03 junio, 2015

Obsesión

Volvió a levantarse y otra vez había colocado bien el cuadro, que aparentemente nada habría de revelar que en algún momento éste se hubiera esquinado, pero su visión era diferente a cualquiera que en esos momentos se encontrara en la sala, era tan equidistante de las demás, que pareciera esa, la única percepción, la de que el cuadro se torciera. Ésta vez se había inclinado ligeramente hacia el lado izquierdo, incluso la tela de araña casi se había desprendido dando girones en el vacío, y eso no lo permitiría, para eso estaba allí oteando, casi sin pestañear, haciendo guardia, firme y conteniendo las ganas de ir al servicio, incluso.
El desayuno se había enfriado y el bollo, y la leche, y el zumo de naranja parecieran que se hubiesen revertido y nunca hubieran estado allí, en la mesita, como si el mantel blanco solo fuera una luminaria, sería entonces eso, pura y llanamente una fuente de luz...,
Pensó en mudar de sitio la tela de araña; cómo habría de dejar sin casa a la araña, jamás haría eso, por muy efímera que fuera su vida, era un ser vivo, de modo que ahora viviría en otro cuadro, justo en la esquina derecha, ahí estaría bien y encima se lo agradecería, el dejarla seguir con vida, dejar que su nueva casa fuese tan confortable como a él mismo le hubiera gustado la suya propia, porque por esos días se encontraba ausente y no sería lo mismo, las comodidades del hogar propio, a la habitación donde se le había destinado, ya iba para seis meses de ocupa. Mientras discernía si el cuadro debía estar inclinado ligeramente a la izquierda o derecha, pero jamás en el centro, mientras pensaba eso en solitario, y meditabundo, a la vez que preocupado, el doctor Matteo revisaba el largo historial de casi cuarenta páginas y naturalmente dudaba si un permiso, aunque fuera de pocos días vendría bien a Vittore...

Texto: +Maria Estevez 

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