No bastaba con que su espejo le viera sonreír. Todo el mundo debería saber que era feliz, asquerosamente feliz. Asomarse al balcón no era buena idea. ¿Cuántas personas pasarían por allí? No más de cien en dos horas. Mandar un correo a sus contactos para que estos lo enviaran a los suyos y los suyos a otros, y así ad nauseam tampoco. Que alguien lea que eres feliz no significa que sepa que eres feliz.
Pensó y repensó. Que si salir a la calle y sonreír a todo el que pasara a su lado. Sería algo efímero y no todos quieren ver una sonrisa cuando llegan tarde a la cola del paro: no. Que si imprimir, a tamaño gigantesco, una foto suya carcajeándose y ponerla en las principales fachadas de Nueva York, Madrid o Tokio. No; una foto es
Pasaron los días y sus investigaciones. Escribía teorías, debatía consigo mismo. No comía, no cenaba, sólo tomaba café, café, café. Llegó a pensar que la bombilla del flexo era la luna y el ventilador, la brisa de poniente. Y siguió buscando la forma perfecta de que todo el mundo supiera lo feliz que era.
Pero una semana después, cuando se vio en el espejo con barba, despeinado y con los ojos hinchados, lo supo: ya no era feliz. Y no quería que nadie viera su tristeza, salvo sus canciones, su luna y su Chivas a medio acabar.
Autor: Carlos Díaz González
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Carlos, Me ha gustado tu texto, tal real como la vida misma. Demasiado tiempo perdemos en pensar si somos felices, y eso nos resta tiempo de serlo.
ResponderEliminarMe ha encantado ese flexo convertido en luna y ese ventilador en viento...
Un abrazo
http://xavierblanco.blogspot.com
Sí Carlos, la felicidad es un ave con vocación de vuelo intermitente. Hay que aprovecharla cuando se posa en nuestras horas ¿verdad?. He disfrutado mucho con tu relato. Hasta el próximo, un abrazo.
ResponderEliminarPara reflexionar.
ResponderEliminarMe ha gustado. Según iba leyendo pesé que terminaría cortándose el labio superior para mostrar una eterna sonrisa, pero no. Representas muy bien el carácter de quien piensa que lo importante no es ser o tener, es decir, si no que la gente lo sepa, esto es, provocar la envidia. Me ha encantado el flexo-luna y el ventilador-brisa.
ResponderEliminarBuen giro, tanto tiempo perdía en demostrar lo feliz que era que se olvidó de lo importante: ser feliz.
ResponderEliminarMe gustó.
Un saludo indio
¿Qué nos mueve a publicitar nuestra felicidad; nuestro bienestar o nuestro éxito? A veces creo que necesitamos que nos lo digan los demás para creerlo. Sin duda un texto para reflexionar y para disfrutar con sólo leerlo.
ResponderEliminarEnhorabuena, Carlos.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios y vuestras reflexiones.
ResponderEliminarSaludos a todos.
Muy bueno, la felicidad (por escasa), es tan nuestra, tan privada, que hacerla pública es la mejor manera de hacerla desaparecer.
ResponderEliminarEra feliz. En efecto, Carlos, era. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminar¿Somos felices cuando nos pregunta el número de personas que lo han de saber?
ResponderEliminarInteresante reflexión en un interesante texto.
Muy bueno, es como un fábula. No pensemos en si somos felices, seámoslo, sin más. ¿Hay mayor felicidad?
ResponderEliminarBesos Carlos, y buena historia.
Quién no tiene ese punto de exhibicionismo de la propia felicidad o éxito?
ResponderEliminarMe ha hecho pensar. Me ha gustado.
Muchas gracias a La Esfera y a todos los lectores.
ResponderEliminarUn saludo.
Nos leemos, cada día, aquí.
Lo efímera que es la felicidad, lo que si está claro que depende de la propia imagen que tengamos de nosotros mismos. Muy bueno el texto
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