23 febrero, 2012

La brevedad del silencio de Mónica López Bordón

Como cualquier lector de poesía sabe, la relación amorosa entre humanos (en cualquiera de sus vertientes: deseo, pasión, ausencia, celos, traición, abandono, erotismo…) es médula que recorre los versos a través de la historia, desde sus mismos inicios, acaso porque el amor es el sentimiento más humanos y más revolucionario, aquél que puede derruir cualquier estructura de opresión.
Título: La brevedad del silencio.
Autora: Mónica López Bordón.
Editorial Grupo Cero. 94 PÁGINAS
ISBN: 978-84-9755-143-4
Sostienen los expertos que la poesía popular (ésa que se inicia y se transmite oralmente) tiene como uno de sus pilares importantes el amor de la pareja. Y si nos asomamos a los primeros poemas escritos en España (las jarchas mozárabes del siglo XI) comprobaremos como, en una mayoría abrumadora, el tema recurrente es el quejido de la amada por la ausencia o tardanza en el regreso del amado, cuestión ésta que luego se repetirá en las cantigas de amigo galaicas o en buena parte de los primitivos villancicos y romances castellanos. No se trata aquí de realizar un estudio comparativo sobre esta cuestión, simplemente lo señalo porque Mónica LópezBordón (Las Palmas de Gran Canaria, 1976) ha publicado en este recién estrenado 2012 su poemario La brevedad del silencio (Editorial Grupo Cero) cuya esencia bebe de esta agua que siempre
han sido afluente sustancial del río de la poesía, no sólo en español, sino la poesía de cualquier civilización.
Este poemario no es la primera incursión en el mundo editorial de la poeta. Viene a continuación de una obra colectiva Mitos azules de 2004 y su primer libro de poemas en solitario Árbol de sol editado en 2007. Este volumen, además, presenta la singularidad de contar con todos sus poemas traducidos al italiano por Luig Muccitelli, con lo que se puede afirmar que se trata de una edición bilingüe.
La autora, que creció en Toral de Vados (León) y reside en Alcalá de Henares, no sólo está relacionada con la palabra a través de la poesía, sino que su actividad también abarca el periodismo y la enseñanza. Y hago mención de estas circunstancias, en apariencia ajenas a un libro de poesía, porque en sus versos se observa ese afán suyo por ir a lo esencial, sin perderse en demasiados senderos ajenos a ese núcleo central al que me refería.
El libro, formalmente, es hijo de nuestra época. Me apresuro a resaltarlo, por no dejar al posible lector con la extraña idea de estar ante un libro anacrónico. Por el contrario, el verso de López Bordón se extiende amplio sobre la página con total libertad, ajeno a los anderiveles o ataduras (esto nunca se sabe muy bien) del metro y la rima. Más aún el gusto por la imagen emparentada, aunque sea lejanamente, con el surrealismo y con el hallazgo de imágenes desde la sinestesia de los sentidos, le confiere cierto tono onírico y, sobre todo, muy sensual. El verso generalmente de arte mayor provoca en el lector la sensación de un movimiento ondulante y lento: “Me sentía una gacela en pleamar / brotando en el fuego de tus manos / antílope y lira / preludio de una buena canción.” “Más allá de mi nombre de primavera / bordo una mujer de luna que camina feliz / el nuevo día con sereno paso.”
Como decía al principio, se podría afirmar que el tema medular del poemario es el amor de la pareja humana que en ocasiones, sobre todo hacia el final del libro, se asoma también a la trascendencia de un ser o ente superior. Pero decir eso es quedarse, quizá, un poco a las afueras del texto. Más bien se centra en el sentimiento doloroso que produce en el sujeto poético la ausencia del amado. Un dolor que empuja a la melancolía, al recuerdo, a la angustia.
Comienza el libro con dos citas que, me figuro, son importantes y necesarias para ubicar bien el sentido del libro. A modo de pórtico, nos encontramos con un verso de Clarilda Oliver Labra: “Soy la palabra recobrada” y justo como cita al poema inaugural, un verso de Pedro Salinas “¿Dónde está mi vida, di?”. A continuación ese poema breve, seis versos, que marcan (a mi modo de ver) el tono del resto de la obra: “Todo estuvo bien hasta que vi mis huellas. / Encontré el amor tendido en una estrella / que temblaba en la espera. // Con ternura dibujé en cada hoja de papel / una noche para poder soñar / y me comí el silencio”.
Es decir, estamos ante un libro que pretende conjugar la palabra y amor como la osamenta que aguanta y conforma el ser del sujeto poético, ese yo, esa primera persona del singular en que está escrito el libro.
El amor para Mónica López es total o no es. No le sirven medias tintas, no se conforma con fugacidades de tiempo o espacio. Una relación sólo puede ser amor, cuando incumbe todo el ser (desde lo más hondo a la superficie) en todo tiempo y en todo lugar. En este sentido el amado es y tiene sentido desde el amante quien le completa, quien le explica, quien da sentido y orden incluso al mundo a todo aquello que parece ajeno a la propia relación.
Los treinta y cinco poemas que componen La brevedad del silencio, también son una búsqueda o un intento de explicación de la propia esencia de la relación amorosa, más que del amor propiamente dicha: “Soy aquella de mirada encandilada / que corteja el friso de silencio que me tocan / y los dibujo sobre un puerto a la deriva.”
Pero al mismo tiempo, o quizá como lógica consecuencia, Mónica López Bordón nos acerca a los abismos de la soledad y de la muerte, pues ambas son como la otra cara de la moneda y, por tanto, están siempre presentes —aunque no lo parezca— en la relación amorosa. También proclama su fe inquebrantable en el ser humano, en un futuro abierto a la esperanza pues vivir es lo que importa.
La noche es uno de los escenarios favoritos de la autora. La noche quizá porque es el momento en que ha concluido la jornada y llega el tiempo de lo más íntimo, de aquello que es intransferible y al mismo tiempo aquello que nos alimenta y, sobre todo, barrunto, porque es el instante del día en que con más sinceridad podemos enfrentarnos a nosotros mismos, ser sinceros con nuestro propio ser hasta el punto de poder afirmar: “Soy una mujer que se encuentra / perdiendo el pasado, / borrada memoria de mí / con rosas en la piel / y carne de versos”.
Mónica López Bordón, pues, nos ofrece un poemario que bebe del amor a través del que se intenta ordenar el mundo y quién uno es. Un libro más que descriptivo, meditativo y sensual, un libro con tono personal, un libro que concluye con estos versos que más que un final, son anuncio de próximas entregas: “Habito las luces de la voz. Celebro la brevedad del silencio / sin volver la vista atrás”.

4 comentarios:

  1. Desde aquí quiero dar las gracias a Mónica López Bordón por el libro y por haber hecho extensiva esta reseña en su propio blog.

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  2. Desde La Esfera, deseamos a Mónica López suerte con esta nueva obra.
    Amor a la poesía y amor es lo que parece destilar esta nueva entrega de poemas que nos regala.

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  3. Magnífica reseña, Amando, que hace que incluso a una prosaica como yo le apetezca leer este poemario.
    Enhorabuena a Mónica Bordón, te deseo que seas leída y que tus versos despierten emociones.

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  4. Muy buena reseña Amando y mucha suerte, Mónica!!

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