03 febrero, 2015

Desde el encierro y otras veleidades

Escuchad lo que os digo: Vos sois para mi la magnificencia, os llevo observando mucho tiempo desde este encierro que yo mismo he construido, en muchas ocasiones me he cuestionado muy mucho la oración y consentir vuestra imagen venerada, lo cierto es que postrado aquí en este oscuro lugar mi grito pues es para vos, para que podáis oír lo que mi lengua reseca y muda hasta entonces quiere deciros…, No es dicha y desdicha del hombre lo que en estos momentos quiero decir, esto es mi encarcelamiento señor, mi deuda quizás con el mundo. Hace mucho tiempo, mucho, diría que casi mil años que siquiera comenzaron a redimirse los pecados, si es que se redimen. Porque es tan fácil Vuestra Merced, es tan ligero decir: He sido redimido de todos mis pecados, de mis infortunios, de prolongar un daño a posta por no permitir que de mi se escapara una brizna de compasión, siquiera solo por mi alma. ¡Oh, mi soledad! ¡Cuántos aterradores lugares ha visitado! Azor norteño, juveni! l en otros tiempos, ahora entre barrotes, maldiciendo lo que la mente creía una sola realidad; ahora deseo separar la paja del grano; creer que ese horizonte que separa el cielo y la tierra esconde la perfección, la beldad, si, siempre ha estado ahí ante mis ojos llenos de rabia y de sangre, de ausencia de equidad para con los demás y para conmigo; rabia, rabia, rabia…,
La ponzoña se adviene a mi piel y quema igual que lenguas de fuego orbitando en el techo de mi destierro. ¡Qué espanto verlas! ¡Cómo escudriñan con besos malolientes! ¡Ay lenguas de fuego, un vampiro trepando por mis venas, fustigando mi espalda! Yo quiero ser el hombre pobre señor; remar, remar hasta la orilla y romper los hierros de este encierro. ¡Oh, mi Dios! Que yo soy un hombre pobre, que siempre lo fui; dadme pues una gloriosa bienvenida a este otro lado. Fuerza y valor quiero para dejar este destierro maldito por vos un día. Seré pues el aguerrido guerrero que ha de ganar la batalla, la más grande de las batallas, la que se urde en el pozo del alma…,

Texto +Maria Estevez 

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