Él leía sin demasiado interés. Ella, con las piernas cruzadas en el otro extremo del sofá, le daba una última vuelta al crucigrama, aún a sabiendas de que no lo terminaría. Tal era su complicidad, que aunque nada parecía alterar el ambiente, como por arte de magia, de pronto les inundaba el deseo. Tan sólo era preciso un ligero movimiento de uno de los dos. En este caso, fue ella quien se subió levemente la camisola, lo suficiente para dejar al descubierto la ropa interior sin quitarle la mirada de encima, directa a sus ojos. No tenía más que dejar caer la mano sobre el pubis, como con descuido, para que él se encendiera al instante. Le encantaba mirarla en esa actitud y ella
deseaba que él actuara de igual manera. Así hacían y, mientras peleaban con ambas prendas hasta deshacerse de ellas, las manos se confundían y alternaban entre el propio sexo y el contrario. Los labios se acercaban, sin encontrarse. Este juego siempre les atrajo. Si llegaran a besarse en lo más profundo, con calma, como solían, paladeando cada milímetro de sus bocas impregnadas de sí mismos, no habría vuelta atrás. Y si algo apreciaban, era la lentitud de movimientos para alargar el placer tanto como fuera posible. El deseo iba creciendo en proporción a las caricias que se regalaban. Se servían de algo tan delicado como la lengua para degustar sabores y texturas inundando todo de saliva y sorbiendo cuanto emanase de ambos, hasta sentirse ebrios de tanto efluvio. A estas alturas, rodando ya sobre la alfombra, sabían cercana la explosión final, pero conocían con precisión el instante en el que bajar de ese estado de excitación sublime. Después de tantas delicias, él sugirió, -¿Te parece que preparemos la cena? -Nos vendrá bien reponer fuerzas.
deseaba que él actuara de igual manera. Así hacían y, mientras peleaban con ambas prendas hasta deshacerse de ellas, las manos se confundían y alternaban entre el propio sexo y el contrario. Los labios se acercaban, sin encontrarse. Este juego siempre les atrajo. Si llegaran a besarse en lo más profundo, con calma, como solían, paladeando cada milímetro de sus bocas impregnadas de sí mismos, no habría vuelta atrás. Y si algo apreciaban, era la lentitud de movimientos para alargar el placer tanto como fuera posible. El deseo iba creciendo en proporción a las caricias que se regalaban. Se servían de algo tan delicado como la lengua para degustar sabores y texturas inundando todo de saliva y sorbiendo cuanto emanase de ambos, hasta sentirse ebrios de tanto efluvio. A estas alturas, rodando ya sobre la alfombra, sabían cercana la explosión final, pero conocían con precisión el instante en el que bajar de ese estado de excitación sublime. Después de tantas delicias, él sugirió, -¿Te parece que preparemos la cena? -Nos vendrá bien reponer fuerzas.
Lo mejor estaba por venir, la noche prometía ser larga.
Texto: Isolda
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
MI querida Isolda, juegas con el lector, se nota a través de este Relato Breve, te recreas en un maravilloso mundo: el del erotismo en su versión sugerente y además le añades para reematarlo una brusca tarnsición que nos tranporta a la realidad.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho leerte, debes de prodigarte más; no es por ti, es por nosotros.
Con cariño, Terrón de tierra
Sigue el verano. Aquí noto que ha subido la temperatura. Qué calor! ¿Por qué será?
ResponderEliminarSiempre he dicho que la velocidad no es buena para nada: además de peligrosa evita el disfrute del placer.
Me ha encantado.
Breve e intensa narración, conduces el erotismo por sendas de sugerencia que te dejan sin aliento. Ambiente de intimismo y tintes de veracidad cotidiana... ¡estupendo!
ResponderEliminarQuedamos a la espera de la larga noche. No te olvides, escribes de primera, aguardamos la siguiente entrega con el aire acondicionado a tope...
Un inmenso abrazo.
Ahhh, pero!!! Menos mal que aquí se están bajando las temperaturas!!!
ResponderEliminarMe repito al infinito... Cuando te decides a tener un espacio tuyo donde escribas con mayor asiduidad?
