02 marzo, 2012

Nombres encadenados


Toñín odia a su madre. La odia con un odio sordo que lo reconcome por dentro, rencoroso hasta los tuétanos sin saber muy bien por qué. Un odio desde las profundidades abisales de su alma, siniestro, tenebrosamente oscuro e inaccesible.
Un día el odio le rebasó la contención y se le derramó en la sangre del brazo izquierdo con el que rompió el cristal del zaguán de un puñetazo, y el cristal le rompió a él las arterias que no pudieron repararle. Se lo cortaron, fue todo lo que pudieron hacer. Discutió con la madre porque había olvidado sus cereales del desayuno. Después siguió discutiendo con ella porque también era culpable de la amputación. Culpable de hervirle la sangre. Culpable de no dejarlo vivir sin culpas. Culpable, culpable quién de qué.
Antonia enviudó cuando su hijo era un bebé y desde entonces ya no necesitó otro varón
fuera de su casa, ni otras relaciones que la distrajeran del vínculo pernicioso que estableció con él: porque el hijo era suyo, solo suyo y de nadie más, de su propiedad, para su goce y disfrute, su inversión para la vejez, que para eso lo parió. Amores invertidos, perversos, impuros. Amores de dar y pagar, del debe-haber. Amores contables, morosos de necesidad: no puede pagarse lo que no tiene precio.
Y ahora, con un brazo de menos, dónde va a conseguir trabajo si ya con los dos de antes no lo había logrado. Cómo va a emanciparse si mamá se encarga de todo, pero de todo todo, también de los cereales, que no han vuelto a faltar. En qué lugar y con quién estaría él mejor. De hecho Toñín sin brazo se agenció una excusa que le alivia la desazón de saberse mantenido por el padre muerto. Quizá pagó medio brazo siniestro por la media culpa de quedarse con la madre cuando el padre murió, aunque él está casi seguro de que no lo mató.
A madre e hijo se les ve juntos con frecuencia: él grita, reprocha, gesticula manco sin pudor, siempre mal encarado, pero siempre encaramado a la madre. La madre incondicional sin límites, el hijo todo condiciones por no conocerlos.
Antonio Jesús, Antonio por la madre y Jesús por el padre, así se cerró la cadena simbólica que los engarzó sin que la muerte pueda venir a separarlos. Solo la vida lo podría hacer, pero ellos no quieren saberlo.
Texto: Ángeles Jiménez
Audio: La Voz Silenciosa

8 comentarios:

  1. Un relato fuerte muy fuerte... culpable, culpable, y el rencor acabó dominandole...

    Inquietante sin duda... un placer leerte, saludos.

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  2. Querida Ángeles. Es fuerte tu relato, sí, pero bastante más corriente de lo que imaginamos. A veces basa ver Hermano Mayor en la Sexta, es increíble el trato entre padres e hijos!
    En fin, un relato duro, pero necesario.
    Besos más suaves.

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  3. Qué bien describes ese amor insano entre madre e hijo, esa relación enviciada pero sin la que no pueden pasar, es verdad que es algo demasiado común, más de lo que pensamos. Hay mil excusas para para justificar esas relaciones injustificables.

    Es duro el relato, sí, pero muy bien escrito.

    Saludos Ángeles,

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  4. Es que la vida es demasiado dura cuando se pretende ir contra su normal devenir, cuando se le somete del modo más perverso. Porque lo más perverso es cambiar de nombre a una cosa, pretendiendo dotar de un significado opuesto a lo que realmente ocurre. Y es que la vida está llena de estos egoísmos que castran, a los que sin embargo llamamos amor, quizá por el afán de no condenarnos.
    El texto está muy bien llevado. En pocas pinceladas asistimos al resumen certero de una biografía. Datos suficientes para que el lector complete a placer las jornadas de Antonia y Antonio Jesús, y de Jesús, el fantasma paterno que sobrevuela sus vidas, incansable.

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  5. Querida Ángeles, tus fotos callejeras han terminado en un texto. Te lo pedía el cuerpo y la pluma. Gracias por darle forma.

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  6. Muchas gracias a todos por leerlo y por captar la esencia. Pretendía trasmitir lo inquietante de algunas relaciones que por insanas pueden hacerse perversas, me alegro de haber sido capaz de mostrárselo.
    Besos

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  7. Cruel¡¡¡¡ Pero pasa, nos pasa cada día cuando escuchamos noticias escalofriantes de padres e hijos manipulables..... Triste

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  8. Esta es una de esas historias que hielan la sangre.
    Impresionante. Excelente.

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