—Pasé el día trabajando, no me interesa tu hermana, ni tu cuñado, ni sus compinches —digo con rabia creciente. Ella sabe que yo preferiría dormir desde ahora hasta que al circo de la navidad le hayan clausurado la puerta.
—Nos esperan a las nueve y media. Salimos de casa a las nueve.
No sé cuáles palabras tendría que pronunciar, qué gestos serían los adecuados para que entendiese.
Extraña reunión. Grotescamente extraña, como un ojo en medio de la frente, como el chaleco verde de ese morocho pasado de moda cuarenta años. Mi abuela tejía chalecos de hilo así, iguales. Solía creer que sólo a las mujeres les dolía la cabeza, llevo desengañado un tiempo que ya se hace largo. Si fuera a buscar los analgésicos que tengo en el saco todos los que están sentados de este lado deberían encogerse para dejarme pasar, como en el cine. Mejor aguanto. Sería capaz de ofrecerle guita al pelado aquel con tal de que cierre el pico, sería capaz de meterle un tiro también. Este cine pasa una película de corte fantástico: los adornos de la repisa lo confirman. Entre tanto cachivache, ese pájaro de piedra es
el que se lleva las palmas. Hace varios minutos que tolero los puntapiés de mi mujer, algo querrá señalarme. Últimamente esta es la forma en que se comunica conmigo. Nada de tomar mi mano o sonreír. Nada de hablar como cualquier ser humano,! siquiera. Señora mía: la próxima patada que reciba, le va a usted de vuelta. Después de todo no estaría nada mal que esta película insoportable diera un brusco giro hacia la acción. Mi abuela a las películas las llamaba cintas y al cine biógrafo, pobre vieja, la única mujer que realmente me quiso. Justo arriba del cuello, del lado izquierdo, allí es la puntada. El ojo que está del mismo lado también duele. Ese pájaro parece un cuervo, creo oírlo graznar. Sigue pegando, pero sus golpecitos ya no molestan. Mientras levantan los platos y yo no recuerdo haber comido, su sobrina dilecta intenta decirme algo. No la escucho, me siento mareado, lejos. Estos tipos bailan con la misma gracia que un tronco. Buen bailarín y mejor cantante es lo que siempre quise ser. Ya que tengo público, pruebo con los agudos del Ave María. Ella grita. No, es el cuervo. El pozo no tiene fondo, un hombre morocho vestido de verde me observa con cara seria e intenta detener mi caída.! No puede, voy bajando en picada. Sus esfuerzos resultan vanos! y me ca usan gracia. ¡Cuánto tiempo que no me reía así! La última vez, en la escuela para varones “San Lázaro”. Nunca entendí qué clase de santo era, o es, o cuáles favores hace. Aprovecho la navidad y lo invito.
—¡San Lázaro! —llamo.
—¡San Lázaro! ¡San Lázaro! —repito tan fuerte como puedo. No viene, es igual nada podría arruinarme esta alegría.
Mejor me pongo serio, al pájaro no le gusta mi risa. A mi mujer tampoco, veo que está llorando.
Texto: Patricia Nasello
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Amigos de La Esfera Cultural, me hace dichosa verme nuevamente en vuestra página. Gracias!
ResponderEliminarQué lujo de relato, Patri!
ResponderEliminarTiene todos los condimentos que lo hacen perfecto.
Real, cruel y con una agudeza notable. El hastío, las costumbres que perduran y que no significan nada, los recuerdos y el final que es un mazaso letal.
Enhorabuena por la publicación!
Muchos besos, qurida amiga!
Muy bueno este relato, muy duro y lleno de intensidad dramática... Está claro que debiera haber molestado un poco a los invitados y levantarse a por los analgésicos.
ResponderEliminar¡Vaya navidades llevamos!
jajaja...
Narrado con una intensa ironía lúcida, con una voz con el punto justo de hipocresía, este relato es una joya, Patricia.
ResponderEliminarComo siempre, es un placer leerte.
Un abrazo.
Tienes un gran pulso para lo dramático, Patricia, es fenomenal la pintura que trazas en este desmesurado óleo de hastío y rabia contenida, una Navidad ciertamente "distinta".
ResponderEliminarAbrazos admirados.
Bee, Armando, Pedro, Susana, me enorgullece agradarles con mi escritura. Y el cariño de vuestro comentarios me llena de dicha, gracias.
ResponderEliminarLos abarco en un abrazo
Un excelente relato, Patricia. Ese hastío que no cesa a pesar de la abstracción y ese malestar llevado al extremo hacen una potente descripción de una mala Nochebuena.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Si hemos de ser sinceros con nosotros mismos, no todas las Nochebuenas son perfectas, verdad Sara?
ResponderEliminarotro gran abrazo para vos
Estrenando la película de las mentiras verdaderas. Estos dramas anuales, tan nasellamente relatado.
ResponderEliminarTe mando un saludo enorme, Còrdoba linda!
Hey, eso de nasellanamente, me ha hecho poner colorada de vergüenza y alegría.
ResponderEliminarGracias por tu generosidad, Lunita.
Sube mi cariño para el norte
Buen retrato familiar. No tan alejado de muchas familias.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Saludos
Gracias, Ana J.
ResponderEliminarUna guerra dentro de la propia familia es un dolor insoportable.
Un abrazo
Sí que es distinta esta Navidad, Paatricia. Muy bien narrado con esa voz que nos cuenta todo lo que le está sucediendo.
ResponderEliminarBesitos
un texto que destila imaginación!!!
ResponderEliminarmuy bueno Patricia!!!!!!
abrazos!!!
Es un texto completo para narrar nochebuenas, no tan buenas, en familias que no son 'tan familia' como se cree. Me ha gustado mucho Patricia : tu ironía, imaginación y tu ritmo.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
Elysa, Escarcha, Laura, muchísimas gracias por vuestros comentarios amigas!!!!
ResponderEliminarPatricia, eres una excelente escritora, con todas las letras. Lo que más me ha impresionado es esa relación rota, aburrida, fastidiosa del matrimonio. Esas patadas por debajo de la mesa, ese cuervo negro con sobrevuela las relaciones familiares. Podía ponerse a sacar ojos y por lo menos rompería la patética rutina de soportarse los unos a los otros un año más. Magníficiamente contado. Un beso.
ResponderEliminarTus palabras, Mar, además de halagar y hacerme dichosa, tiran hacia arriba: obligan a hacer el intento de superarse para no defraudar.
ResponderEliminarMuchísimas gracias!!!!!
Buenísimo relato donde el cuervo, ese ave del averno, revolotea en unas fechas tan señaladas y acaba llevándose por delante al protagonista.
ResponderEliminarExcelente texto, Patricia.
Puñado de besos.
Muchísimas gracias, Lola!!!!
ResponderEliminarDe Poe para acá pájaros de mal agüero si los hay.
Concuerdo con vos: creo que simboliza todo lo que atropella. Nos atropella...
Retribuyo tu cariño
Llego al final del cuento y me digo que se me escapa. No sé el significado de ese ¡San Lázaro!. Por lo demás se lee muy bien ese desafecto a la familia de ella, supongo que todo lo normal del mundo. El personaje está para ser encerrado, y esa caracterización es el logro de este relato. La secuencia es muy visual. Las patadas, significativas. Lástima no entender el final.
ResponderEliminarXimens, gracias por el comentario y la cordialidad del mismo. El final no podría ser mas sencillo. El protagonista está loco y el hilo de sus pensamientos, que se detallan en el cuento, lo ha conducido hasta allí.
ResponderEliminarSaludos!