Fue una manera elegante de acercarse, siempre elogiando mi estilo y mi forma de ser. A todos nos gusta que nos halaguen.
Ambas queríamos mostrarnos amables, sentir que el conocimiento pasaba a la amistad de una forma razonable y lógica.
La primera vez que observé que llevaba una ropa similar a la mía pensé: ¡Qué simpática!, forma sutil de demostrarme su cariño.
Posteriormente no fueron sólo vestidos que coincidían por casualidad o porque frecuentáramos tiendas comunes, aparecía ante mis ojos con peinados y movimientos clónicos que me provocaban pequeños escalofríos en su presencia.
Cuando me inundaba un sentimiento de angustia por la sensación de persecución, sacudía la cabeza como un perro quitándose el agua, para que esa idea saltara y no mojara mis incrédulas neuronas.
Pero aquella chica simpática que tenía interés en conocer, se estaba convirtiendo en una pesadilla reiterativa, me estaba plagiando, estaba suplantando mi personalidad.
Conquistó a mi hermano para introducirse en la familia y poder recorrer mi casa con total libertad.
Empecé a echar de menos objetos personales, notaba su olor entre mi ropa, su presencia en la penumbra, su obsesión en mi existencia.
Consiguió meterme tanto miedo en el cuerpo que hasta dudaba de mí.
Disimulaba ante los demás con tanta maestría, sus recursos escénicos eran tan escrupulosamente perfectos, que logró acorralarme en la soledad. Se convirtió en mi sombra.
Inma, éste texto es de los que nunca se nos olvidan, convirtiéndose en parte de nuestra sombra literaria. Debes estar altísima, ¡cuánto has crecido!Ya no sólo tienes sombra sino que estás dejando una profunda huella con la que seguirte. Me ha gustado mucho como lo has tratado y cómo lo has escrito ¡Ni el mismísimo Borges!
ResponderEliminarMarcos
Como en las peores pesadillas, lo que comienza como un halago termina convirtiéndose en un acoso que aterra. Como los maltratadores, fachada impecable de puertas para afuera, un monstruo que te roba la individualidad.
ResponderEliminarEstupendo, Inma, terrible y estupendo.
Gracias chicos, estoy profundamente alagada con vuestras palabras. Es un texto que expone un tema más común de lo que parece, hay personas que suplantan personalidades y te pueden acosar hasta extremos inimaginables.
ResponderEliminarGracias, muchas gracias.
¡Qué horror! Perderse a uno mismo, ¿hay algo peor que perder? Sentimiento de impotencia y desamparo que invade a la víctima del maltratador (amplio y confuso concepto), que la paraliza. Es un vampiro que parasita personalidades, pero incapaz de vida autónoma, frágil si se le niega el alimento.
ResponderEliminarAngustioso, gráfico, estupendo.
Mucho se ha escrito sobre el tema, Pero tu texto ha conseguido que gire la cabeza, a ver...
ResponderEliminarBesos aún angustiados.
Cualquiera se fía de las amigas y de las novias...
ResponderEliminarEsto de la suplantación de identidad es algo tremendo...
Texto inquietante.
Suscribo, además, lo que dice, Marcos.
Un texto sugerente que deja abierta varias posibilidades: que la sombra está como una cabra, o es la sombra imaginada por el personaje que llega a creerla real. Cualquiera de las dos es escalofriante.
ResponderEliminarTambien opino como Marcos, nos sorprendes con textos.
¡Que productividad literaria!
ResponderEliminarUn texto con muchas posibilidades de interpretación. Esos textos que permanecen en nuestro pensamiento durante tiempo para buscarle una salida.
Bien, bien.