23 diciembre, 2010

Mi abuelo Jesús



Mi abuelo Jesús era un hombre viejo, siempre lo recuerdo viejo, cascarrabias y fullero (no le gustaba perder a las cartas ni al ajedrez).
Vivíamos en una casa grande con tres viviendas, gallinero, conejeras y una cuadra con un burro, Perico.
Perico nos quería a los niños de la casa, le dábamos algarrobas, él las cogía con la boca con un gran cuidado y nos regalaba un sonoro bufido de alegría por la nariz.
Entenderéis que una casa tan grande requería constantes cuidados y de ellos se encargaba el abuelo Jesús, mi abuelo materno. Al abuelo paterno, Joaquín, no lo conocí, me lo asesinaron en la paz de Franco...
El abuelo Jesús, tenía una curiosa costumbre. Cada vez que empuñaba un martillo, acababa de forma ineludible machacándose un dedo.
Siempre que la chiquillería de la casa veíamos al abuelo con un martillo en la mano, lo perseguíamos. Sabíamos a ciencia cierta que nos brindaría un divertido espectáculo.
Mi abuelo, al contrario que mi abuela, era ateo practicante y blasfemante.
Cuando el martillo se estrellaba con fiereza sobre su dedo, la primera blasfemia se asomaba grande a su boca, con rabia:
—Me cago en Dios, en la Virgen, en los Santos Apóstoles, en todos los beatos, y en la madre que los parió —y aquí llegaba el apoteosis final— y me cago en los cuatro clavos que sujetan el cielo—. Alborozo y risotadas de los espectadores, el nos miraba....
Entonces se tranquilizaba y nos daba a los niños un trozo de raíz de regaliz que siempre llevaba en los bolsillos —no fumaba—.


El abuelo Jesús, tuvo la mala suerte de que mi abuela muriese antes que él, la sobrevivió seis meses.
Cuando entro al quirófano, se quitó la dentadura y me la dio, la envolví en un papel de aluminio que me dio la enfermera.
Murió en silencio, sin blasfemar y me dejó, además de su dentadura envuelta en papel ‘Alba’l, un gran amor al ajedrez y la saludable costumbre de blasfemar sonoramente cada vez que la vida lo merece...


Texto: Groucho

7 comentarios:

  1. Un relato intimista salpimentado por algunas de las blasfemias más originales que he oído: lo de los cuatro clavos es todo un hallazgo.
    Bienvenido a La Esfera, Groucho,

    ResponderEliminar
  2. Una historia entrañable, yo no conocí a uno de mis abuelos, la dichosa guerra, y al otro, le conocí poco, pues vivíamos en ciudades distintas y distantes, y viajar, en aquellos tiempos, era difícil.

    La costumbre de blasfemar, que tanto espanta a algunos, que se creen o son muy refinados; yo la considero una saludable manera de desahogo, sueltas cuatro tacos y con ellos toda la tensión acumulada.

    Seguramente pareceré maleducada, pero yo lo veo así.

    Me ha gustado mucho tu relato, Feliz Navidad.

    ResponderEliminar
  3. Relato en apariencia duro, pero que está cruzado por la ternura. Esos hombres de antaño que eran muy hombres, porque se sabían acompañados, protegidos y cuidados por una mujer fuerte, que se venían abajo, sin embargo, si es que ella faltaba.
    Sobre la blasfemia decir que es la otra cara de la moneda de las jaculatorias. Sólo blasfema con semejante intensidad quien cree, quien no cree ni se le pasa por la imaginación. Cuando ante un martillazo en un dedo, lo primero que se te viene a la cabeza es el nombre de Dios o alguno de sus vecinos en el cielo, es que están muy presente en tu subconsciente.
    No es que vaya a defender yo ahora las blasfemias, ni mucho menos, simplemente aporto este matiz.
    Me ha gustado el texto, Groucho.

    ResponderEliminar
  4. Groucho, me ha parecido un texto muy divertido y lleno de matices. Como bien dice Amando salpimentado de ternura.
    Me ha gustado.

    ResponderEliminar
  5. Me ha llevado de la sonrisa a la tristeza pasando por la ternura. Todo un ejemplo de que hay imágenes, personas, situaciones que quedan para siempre grabadas. A fuego. Imperturbables al paso del tiempo. Me ha gustado el texto Groucho.

    ResponderEliminar
  6. Gracias a todos por vuestros comentarios.
    Salud.

    ResponderEliminar
  7. La dentadura envuelta en papel Albal, de lo más original. Me hubiese gustado conocer al abuelo Jesús y, por supuesto, oírle blasfemar. No dejes de contar estas historias. Saludos

    ResponderEliminar

Gracias por contribuir con tus comentarios y tu punto de vista.

Los componentes de La Esfera te saludan y esperan verte a menudo por aquí.

Ésta es tu casa.