Conozco el pasadizo de memoria. Podría hablar durante horas del olor y la aspereza de sus paredes y del dolor rosáceo de mis rodillas después del inevitable gateo. Nunca sé cómo llegó allí, pero no me sorprende dejar de golpe nuestro mundo y aparecer ahí abajo.
No tengo miedo al hacerlo. No diría tampoco que me zambullo en una paz sobrenatural por muy subterráneo que sea el pasadizo. Nada de eso; sencillamente aparezco ahí abajo, abro la puerta, bajo los siete escalones, me agacho y allá voy, como siempre: derecha, derecha, recto, izquierda, recto, recto, recto, derecha, izquierda y no sigo que al final todo se sabe.
Y al rato
No tengo miedo al hacerlo. No diría tampoco que me zambullo en una paz sobrenatural por muy subterráneo que sea el pasadizo. Nada de eso; sencillamente aparezco ahí abajo, abro la puerta, bajo los siete escalones, me agacho y allá voy, como siempre: derecha, derecha, recto, izquierda, recto, recto, recto, derecha, izquierda y no sigo que al final todo se sabe.
Y al rato
(un rato que va de quince minutos a treinta y siete, que uno no siempre tiene el cuerpo para proezas) se acaba la estrechez y me planto en el centro de un círculo del tamaño del salón de tu casa; un círculo que siempre es igual pero siempre percibo de distinta manera. No se acostumbran mis ojos a esa fina película que aparece en el suelo desde no sé dónde y que lame mis pies. No se acostumbran mis ojos a una pared distinta a la del pasadizo y a la del salón de mi casa y a la del cine del barrio. Y no me acostumbro, sobre todo, a encontrarme en ese círculo con algo distinto a la vez anterior. Algo que cuando quiero tocarlo o cuando lo miro atentamente, me expulsa de ahí abajo y acabo, como si yo fuera parte de un truco de magia, donde estaba antes. Y sin que nadie me haya echado de menos porque, dicen, no me he movido del bar ni he dejado de beber como el borracho que soy.
¡Salud!
¡Salud!
Autor: Carlos Díaz González
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
¿Viaje a un imposible? ¿Delirium tremens? En todo caso, pasadizos hacia una narrativa sugerente que nos invita a adentrarnos en otra dimensión de las cosas. Un abrazo, Carlos.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, Isabel y a La Esfera Cultural por su publicación.
ResponderEliminarPor culpa mía hay una errata en el primer párrafo, donde dice llegó, que creo que iría mejor: llego.
Un saludo a todo el que lea el texto.
La mente humana tiene la manía de adentrarse en túneles oscuros,en vórtices de tornado, en cráteres de volcán. A gatas, arrastrándonos, reptando...quebrados, perdidos. interesante ejercicio, nos has llevado por ese camino, sin saberlo, sólo nos queda pensar que al final del túnel hay luz.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un viaje a las profundidades sin moverse un milímetro. Estos viajes son los más terribles. Sean pasadizos, simas o pozos, la sensación plomiza es aplastante. Menos mal que siempre algo impele a emerger.
ResponderEliminarCreo que tienes razón, Carlos, le iría mejor el presente en el primer párrafo.
ResponderEliminarUn magnífico texto poético, denso, duro, casi despiadado.
Muchas gracias a todos por los comentarios a mi texto.
ResponderEliminarUn saludo.
Un pasadizo interior, tal vez obra del alcohol, tal vez solo una mirada profunda hacia dentro.
ResponderEliminarMe ha hecho pensar.
Un abrazo.