Por tierra.
Corriendo más como el que persigue algo, que como el que es perseguido; porque aquí nadie huye de nadie y la pasión no tiene espera. No, mejor paso a paso en un tranquilo paseo, sin prisas ni carreras. Curva a curva, sin pereza por subir, bajar, y si es preciso dar un rodeo para hacer noche en alguna cálida cueva.
Por mar.
Da igual el estilo, tú eliges. Si quieres a braza, buscándote a ambos lados del camino; a espalda sin perder de vista las estrellas que me orienten; o bien revoloteando cual mariposa con contorsiones de sirena enamorada. Para al final bucear en las profundidades de tus aguas, con el único oxigeno del boca a boca que tú me des.
Por aire.
Volando no estaría nada mal tampoco, ¿quién no ha soñado alguna vez con volar? Divisarte desde las alturas como un águila en celo, lanzarme en picado y aterrizar sobre la suave pista de tu espalda. Dulce sueño de Capitán, terminar abrazada a esa espalda, para descansar del viaje con la conocida nana de tus latidos hasta quedar dormida.
Y es que para eso está la piel amada, para convertirla en ruta de nuestra vida, en territorio de exploración, en viaje sin final.
ResponderEliminarMe ha gustado.
Sí, a mi también, muy poético ese buscar por tierra, mar y aire.
ResponderEliminarMuy sugerente y ritmico Amelia, me ha gustado mucho.
ResponderEliminar¡Muy bien trabajada esa ruta!
ResponderEliminarBuen recorrido.
ResponderEliminarApetece dejarse recorrer.
Un abrazo
Me preguntaba si en esta ocasión tendría la suerte de que me leyeras, Voz.
ResponderEliminarLa ilusión se la cumplido.
De verdad: muchas gracias.