Estaban hechos el uno para el otro, pero no para poseerse, sino para añorarse. Así fueron felices con sus respectivos conyuges a través de una infidelidad potable. Se dice que llegaron a odiarse de un modo trémulo, el sutil odio de amantes cansados. Nadie conoce de un beso o un roce de estos cuerpos habitados por almas gemelas, sólo miradas dulces o amargas, gestos que decían algo y por los que se sentían culpables. Pero era un lenguaje críptico que sólo ellos podían descifrar, pero que poco a poco se tornó más oscuro, como entresijos de un enigma que los llegó a aburrir hasta abandonarlo. Se hicieron viejos como desconocidos, en la memoria perdida quedó lo demás.
Texto: Andrés Díaz Castro
Algunas veces la felicidad está en la memoria o en el recuerdo, y es bastante penoso desaprovechar el presente.
ResponderEliminarLa vida empieza hoy...
ResponderEliminarHasta el mejor de los acuerdos naufraga en el hastío.
ResponderEliminarBienvenido, Andrés
Me gustan mucho los microrelatos que son capaces de conseguir contar una historia tan rica en matices. Creo que lo que nos cuentas Andrés no es nada extraño, que pasa con frecuencia, cuantas almas gemelas se dejan por el camino convencidos que podrían llegar a ser amores profundos, y no has intercambiado mucho más que gestos y miradas.
ResponderEliminarEnhorabuena espero que podamos disfrutar de muchos más textos tuyos.
Eso mismo que ha dicho Ana,"... el mejor de los acuerdo naufraga en el hastío...", también lo entendí del texto. Gracias por publicar en La Esfera" Saludos
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