No hay peor ruido que el golpeteo desatado por el silencio de un hospital. Esa mudez corroe, maltrata, desmigaja el alma. No hay noches más lúgubres que las alumbradas por la luz mortecina que reflejan esos pasillos alcanforados, raídos de sueños, forrados de congojas. No hay espacio más eterno que las horas ahí agotadas. Los minutos reptan, culebrean por la mente, se arrastran como sombras apesadumbrando las manecillas del reloj. El tiempo, implacable, en esta habitación de hospital no pasa, permanece, acampa, te araña, te lastra, te maltrata como si fuera un gigante desatado, pisoteando esos pasadizos saturados de padecimiento y esperanza. Clarea la noche; el cuerpo duele, cansa. Ovillado por los hilos de la redundancia y de la repetición me percibo tatuado en la cama: ella y yo somos la ! misma cosa, el mismo mueble. Intento caminar, desperezarme peregrinando por esos túneles coloreados de blanco nada, tirito
auscultando esa afonía pálida, alicaída, ingrávida - acuchillada algunas veces por el lloro de un niño, tiroteada otras por los gemidos de un anciano-. Siento un vacío infinito. Me estremezco. Transito serpenteando por este mar de silencio, como un autómata sonámbulo intentando consumir los segundos, extinguirlos, anhelando acelerar el tiempo. Me descubro ratón diminuto enjaulado en un laboratorio, haciendo girar la noria infinita de la fatalidad. Respiro hondo. ¿Qué nos queda? Encomendarnos a Dios, también al diablo. Sólo es un juego, el de la vida: azar, destino, razón, ciencia, suerte.
auscultando esa afonía pálida, alicaída, ingrávida - acuchillada algunas veces por el lloro de un niño, tiroteada otras por los gemidos de un anciano-. Siento un vacío infinito. Me estremezco. Transito serpenteando por este mar de silencio, como un autómata sonámbulo intentando consumir los segundos, extinguirlos, anhelando acelerar el tiempo. Me descubro ratón diminuto enjaulado en un laboratorio, haciendo girar la noria infinita de la fatalidad. Respiro hondo. ¿Qué nos queda? Encomendarnos a Dios, también al diablo. Sólo es un juego, el de la vida: azar, destino, razón, ciencia, suerte.
Realmente acongoja tu relato, me gustó pese a la soledad y tristeza que evoca.
ResponderEliminarAbrazo
Gracias Romón María. A veces no es necesario inventar, fabular, a veces la realidad nos genera esas sensaciones, esa congojas. A veces nos sentimos tan pequeños, tan insignificantes, como esa rata que gira en la noria, desconocedora d esu destino.
ResponderEliminarGracias a los amigos de La Esfera por publicar este texto.
Quién haya estado acompañando a un familiar en un hospital, o como enfermo, se siente identificado con el relato. Es terrible. Pero nunca, nunca, podría haberlo expresado de forma tan poética. Es maravilloso. Todo lo que tocas lo conviertes en pura magia. Mi enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario en mi Blog, me has emocionado. No sabes cómo te lo agradezco. Un saludo.
El tiempo, implacable, en esta habitación de hospital no pasa, permanece. Te copio esta frase, Xavier, porque es realidad resume exactamente la estancia en un hospital. Demasiado tiempo para pensar...Me gusta mucho esa prosa poética que empleas para un texto tan cierto y delicado.
ResponderEliminarBesos de vida, siempre.
El corazón en un puño!!! Ese tiempo que no pasa que permanece eternamente detenido...Jo, me ha encantado.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Muy viva la descripción de las sensaciones, "el tiempo acampa, araña" ¡cuánta razón! me ha gustado el modo en el que lo relatas, desgraciadamente de un modo u otro, en primera persona o al lado de un ser querido, creo que todos conocemos ésas sensaciones.
ResponderEliminarMuy bueno tu relato. Enhorabuena.
Ver reflejados en el papel sentimientos vividos y decir: "nadie pudo haberlo expresado mejor". Esa es la grandeza de un escritor, saber expresar lo que los demás sienten y no saben decir. Un abrazo Xavier y hasta el próximo relato. Lo estaré esperando al otro lado de este hilo invisible.
ResponderEliminarDuro...y real , como la vida misma.Sentir esa soledad terrible llena de silencios y vacíos en un lugar donde cualquiera podríamos acampar..y sin saber a quién encomendarse...
ResponderEliminarGracias a todas por los comentarios.
ResponderEliminarNo me canso de decirlo, en La Esfera los textos continúan su camino, se engrandecen en esta colección de comentarios.
Me alegro de ver tantas caras nuevas.
Un abrazo.
http://xavierblanco.blogspot.com
Xavier, me has dado de pleno en la línea de flotación.
ResponderEliminarLa desazón que se vive en un hospital, seas acompañante o paciente (infinitamente peor en este caso, supongo) nos salta a la cara en este texto, opresivo como una noche de ingreso.
Enhorabuena!
Gracias Ana.
ResponderEliminarEs curioso, pero siempre es mas fácil escribir sobre las sombras de la vida: la soledad, la muerte, la desazón, el destino, el desamor. Esas sensaciones hacen manar las palabras.
A veces intento escribir sobre el arcoiris, la risa, los sueños, el amor, los unicornios, las princesas, pero cuesta, no sale, ¿Me estaré haciendo mayor?
Una abrazo Ana, me gusta publicar en La Esfera, especialmente por vuestros comentarios, por esa calidez que rodea esta página, por el placer de leeros y esa sensación de aprender siempre de cada uno de vosotros.
Un abrazo a todos
En realidad, esa calidez no sería posible sin todos los que rodamos por aquí, entre los que te encuentras, Xavier.
ResponderEliminarHasta el próximo relato que compartiremos, un abrazo.
En verdad, Xavier, tus textos tienen la virtud de hallar la belleza en los momentos de más dolor, como puede ser la estancia en un hospital. Incluso ese insomnio de la madrugada parece atractivo con las palabras que utilizas.
ResponderEliminarPor otra parte, estoy de acuerdo con esa angustia que producen los hospitales, incluso en situaciones que objetivamente no son graves.
Gracias Amando, tus palabras siempre son bálsamo o medicina. Ya echaba de menos tu comentario.
ResponderEliminarUn abrazo
Este texto es denso, oscuro y con recovecos como los ingresos hospitalarios, duros y penosos. A mi me parece un arte imprimir en un escrito un sentimiento tan fuerte.
ResponderEliminarGracias Inma.
ResponderEliminarTienes razón, es denso y oscuro. Así son los hospitales...oscura es la incertidumbre, el desconocimiento, oscuro es el dolor, el miedo, la noche...las horas de espera son densas, igual que los pensamientos, densa es la rutina y el dolor...salud, dinero y amor...que gran mentira...
Un abrazo.