15 noviembre, 2014

Ese nombre

Era un día muy raro. Los hechos sucedían de un modo diferente a lo habitual. Ignoraba en qué hora transcurría mi existencia. Me sentía extraño, como habitando un no lugar en un espacio indefinido.
Llegué a casa y la hallé desierta. Sobre la mesa del comedor encontré unos papeles; daba la sensación de que habían buscado algo con apuro, para salir raudamente.
Sonó el teléfono y lo atendí. Preguntaban dónde era el velatorio de Gustavo. Respondí que no sabía, indiferente. Pero ese nombre...
Decidí ir al bar por unos tragos. En el camino pasé por la sala velatoria del barrio; en la puerta había alguna gente conocida. Cambié de planes y entré.
Ingresé cual ser invisible. Absortos en su dolor, nadie pareció percatarse de mi presencia. Me introduje en el sector donde estaba ubicado el féretro. Observé ante mí a un joven demacrado de rostro tan familiar que se me antojó que en un espejo me contemplaba a mí mismo. Hice fuerza para despertar creyendo todo eso parte de una pesadilla, pero no lo era. Estoy tan seguro de eso como de que en el estadío que llamamos vida mi nombre era Gustavo.

Texto: +Luciano Doti 

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