09 octubre, 2013

Bajo sospecha


Texto participante en convocatoria.Leer bases

Apenas recordaba lo que suda el asfalto en verano, aunque algo me decía que me iban a sobrar oportunidades para experimentarlo estas vacaciones. La bajada de sueldo y la subida de alquiler me obligaban a pasarlas en mi minúscula vivienda de la calle del Toro.
Nunca me había fijado lo cerca que están las fachadas en el Madrid de los Austrias, incluso descubrí que había vida al otro lado de la acera ¡Lo que es tener tiempo!
El primer día conocí a Doña Petra, una simpática anciana con la que compartí conversación y consejos a través de los balcones. —Esos calcetines no han visto el agua, muchacho— me decía con cara de asco mientras yo los tendía sobre la barandilla. Al siguiente reparé en el pianista del tercero que se desesperaba constantemente lanzando las partituras por la ventana. Esa misma tarde presencié con interés las contorsiones que realizaba un hombre de pelo cano en el balcón y su tabla de equilibrio sobre la barandilla, en más de una ocasión temí vivir en directo cómo se estrellaba contra el suelo.
Pero el gran descubrimiento estaba aún por llegar. Vino con la noche, la luna llena y un calor sofocante que me llevó a la nevera en busca de agua fría. De repente la vi, tumbada en la cama, a dos palmos de mi deseo, burlando con su cuerpo desnudo la calle que nos separaba. Ya no volví a pegar ojo, ese pedazo de hembra de raza nubia me había robado el sentido. Le mandé flores, la vigilé noche tras noche, fui testigo mudo de sus citas con el pianista y con el contorsionista, incluso no perdí detalle de las lecciones de cocina que Doña Petra le impartía cada día.
Ayer le mandé una caja de bombones con mensaje: "Resérvame esta noche para mí" y me puse a beber para matar la espera. Entre brumas etílicas y gotas de sudor resbalando sobre mis ojos, me pareció verla vestirse, forcejear con alguien y tras un rato, creí ver su cuerpo tirado en el suelo.
—No recuerdo más, señor comisario. Sí, sí, esa camisa ensangrentada es mía pero le juro que no sé cómo ha llegado hasta aquí.


Texto: Esperanza Temprano Posada
Narración: La Voz Silenciosa

2 comentarios:


  1. Basta leer este cuento para entenderlo: el voyeurismo es un arma de doble filo...

    Me gustó. Un saludo, Mariángeles

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  2. Da gusto leerte, Esperanza. Un buen y divertido repaso al vecindario con una prosa sencilla pero llena. El giro final entristece un poco la historia. Suerte en la selección.

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