Autorretrato de Picasso. Imagen tomada de Internet
Después de la ducha matinal, su cara acudió al espejo. Le gustaba afeitarse entonces. Sin que el agua hubiera despertado todas sus neuronas, para su cerebro era imposible seguir la sucesión de órdenes: abre los ojos, mira, enjabona, rasura. No se dio cuenta, pues el aroma del café recién hecho y el suave murmullo de la canción que ella tatareaba distrajeron su atención. Fue al pasar el jabón cuando lo descubrió: aquel no era su rostro.
Cuando ella le dijo que el desayuno estaba listo, le llamó por otro nombre, el verdadero nombre de aquella cara, no el suyo.
Magnífico!! Un auténtico microrelato de calidad.
ResponderEliminarEl espejo, refleja muchas veces lo que no queremos ver.
ResponderEliminarUn microrelato de manual. Enhorabuena.
Ana J y FranCo muuchas gracias por vuestras palabras.
ResponderEliminarSon un buen aliento.
A veces es bueno ponerse normas.
Un texto inquietante donde el personaje ha podido ocupar otro cuerpo, y/o (peor aún) haya perdido el suyo.
ResponderEliminarLo dicho, Amando: cuánto en tan poco, la estocada inesperada, sello de maestría.
ResponderEliminarEnhorabuena
La mala pasada de los espejos...¿o es buena?
ResponderEliminarEstupendo, Amando.
ResponderEliminarUn gran relato dentro de muy pocas lineas. Y profundo.
A mí me sucede a veces -mucho últimamente- y si necesidad de crema de afeitar.
Enhorabuena, Amando.
Madre! que pasada de "micro" relato, que no tiene nada de micro,has logrado que me encoja de angustia en tan pocas lineas, lo peor como dice Anabel que en ciertos momentos nos podemos identificar con el personaje, y en otros nos gustaría que nos pasara.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Dácil, Marcos, Flamenco, Anabel, e Inma muchísimas gracias por vuestras palabras.
ResponderEliminarNunca pensé que podría enfrentarme a un micro de esta manera, y como casi todo, me imagino, es cuestión de trabajar y trabajar, una vez que la idea te ha llegado..., cuando llega.
Lo dicho, gracias.