Decir con exactitud la fecha en la que empezó todo, me sería imposible. Son esas cosas de las que no te das cuenta. Un día se tropieza con el otro, hasta que estás ante el hecho consumado. A veces incluso contribuyes tú mismo, sin saberlo. Nunca hemos sido desconfiados ni egoístas, es más, hemos querido compartir siempre nuestras alegrías con todo el mundo. Ahora puedo decir con conocimiento de causa, que quizá eso haya sido nuestra perdición.
El mal ya está hecho. No levantamos cabeza, cuando no es uno, es el otro y sino los camellos que, del poco caminar están artríticos. Y de los regalos, ni te cuento. El oro nos lo robaron. El incienso huele a rancio porque se nos acumula. No podemos competir con los ambientadores. La mirra acaba siempre en la basura porque ni saben qué es.
La venta por catálogo ha hecho estragos aunque lo que nos produce realmente mal cuerpo es, el no saber cómo combatir a ese advenedizo, que trabaja sólo, se cuela por las chimeneas y trae regalos endemoniados, con instrucciones en inglés.
Antes, las criaturas tenían una predilección por Baltasar, pero en las últimas cabalgatas los padres no hacían más que insultarle, le decían que se fuera del país y nos tuvimos que quitar el turbante, para evitar malentendidos.
Nuestra situación es desesperada. Hemos pedido un traslado, pero el de arriba nos ha dicho que en los demás sitios aún es peor. Allí ni nos conocen.
Mei, sin duda estos tres están en peligro por esta sociedad nuestra que se deja americanizar. De mi parte les puedes decir, que yo los adoro y aún les sigo escribiendo cartas todos los años, aunque creo que el correo no les debe llegar pues nunca me llega lo que solicito.
ResponderEliminarMe ha gustado este relato tan irónico.
Un abrazo.
Exacto, yo era un acérrima de Melchor, pero mi hermano bebía los vientos por Baltasar, como el resto de mis primos y amigos. Me enternece la tristeza de esos tres Reyes sin corona que parecen condenados al olvido, me gusta tu relato y el tono que empleas para ponerte en su piel.
ResponderEliminarUn abrazo
¡es magnífico!... qué pobres :(
ResponderEliminarse me quedó el abrazo en el camino, debe ser por la artritis del camelo
ResponderEliminarun abrazo
Ay, pobres. No me extraña, y encima para más abundamiento de males a partir del 1 de enero en los madriles los comercios pueden abrir las 24 horas del día, con lo que ni siquiera van a valer como retén de emergencia para padres, abuelos o tíos despistados.
ResponderEliminarSugerencia: Yo lo titularía Carta de los Reyes Magos.
(¿No hay plan renove para camellos o dromedarios?)
En el oficio de escritor hay que ponerse en la piel de los personajes, y tu lo consigues. Ese sería el sentir de un rey mago si de verdad existiera. La productividad de Noel, la velocidad de los camellos, los juguetes de Ikea, y además de raza nórdica. Lo tiene todo. Pobres reyes con turbantes xenófobos. Es lo que tiene el inmovilismo de los católicos. Bravo por tu punto de vista. Buen relato.
ResponderEliminarPobres, no están en su mejor momento, no, yo creo que les perjudica llegar tan tarde, si vinieran al comienzo de las vacaciones de los peques, ganarían adeptos. Buen relato. Un abrazo.
ResponderEliminarMe ha encantado, Mei. Muy bueno, divertido y ácido a la vez.
ResponderEliminarBuenísimo.
Pobres Reyes, quizás le hagan falta que se pasen por Canarias para celebrar una Navidad diferente, por lo menos más ligeros de ropa y con el sol quitándoles la depresión. Muy agradable la lectura de este texto.
ResponderEliminar¡Pobres! es normal que tengan depresión...
ResponderEliminarBbuen relato.
Besitos
Os deseo a todos una muy feliz Navidad
ResponderEliminarSaludos afectuosos
Jaja, qué bueno. Si es que esto ya no es lo que era... La navidad acabará siendo únicamente una campaña del corte inglés.
ResponderEliminarSaludos