04 agosto, 2010

Hasta las seis


En otro tiempo, en diferentes circunstancias, Sandra hubiera podido afirmar que las primeras voces sonaron a las seis. Atornillada en la cama de algún sitio que intuía un hospital, en un despertar inexacto, le resultaba difícil calcular alguna hora, ni presentir voces en aquellos sonidos que percibía.
No sentía dolor; sí un adormecimiento, sopor y un persistente olor a quemado. El paso de los minutos le fue permitiendo recordar, lentamente: el alcohol derramado, el encendedor, los gritos, la confusión, terror, dolor y el mismo olor que ahora se le metía por la nariz, mucho más tenue, proveniente de cada poro de su piel. La memoria de su olfato y su tacto eran los últimos recuerdos, luego de eso, la nada. Hasta ahora, doce días después.
No eran voces esas que creía escuchar desde las seis de la tarde, como se le había antojado. Sandra iba descubriéndolas como dos presencias. Una de ellas la estaba esperando, le prometía alivio y descanso. Escapar de una realidad que ahora le parecía ajena, morirse y evadir el dolor de su cuerpo ya desfigurado y la pestilencia que jamás dejaría de emanar.
La otra presencia era él, que había llegado al hospital para cerciorarse de su gravedad (como si no hubiera sido el protagonista) o quizás para amedrentarla y convencerla. Sin una sola palabra, solo contemplándola amenazante desde el otro lado del vidrio. Volver podría ser peligroso o más tortuoso que lo que había vivido hasta entonces.
Si ella elegía morirse, él quedaría impune, sin más testigos. La vida tenía ahora el valor de la verdad revelada y el castigo para el culpable.
A las seis de la tarde, hora que Sandra nunca llegó a advertir, el sonido que desde un aparato reflejaba el pulsar de su corazón, se volvió agudo, continuo y acalló las voces. También la de Sandra.



5 comentarios:

  1. Buen relato Giselle. Tan real, por desgracia, que resulta angustioso. Podría haberse titulado 'Decisión vital'
    Besos del sur.

    ResponderEliminar
  2. Impresionante! El tema horripila, asquea, te hace sentir rabia y desprecio.
    La forma es impecable.
    Enhorabuena, Giselle

    ResponderEliminar
  3. Podría decirse aquello tan inútil para la literatura como inquietante para el lector de "basado en un hecho real". Prefiero pensarlo en el arte de la creación: condensada literatura sin fisuras.

    ResponderEliminar
  4. Solo puedo decirte enhorabuena. Tema cruel y por desgracia muy presente en las noticias, pero la forma de describirlo no tiene ninguna desperdicio. Magnífico, me ha puesto los vellos de punta.

    ResponderEliminar
  5. En días como el de hoy, donde salen y se comentan los estudios realizados sobre asesinos de sus parejas y percepción que del asunto se tiene por la sociedad en general, este texto es un buen aldabonazo, para poner sobre la mesa la cruda realidad que atosiga a este país con unas cifras que empiezan a ser insostenibles.
    Nada, repito, nada hay que justifique un sólo caso de maltrato (físico o psíquico).
    Y lo peor es que entre los jóvenes la situación se reproduce.
    Quizá no sea lugar para hablar sobre todo esto, pero creo que si no se cambia la educación, en el sentido de que nadie pertenece a nadie, sino que las relaciones que se produzcan entre humanos han de basarse en la libertad, y el respeto, seguirá habiendo más Sandras en el mundo cuyo corazón dejará de latir después de haber sido abrasadas.
    Texto magnífico, por cierto.

    ResponderEliminar

Gracias por contribuir con tus comentarios y tu punto de vista.

Los componentes de La Esfera te saludan y esperan verte a menudo por aquí.

Ésta es tu casa.