20 marzo, 2010

Tras la sonrisa (IV)

Las filas de los pasajeros, que estaban facturando, iban desapareciendo poco a poco, y lo últimos taxis llegaban de forma apresurada, dejando a sus clientes, que, histéricos, gritaban entre sí, y corrían, sin poder cargar las pesadas maletas. Juan era de esos hombres que pasan desapercibidos, de los que están para hacer bulto o acompañar a “alguien”. En realidad era una especie de “nadie”, que por casualidad tenía nombre, aunque, éste era como el tercer apellido de su esposa. Parecía estar luchando con la pesada y vieja maleta, que intentaba escapar, quizás acomplejada por no tener ruedas como las demás. Mientras tanto, Victoria Eugenia de todos los Santos, lo golpeaba, con su abanico, sin dejar de gritarle lo incompetente que era y los malos augurios que le esperaban. Juan y los burros de su pueblo se diferenciaban en la camisa de manga larga con cuadros verdes y los pantalones grises que llevaba, sin embargo, el trato recibido no era muy distinto.

Victoria Eugenia era una respetable dama de un pequeño pueblo de Ávila. Su distinguida familia era una de las más antiguas del lugar. Su casa, situada en el centro del pueblo, estaba llena de fotografías antiguas. Su abuelo fue un héroe de la División Azul, que aún era recordado por aquella estampita de Hitler, enmarcada en un portarretrato de plata, que trajo de la II Guerra Mundial. Su otro abuelo murió como un mártir en la Guerra Civil, por culpa de un avión soviético que asustó, con su ruido, a la vaca que ordeñaba, quedando, el dicho abuelo, literalmente aplastado. La foto de su padre quedaba sobre la alacena. Era un famoso poeta,
que recitaba sus romanceros a sus clientes, cuando venían a recoger o dejar los zapatos. Junto a él una larga fila de fotos de bodas, bautizos y comuniones, entre la que destacaba la de su querida y admirada tía María Luisa Fernanda de Jesús, maestra de escuela, desde que dejó la Sección Femenina.

Victoria Eugenia se fue quedando sin amigas con el transcurrir de los años. La mayoría de ellas, tras casarse, se iban a vivir a la capital o a Madrid. Ella no encontró al hombre adecuado para ser su príncipe consorte y, cuando se dio cuenta, nadie estaba a su lado. Temerosa de quedarse solterona, no lo dudó y se casó con ese “Nadie” que estaba a su lado, es decir con Juan.

El mes antes, estuvo visitando a casi todo el vecindario para despedirse y explicar con todo lujo de detalles el viaje que iban a realizar. Marta y su hijo más pequeño se quedaría en Barcelona, en casa de su amiga Cristina, cuyos hijos siempre veraneaban en el pueblo, alojándose en su casa. A Victoria Eugenia no le gustaba el comportamiento tan moderno de los hijos de Cristina, pero se llevaban realmente bien con los suyos, que disfrutaban de la compañía de jóvenes tan escasos en el pueblo.

Cuando el sudoroso Juan, arrastraba la maleta, sufriendo los azotes de Victoria Eugenia, como si estuviese subiendo al Monte Calvario y no a un crucero de placer, alguien tocó el hombro de la distinguida dama.
-¿Victoria! –Preguntó ante la desconcertada dama -¡Pero que sorpresa!
(CONTINÚA)
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6 comentarios:

  1. ¿Y osó tener hijos con Nadie?
    Eso sí es un esfuerzo.
    Retrato fantástico de una clase de gentes que aún no han desaparecido del todo.
    En Castilla, bien dices, aún queda algún ejemplar al que sólo le falta el abanico para pasar a tu texto.
    Aunque lo mismo hay sorpresas.
    ¡Vaya crucero nos espera!

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  2. Un saludo Amando. Efectivamente esto ya se va pareciendo a un Arca de Noé, en la que encontramos distintas especies. Más que geográficas, son unos perfiles que se repiten en toda la geografía estatal, aunque con esos matices que el medio y la Historia retocan.

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  3. Con vuestros relatos a plazos me siento como al tener empezados varios libros. He de volver atrás Marcos, como me pasó hace tiempo con un relato de Amando.

    Un abrazo.

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  4. Dácil Martín21/3/10, 22:58

    Eso también me lo pregunto ¿Por qué Nadie la aguanta hasta esos extremos? ¿Llegará a explotar, la estrangulará, le dará una coz...? La verdad es que el relato está muy bien, logras mezclar la intriga con el humor sarcástico.

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  5. Bueno Dácil evitemos la violencia y el género de terror. Pero te adelanto que la mujer de Nadie sufrirá cosas peores que las que mencionas en el comentario, bueno, casi.

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  6. Este crucero se está llenando de personajes tan variados y reconocibles que ya huele a un buen relato costumbrista.
    Y volvemos a tener, aunque sólo sea en referencias, al abuelo-Hitler.
    Todo empieza a encadenarse.
    Qué bien!

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