04 diciembre, 2011

Una noche como otra cualquiera

Evaristo vivía solo desde que había fallecido su madre. Era un hombre metódico, amante del silencio y concentrado en su trabajo. Y gris como los trajes que le acompañaban a diario a la oficina donde ejercía de contable. Jamás se permitía un capricho y nunca se saltaba las normas de su gris existencia.
Aquella noche cuando regresaba a casa, su rutina se vio trastocada al sentirse asediado por tres niños pequeños, que armados de zambombas, panderetas y matracas le deseaban una feliz Nochebuena. No supo cómo reaccionar e intentó huir a grandes zancadas de semejante bullicio diabólico. Pero los críos lo siguieron por el descampado que le separaba de la finca de pisos donde vivía. Era una zona de futura construcción, Corea, la llamaban. La conocía bien y no solía pasar por allí, la evitaba para no ensuciarse de tierra los zapatos. 
Evaristo, solo de nuevo, abrió la puerta de su casa, sacó lustre a su calzado, cepilló su traje gris, y se lavó las manos como otra noche cualquiera; aunque seguía oyendo en su interior el griterío de los pequeños desde lo hondo del pozo.
Texto: Magdalena Carrillo Puig
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11 comentarios:

  1. Magnífico terror navideño, Magdalena. Un abrazo.

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  2. Escalofriante, a este tipo le deseo que el griterío de los niños le acompañe el resto de sus días. Excelente texto!!

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  3. Terrible! De lo más terrible que se ha leído por aquí.
    Lo más inquietante, la frialdad, cómo se lustra los zapatos, se cepilla el traje y se lava las manos.
    Excelente!

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  4. Esta bien el final de los niños cantores, por plastas. En el relato en cierto momento como lector me siento que voy marcha a tras en el conocimiento, cuando transcurre por el descampado. Lección para las madres posesivas.

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  5. Bueno, está bien, también guardaré las zambombas y las panderetas, no me vaya a cruzar con Evaristo.
    Esto se pone cada vez más chungo.

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  6. Muy bueno, Magdalena. Nos ocultas a Evaristo difuminado por el gris de su existencia, sin reparar en esa Corea que"la conocía bien" y como en "una noche como otra cualquiera" llega a su casay se asea"tan metódico" sin dejar rastro.

    La verdad es que después de leer estos texto me horroriza oír ¡Feliz Navidad!

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  7. Escalofriante y palpitante relato...

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  8. Muy bueno, Magdalena. Me gusta cómo nos lo has contado.
    A Evaristo le intentan romper su rutina y no es eso, no es eso.
    Un saludo afectuoso.

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  9. Gracias a tod@s por vuestros comentarios. No es un texto nada navideño. Me ha encantado lo de los niños plastas,Ximens.

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  10. En el pozo?
    Pobres niños pobres que me parece que no molestaban a Evaristo por sus panderetas y villancicos sino porque le traen recuerdos del barrio conocido que no Ha podido borrar.

    Ni lo borrara nunca, por muy lustrosos que tenga sus zdpatos: subslme estarà siempre llena de mugre

    Un saludo. Á

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  11. Me está dando miedo esta Navidad alternativa. ¡Qué fuerte!

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