Se llama Rico, aunque su nombre oficial es Ricardo. Solamente su novia y su jefe lo llaman así, Ricardo, pues al resto de su gente, ya sea la familia o los amigos, nos les cabe otra manera de pronunciar su nombre que la de Rico.
No es que sea guapo, pero desprende cierta ricura: tiene ángel, diría su abuela. Tampoco sus ademanes son la mar de elegantes ni su piel es rolliza ni sus manos finas. Rico es joven, acude a las fiestas con unas gafas de piloto de aviación que le ocupan media cara. Para los días laborables usa chaqueta y corbata, y aparenta estar muy centrado. Camina a zancadas por la gran ciudad, devora con la mirada a las mujeres, devora la belleza palpitante, devora la noche.
Comparte sus gustos por la música, sus ideas, sus éxitos, sus fracasos, comparte, en fin, su vida con una multitud de amigos a los que tiene agregados a su red. Y es que la red social,
el mundo digital, al que está afiliado, lo tiene fascinado. La información que le aporta es tal que navega por los abismos de la pantalla y aún así no encuentra fin a su empeño. Entonces, durante breves segundos, levanta la mirada y se sabe vivo, consciente, y busca, descubre, deduce, se hace idea de lo que pueda estar pasando, intuye: intuye la revolución. Últimamente las cosas no le van bien: su novia lo ha dejado, por falta de ricura, según ella; su jefe cerró el negocio lastrando con ello su puesto de trabajo; ante el espejo le han asomado las primeras canas; muchos de sus amigos han formado familias y ya no comparten cervezas ni tertulias. A Rico la realidad no virtual le ha cogido de sorpresa, está desorientado. Le resulta imposible creer que él, precisamente, él, sea uno de los perjudicados, una de las víctimas que alude el sistema. Pide consejo a la familia, a los amigos, a la red; todos coinciden al decirle: Rico, la salida está en ti mismo.
Ha pasado tiempo y sigue desconectado. Sus amigos agregados se preguntan si habrá podido tomar algún rumbo. Siempre ha sido una persona ocurrente. Lo más seguro, apuestan todos, lo más seguro es que, donde quiera que esté, dará señales, porque, Rico, no lo tiene todo perdido.
Texto: Dácil Martín
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
A veces se dan por supuestas demasiadas cosas. No es extraño el caso en que alguien desaparece y nadie se molesta en preguntar. Mala cosa esa de no ser impertinente de vez en cuando.
ResponderEliminarNo sé qué decir Dácil querida, me atrae y lo he leído dos veces, algo se me escapa, que no capto. No sé si hay un sarcasmo escondido en las palabras "la sslida está en ti mismo" En todo caso, subyuga al lector.
ResponderEliminarBesos para tu sur.
Algo habrá aprendido en las redes. En cualquier momento saldrá renovado.
ResponderEliminarBesos
Enhorabuena, Dácil, por este texto que te conquista y te hace pensar, reflexionar en este caso sobre la soledad en esta sociedad de consumo. También descubro, muchas veces, como en el cibermundo se puede encontrar mas afectividad que en el mundo real, donde parece que llevamos esa careta de las apariencias que nos hacen insensibles a todo lo que nos rodea. Curiosamente, estos días he leído un artículo sobre Las Islas Malvinas, un territorio inhóspito más extenso que la región murciana pero con sólo tres mil habitantes. Uno de ellos que había vivido en Londres confesaba en el artículo cómo en la gran ciudad apenas tenía amigo y vida social; sin embargo, en las Malvinas era conocido por todos y tenía amigos en todas partes. Abrazos
ResponderEliminarMe resulta muy interesante tu entrada, porque muchas veces he pensado en todos esos amigos de la red, que de pronto desaparecen, y no sabes más, haces conjeturas pero te das cuenta de que les apreciabas pero no sabías nada... Tienen un vida real que puede venirse abajo, para mí es la parte más triste de estas amistades virtuales.
ResponderEliminarSaludos Dacil
Con sus matices, sus cosas buenas y sus cosas malas, la red no deja de ser otra manera de relacionarse. Desaparecer de ella, es como cuando dejas de ir a tomar el café de la mañana a la cafetería habitual, y algunas personas que te solían ver, se preguntarán si habrá pasado algo. Creo que las percepciones no han cambiado en el fondo, puede que en las formas de manifestarse
ResponderEliminarBuena imagen de la realidad virtual, con tu estilo peculiar que te adentra a historias que casi puedes palpar. Enhorabuena
ResponderEliminarNo soy la que dirá que no es verdad que se encuentran amigos de verdad en la red. Me gusta tu relato, Dácil, con este pobre Rico navegando entre la vida real y la vida virtual. Le hace falta un momento de reflexión en esta mala pasada. Tampoco a mí me parece que lo tenga todo perdido.
ResponderEliminarEse personaje los has pintado de diez, Dácil. Casi parece que lo conozco de siempre. Lo que le pasa a Rico, es lo que le pasa a mucha gente, incapaz de ver, porque se encuentra embelesado en su mundo, que todo alrededor gira y gira, y se te escapa de las manos al menor descuido. Y luego por mucho que corras, el tren se ha pasado. Lástima de Rico. Pobre Rico.
ResponderEliminarDicen que no hay nada como perderse para encontrarse a un@ mism@...
ResponderEliminarUn abrazo.
Nuria R.G.
Rico, el internauta al que se le acabó la ricura.
ResponderEliminarMuy buen retrato, Dácil. Refleja con certeza la vida de muchos, más de los que quisiéramos.
Me ha gustado mucho.
Gracias a todos mis queridos amigos. Disculpen que no les haya dado respuesta antes, no estaba perdida, es el mundo no virtual el que me acapara.
ResponderEliminarMe han gustado un montón la reflexiones que generosamente han comentado. Es que este mundo del internet es fascinante, de hecho aquí estamos todos en torno a este blog, y mira cuántos amigos ya. Uno aquí, el otro en Segovia, en Málaga, en...
Después la vozsilenciosa leyendo el texto, Isolda apostando por el halo de esperanza, Ana, Amando, Marcos, Inma, Catherine, Miguel Angel, Anónimo, David, Yashira, Virgi..., pues sí, Rico tiene aún todo un mundo por descubrir y, aunque tuviera 80 años, todavía la vida le puede sorprender.
Abrazos