResponderEliminarUn relato muy efectista, como siempre con un final sorprendente que forma un círculo inquietante cuando atas el inicio al fin.
Muchos besos, Paloma