Carreras frenéticas, gritos desquiciados, mechones de pelo que mutan en peinados imposibles, maquillajes absurdos, perchas obesas de ropa sin cuerpo y tacones que violan los pies.
Hipnóticos focos apagan la oscuridad y alumbran el sendero de la exhibición. Por él deambulan colores y texturas que arroparan carencias y complejos de otros, mientras, el ego monstruoso del mentor se apacigua revolcándose entre los aplausos.
Todo vuelve a su estado natural. Natural e insustancial como las hojas de lechuga y el litro de agua que se regala mientras respira su soledad desnuda y sin glamour.Mañana más.
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