22 septiembre, 2012

A las doce de la noche


A las doce de la noche me torno calabacilla a punto del desahucio.
Algunas veces procuro continuar rodando; pero carezco de ruedas, ni siquiera cuento con algún pedículo que pudiera funcionar como pie, pezuña, pata… Nada. Alguna madrugada me haré daño de verdad.
El tiempo avanza inexorable. Ella sospecha que no juega limpio.

—Seguro que se dopa —dice—. Parece que las doce llegan antes cada día. Como si no fuera bastante con esta limitación absurda —murmura desazonada—. Hay horas con minutos de treinta segundos y con sólo setenta u ochenta centésimas. —A tanto llega la desesperación que farfulla—: Tiene un pacto con Cronos, estoy segura… Así es imposible.

No es que mi Cenicienta esté quieta durante el baile, esperando de brazos cruzados a que el príncipe se fije en ella. Sabe que si actuase con tal desidia (acaso orgullo) todo sería imposible, pues en este baile cotidiano las bellezas simpáticas, inteligentes y originales abundan.

Bien lo sabe ella.

Cuando la acerco al baile cada tarde, negocia con el hada. Pretende que le permita estar

más horas cerca de las mansiones, aunque sea antes del inicio de la fiesta.

—Quizá el príncipe acabaría fijándose en mí —suspira.

Pero el hada es inflexible, aunque siempre le habla con cariño, yo diría que con ternura, cosa que Cenicienta no aprecia lo suficiente.

—Tienes desde ahora hasta las doce, ya lo sabes. En vez de protestar, agradece que te permitan seguir acudiendo cada día. Tendrás que ser más inteligente y más constante, tendrás que saber cómo mirar al príncipe para que él aprecie tu presencia.

Cada jornada se repite la conversación, cada día es lo único que escucho; ya no sé nada más, porque el viaje de regreso nunca lo hago. Siempre me quedo tirada junto a la verja de acceso, convertida en calabaza agotada, casi desahuciada.

Alguna vez he intentado llamar su atención para que regresase antes de la hora y hacer por una vez el retorno como corresponde. En tal caso le diría que quizá ya ha pasado su tiempo, que su zapato de cristal se hizo añicos; pero, repito, es una pretensión inútil. A partir de las doce de la noche, aunque me arrastre por este camino de piedras que me torturan, sólo veo cómo Cenicienta corre y corre, a veces envuelta en llanto, a veces con ganas de gritar, siempre descalza. Llegará desolada a su casa; quizá tarde en conciliar el sueño, pero sus hermanastras, en silencio, ya le han preparado las tareas que antes de las siete de la mañana tiene que empezar a ejecutar o, de lo contrario, ni siquiera tendrá derecho al baile diario, aunque concluya demasiado temprano: a las doce de la noche.

Texto: Amando Carabias
Narración: La Voz Silenciosa

12 comentarios:

  1. ¡Que belleza Amando! Contar la historia de tantas y tantas cenicientas nocturnas de discoteca, de todas las edades, que en buscan un principe, que sea además la horma de su zapato y todo esto antes de que se rompa el hechizo.¡Cuantas cenicientas regresando al amanecer descalzas, ojerosas y cansadas a su triste realidad...!
    ¡Eres un mago de la escritura Amando! Con ese toque especial que otorga la pluma de un poeta.
    Gracias.

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  2. Qué extraordinaria vuelta de tuerca!
    Las cosas son como son, en los cuentos y en la vida. Estamos atados a nuestras circunstancias, aunque soñemos con cambiar. Esa calabacilla lucha contra el tiempo, contra la decepción de no poder modificar el destino, el suyo y el de Cenicienta.
    Pero siempre hay una esperanza, hay que seguir intentándolo. Aunque haya que volver a las doce.
    Solo tú podrías ofrecer una nueva y lúcida visión de este clásico.
    Maravilloso.

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  3. Repito mi cometario en Pavesas
    Genial lo de tornarse calabacilla a punto del desahucio. Me encanta el cuento convertido en fábula del tiempo y el deseo. Siempre habrá un hada o una hermanastra que estire o acorte los minutos. Lo esencial es saber lo que se quiere lograr y a qué estamos dispuestos para conseguilo.
    Un beso, Amando

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  4. Un escritor y punto.

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  5. Estupendo clásico reformulado, la persistencia acabará siendo exitosa, aunque el príncipe nunca se fije en ella, aunque la calabaza no pueda rodar después de las doce, a fin de cuentos, ¿Quién quiere a un príncipe a-zu-lado en este nuevo siglo?

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  6. Muchas gracias por vuestras palabras. La verdad es que este texto cojea, pues le falta la dedicatoria. ¿Por qué no está la dedicatoria? Porque su destinataria, Ana J., me pidió encarecidamente que la suprimiese. ¿Por qué está dedicado a ella? Porque una frase suya escrita en un cruce de mails, fue como la espoleta de la bomba (o bombilla) que me sugirió el relato. Luego éste -el relato- como siempre fue por donde quiso, y acabó en el territorio Melancolía.

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  7. Calamanda Nevado24/9/12, 17:42

    Armando, el hada, con sus rasgos de madraza, hizo todo lo que podía en esos momentos. Luego la vida, y uno mismo, hace lo demás.

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  8. Querido Amando. Lo has conseguido, ya me sacaste los colores. No me queda más remedio que decir públicamente que es uno de los regalos más bonitos que me han hecho nunca.
    El que terminara en territorio Melancolía solo le añade alicientes.
    Muchas gracias de nuevo, amigo mío.

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  9. Que preciosa historia melancólica de Cenicienta, maravillosa versión, Amando. Me ha gustado mucho,mucho. Y encima dedicada a nuestra Ana. Besazos a los dos.

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  10. De nuevo agradezco vuestras palabras y de nuevo agradezco a la portentosa Voz la versión que hace del texto. Es una suerte contar contigo entre nosotros. Una suerte impagable.

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  11. Oño, Amando, primero pones colorada a Ana y ahora a mí. Es que no paras. El privilegio es mío de estar rodando en esta esfera maravillosa. Y haberos conocido, un placer.

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