Me gusta la imagen que me devuelve el espejo.
En otra época, mostraba una joven más o menos bonita pero insatisfecha y malhumorada, que encontraba en su imagen mil defectos.
Yo soy la mujer que refleja ahora el espejo. La dueña de ese rostro equilibrado lleno de seguridad y sosiego. Y de arrugas, ojeras y manchas. Me ha costado llegar hasta ella y hacer de aquella chiquilla presumida, una mujer responsable y luchadora. Ayudarla a vencer el desencanto y el desánimo no ha sido fácil, como no lo ha sido ayudarla a superar el desamor, y mucho menos enseñarla a apreciar de la vida su esencia; a desechar lo banal; a no perder el tiempo con lo superfluo.
Pero lo he conseguido. Ese triunfo es solo mío. Por eso disfruto mirando el reflejo que me devuelve ahora el espejo, ha sido duro y muy caro llegar hasta él.
Pero, ahora sí: es mi reflejo.
Texto: Yolanda Nava Miguélez
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
Enhorabuena, Yolanda. Creo que cada uno tiene la cara que se merece, que no hay un modelo de perfección, que el rostro es la imagen de la personalidad que se construye poco a poco. Es una reflexión interesantísima cuando lo politicamente normal es quedarse joven sin arrugas, sin manchas, sin carácter.
ResponderEliminarDigo, como Catherine, casi ya no es normal pensar así. Me gusta tu imagen, al menos la que describes.
ResponderEliminarBesos, naturales como la vida misma.
Precioso texto, Yolanda, me ha encantado!!
ResponderEliminarLa aceptación de uno mismo, con sus imperfecciones y su maleta de vivencias, algunas no demasiado agradables.
ResponderEliminarPrecioso, Yolanda, una afirmación esencial digna de aplauso.
Lo que verdaderamente importa, cuesta trabajo. Y el premio mayor de todos es conseguirlo, alcanzar la meta.
ResponderEliminarEs importante la imagen que uno proyecta de si mismo, estar satisfecho con ella. Me gusta el tema de este texto, te hace reflexionar.
ResponderEliminarMe encanta, Yolanda, Felicidades.
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