06 diciembre, 2011

Los portadores de pecas VIII: La lección de Alicia.


Alicia se hunde. Se deforma la cara contra el hombro de mamá.
-¿Qué te pasa?- pregunta mamá.
La palabra sale muda. Mamá entiende, un poco. Mamá sabe, cuando no salen las palabras, hay que aprender a escuchar los ojos.
Alicia llora. Llora por el sueño que se hace chiquito y se le mete en el lagrimal, y sale, rueda, como una bolita de nieve bajando por su rostro, y cuando es demasiada tristemente pesada, se despega de su cara y estalla en el piso. Y así descubre el ruido que tienen las pérdidas.
Alicia llora. Llora porque la inocencia le encandila los ojos. Y no ve. Que mira para allá, que se estira con las pestañas, que se alarga la pupila, y nada.
Alicia llora. Llora porque hay muchas equis, y no es fácil. Llora porque reemplaza y reemplaza; ¿y la solución? No la encuentra. Y apoya el oído al pecho de mamá, a ver si escucha.
Mamá le mira los ojos, y ve: las equis, el sueño, y la inocencia. Le dibuja un remolino en el pelo. Le desordena la cabeza. Fuerte. Porque sabe, si le desordena la cabeza, Alicia piensa de otra forma y la tristeza se termina poniendo patas para arriba y se confunde, se marea y se atonta. Si tiene suerte, se cae. Y así descubriría el ruido de la tristeza cuando se rompe contra el piso.
Harta de llanto, Alicia se levanta y se mira al espejo, y comprende la lección. Por más que llore, que refriegue su cara en el hombro de mamá, por más que las trizas de tristeza no se desparramen en el piso; las lágrimas no borran las pecas. Y mientras haya pecas, habrá sonrisas.
A veces tardan.
Autor: Esteban Barbera
Narración: La Voz Silenciosa

4 comentarios:

  1. A veces, durante la infancia es muy difícil aceptar que uno puede ser distinto de los demás, y que los demás pueden reírse o apartarle por ello. Por suerte -aunque a veces sea a base de llanto- el tiempo pasa y las lágrimas ayudan un poco, siempre y cuando caigan sobre el pecho adecuado.
    Hermoso y poético texto, Esteban.

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  2. Abordas en este texto las incógnitas de una niña, sus miedos, sus esperanzas. Los desvelos de una madre por explicar lo inexplicable. Nos llevas de la desesperanza de Alicia a su sonrisa. De sus ojos a su boca, de su interior a su exterior. "Hay que aprender a escuchar los ojos" y a leer entre líneas y este es un texto para ello. No hay nada más grande que una relación madre-hija a esa edad.

    Me gusta. Un texto que no busca ser efectista. Un texto discreto que me despierta y hace me huela en el interior “desordenado de Alicia”

    FranCo

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  3. ¡Qué delicadeza de texto!
    El ruido de la tristeza, las lágrimas que no borran las pecas.
    Hallazgo tras hallazgo, un texto estupendo.
    Enhorabuena, Esteban. Y gracias.

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