Había mucho revuelo, mucha gente en mi casa. Trajines de calderos hirviendo, loza rescatada de las alacenas, rodar de muebles, hablar susurrante.
La habitación principal estaba desconocida. Los muebles habían desaparecido y su lugar lo ocupaban sillas pegadas a la pared, para que no se perdiera detalle. Olía a cera y a vapores de flores recién cortadas. Se oía el murmullo de frases repetidas de memoria. La ropa oscura. La abuela también estaba, pero no en la cama donde yo le daba los buenos días, sino embutida entre tablones negros. Blanca la cara, blanca la ropa, quieta, muy quieta. Callada. Era una foto sepia en blanco y negro con los bordes de encaje.
Rosa me acercó a la cara de cartón, era como de mentira, o de juguete, para que le diera un beso, un beso frío que se me grabó en la mejilla, público. Me confundí, aquello no podía ser la abuela, aunque lo pareciera, pero tampoco era de jugar porque la gente me dirigía miradas pesadas, oscuras como sus ropas, como escondidas, como de mentira también. No podía ser la abuela, la abuela era cálida, y no me besó.
Me tranquilizó ver a mi madre en la puerta, estaba asustada de la gente con caras de niebla, de la negrura desconocida que se pegaba a los muebles, a los cuerpos, que apelmazaba el aire y a la que quería lejos. Aunque no llevaba los colores bonitos que le gustaba lucir en verano, sí tenía roja la cara y los ojos del color de las llamas cuando miró a Rosa, me arrancó de sus brazos y me sacó de allí gritándole bajito.
Texto Ángeles Jiménez
Me ha gustado mucho como consigues determinar la sensación de soledad, frío e impotencia que genera la muerte, sobre todo para la mente de una niña.
ResponderEliminarMe encanta, es precioso, como defines la dificultad que tiene para una niña entender la muerte, y todo lo que conlleva. Dan ganas de salir a jugar con ella y abrazarla y devolverle el beso de la abuela.
ResponderEliminarTremendo relato, Angeles, vemos un momento tan duro desde los ojos inocentes de una niña. Muy logrado.
ResponderEliminarMe encantó conocerte ayer, ahora tus escritos además del interés que mueve tu estilo, me motiva que ahora conozco un poquito más de tí. Ha sido un placer leerte y conocerte.
Abrazo
Inma
Frío, frío. Momento desagradable. ¿Alguien puede hacer algo por librarnos de esos momentos?
ResponderEliminarRecuerdos que se quedan marcados en nuestra alma como "marca de ganado"
Magnífico. Te sientes en la piel de esa niña en medio del ritual de la muerte.
ResponderEliminarGente con cara de niebla. Perfecto.
Gracias a todos por leerme y comentar. Cierto: frío, negro y confuso primer contacto con la muerte.
ResponderEliminarFranco, me temo que no, la muerte forma parte de la vida, hay que aprenderla (y aprehenderla).
Inma, también ha sido un placer para mí conocerte, otro día más.
Besos para los "rodadores" de La Esfera.
Genial me ha encantado!!!! Has conseguido ponerme los pelos de punta y además recordar mi sensación cuando besé a mi abuela por última vez.Besos
ResponderEliminarHe cerrado los ojos y he pensado atrás, muy atrás en el tiempo después de leer tus líneas...
ResponderEliminarNo hay duda. Es el color, el olor y el tacto de la muerte. Que nunca nunca nunca, podemos olvidar...
felicidades. Lo has "clavado" y me has hecho sentirlo de nuevo
Querida Angeles:
ResponderEliminarEnhorabuena. En los dos últimos relatos has cambiado el juego de las palabras como forma de escribir a la expresión de unos sentimientos para llegar a cautivar el sentimiento del lector. ¡Por fin se entiende y llega!.
(Aunque mi opinión no sea de tanto valor como la de los euditos del blog)
Sigue así.
Besos.
La primera vez que nos visita esa señora a la que llaman muerte y para la que no hay preparación posible....¡Magnífico!
ResponderEliminarToñi
Gracias, amigos. Me alegro de haberles provocado esas sensaciones, al fin y al cabo, es lo que quiere un escritor: trasmitir, que lo crean. Yo como lectora soy una "creída", me creo hasta los prólogos...
ResponderEliminarBesos
Olores, color sepia, calderos, público, el blanco, la abuela, el rojo, la madre... Todo a un ritmo de elocuencia ágil que no deja escapar los detalles que tan bellamente escogidos, estampan la imagen sobrecogedora de la muerte a través de los ojos de la niñez que tanto ve.
ResponderEliminarMe ha encantado, y nunca es tarde cuando la dicha es buena para decirte por la parte mía que faltaba, bienvenida a La Esfera.
Un abrazo
Gracias Dácil, un beso.
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