Esta novelucha suya sobre un bufete de abogados defensores de animales de granja no es más que un cúmulo de despropósitos: gallinas injustamente desalojadas de sus corrales, vacas detenidas durante una manifestación reivindicativa de unas mejores condiciones laborales, ovejas procesadas por negarse a ser trasquiladas de forma indiscriminada. Y luego, ¿qué decir de la frenética actividad de la que hacen gala los letrados, acudiendo a tan dispares y pintorescos juzgados rurales desperdigados por el mundo entero? ¡Qué extraordinario don de la ubicuidad! ¡Qué asombrosa tenacidad! Ni por un instante contemplan el abandono de la peregrina defensa de los derechos de sus clientes... Despierte, alma de cántaro, abra bien los ojos, ponga los pies en la tierra, deje de fantasear y, cuando haya escrito algo con visos de realidad, vuelva. Yo ya no puedo perder más tiempo con usted, señorita Alicia. Algunos conejos no vivimos del cuento, ¿sabe? ¿O acaso cree que una editorial como "El País de las Maravillas" está donde está por arte de birlibirloque?
Texto: Nuria Rubio González
Narración: La Voz Silenciosa
Narración: La Voz Silenciosa
En fin, estos editores...
ResponderEliminarLa historia dentro de la historia. Aunque, quién sabe el Sombrero Loco no es el Editor Jefe...
ResponderEliminarGracias a La Esfera Cultural por la publicación de este texto cuya finalidad es transmitir (no sé si con éxito) que la imaginación es una herramienta útil para transformar el mundo, para modificar la realidad, fundamentalmente cuando ésta no es todo lo buena que sería deseable. En otras palabras, la fantasía, la ficción, la literatura en su vertiente fantástica puede operar como válvula de escape cuando la realidad oprime, ahoga, asfixia...
ResponderEliminarAmando, Ana J., gracias por leer el texto y por esos guiños hacia la figura del editor.
ResponderEliminarSi Lewis Carroll levantara la cabeza, probablemente imaginaría que mandan cortar la mía por convertir a su "País de las Maravillas" en editorial y a su Conejo Blanco en editor. :)
Con retraso (lamento no haber podido hacerlo en su día), agradezco a La Voz Silenciosa su magnífica narración.
ResponderEliminarSolamente por escuchar el texto en la voz de Jose Francisco, merece la pena haberse aventurado a escribirlo.
Lo dicho: gracias!