Bravo.
Un abrazo fuerte.
Leo
Este exquisito relato erótico ya no me sorprende…Recuerdo aquel otro que publicaste en este mismo lugar allá por julio, este de hoy va en la misma línea…el texto va en consonancia con la escena, va subiendo la calidad conforme sube la temperatura en la habitación.
ResponderEliminarUn abrazo.
Esa manera de jugar al amor solo puede disfrutarse después de años de ensayos, alcanzado cierto nivel de complicidad y madurez. Como también esta manera de contarlo solo puede ser el fruto de la experiencia; de, como tú, tener muchas horas de lectura y afición a las letras a la espalda.
ResponderEliminarUn texto muy sensual y seductor, no paras de sorprenderme. Si es que de tanto leernos has aprendido mucho de nuestros errores.
Un fuerte abrazo, amiga Isolda.
Bueno... bueno... mejor dicho: es bueno, para mi aquí, despuntandola primavera con los aromas florales que son propiamente los del amor, sumergirme en estas narraciones. El deseo amplificado por detalles verdaderamente excitantes juguetean con el eros de toda creatividad. A ese juego estoy llamado y en él me sumerjo. Ciertamente has energizado mi día.
ResponderEliminarGracias Isolda, escribes de maravillas, eso lo puedo constatar, las otras maravillas perviven en el reinado de la fantasía.
Un abrazo cálido
Adrián
Isolda, bello relato, sensual, con ritmo, nos vas llevando por el sendero de las sombras, nos pones en el precipicio, y cuando estamos dispuestos a saltar, sin paracaídas, nos llamas para hacer la cena. Ya estamos mayores para estas emociones.
ResponderEliminarUn abrazo, deseosos de leer esa larga noche, que imagino nos llevará a un tercer capitulo, ya de madrugada, a esos escarceos de alborada...
Un abrazo
Bueno, bueno... ¿qué sucede en estos dos últimos textos de La Esfera?
ResponderEliminarSi alguien nos visita por primera vez y ve las fotos y los textos sin analizar mucho, puede que piense de nosotros y contenidos que...
Como dice Amando, nos queda el calor del verano aún pegado.
Felicidades Isolda.
Qué no acabe esa noche, por favor. Que no acabe. Merece la pena que los minutos se conviertan en horas. Noches plenas de caricias eternas. Por favor, no nos dejes sin un Erótica III, y que sea pronto...
ResponderEliminarGuao, Isolda! Qué barbaridad! Preparar la cena va a ser desde este momento algo muy, pero que muy excitante.
ResponderEliminarGracias!!!!
No soy yo, 7 plumas, quien decide el orden de las entradas, pero quizá nos venia bien un pequeño giro, después de la entrada del otoño tan melancólico. Os agradezco mucho vuestros comentarios y sobre todo si lo habéis disfrutado, no puedo pedir más.
ResponderEliminarBesos tan eróticos como queráis a todos y de nuevo, gracias Inma.
Gracias a ti por publicar en La Esfera, ya estamos ansiosos por la tercera entrega.
ResponderEliminarEnhorabuena Isolda
Llego tarde, después de los escritores. Me queda soló decirte que me ha gustado mucho. Es un juego erótico y literario. Enhorabuena, Isolda. Un beso.
ResponderEliminarCatherine, Inma, me encanta que os haya gustado. Tengo todavía vuestro recuerdo en Santa Cruz pegado a la piel.
ResponderEliminarBesos para cada una, al norte y sur de mi sur.
Isolda, tu escritura va en crescendo como la temperatura de este texto. Buen aperitivo antes de la cena. Un beso grande.
ResponderEliminarDácil, querida, te digo lo que a Inma.
ResponderEliminarGracias y un beso enorme.
Me quedo tan sorprendida de escucharlo en tu voz, que sólo puedo agradecértelo, con muchos besos, José.
ResponderEliminarSabes que disfruto con la lectura de vuestros cuentos. Y a veces, cuando el relato lo requiere, saco mi parte femenina (esa parte que todos los hombres tenemos y que muchos quieren ocultar a toda costa) y la dejo libre para expresar esos sentimientos, esas sensaciones.
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